Revista Opinión

Los animales frente al relativismo cultural

Publicado el 01 marzo 2010 por Hugo
Los animales frente al relativismo culturalAsí acaba el fantástico libro de Pablo de Lora:
La defensa del bienestar animal se topa hoy no sólo con quienes estiman que los animales no son pacientes morales, sino principalmente con aquellos que, aun admitiendo que se trata de seres sensibles, justifican su utilización cruel (...) con el argumento de la necesidad religiosa o cultural. ¿Son atendibles dichas apelaciones a la cultura o la religión? (...) ¿Se debe o no castigar a las mujeres africanas que practican en España la ablación del clítoris de sus hijas menores? ¿Deben abonarse los gastos en la sanidad privada en los que tuvo que incurrir un testigo de Jehová a quien el Sistema Nacional de Salud no garantizaba la práctica de una operación quirúrgica sin transfusiones de sangre? ¿Es legítimo que los farmacéuticos apelen a sus íntimas creencias sobre el valor sagrado de la vida humana para no despachar la llamada "píldora del día después"?
No creo que haya que dar relevancia alguna a las razones basadas en convicciones inefables cuando se trata de justificar acciones que causan daño o perjuicio. En la Unión Europea (...) se establece la obligación de aturdir a los animales antes de su sacrificio, deber que no alcanza a los animales que sean objeto de métodos particulares de sacrificio propios de determinadas religiones. Es el caso, entre otras, de la religión judía (...)
De acuerdo con el Kosher, no se puede comer conejo, ni liebre, ni cerdo. ¿Por qué? Porque son animales inmundos. ¿Y por qué son inmundos? Porque no tienen pezuñas (conejos y liebres) o porque teniéndolas no rumian (cerdos). ¿Y por qué los animales que no tienen pezuñas o no rumian son inmundos? Porque así lo dice el Levítico (...). Sin duda se trata de un "argumento privado", que sólo podemos asumir si participamos de la fe judía (...). En todo caso, sus consecuencias son inocuas. No cuesta nada ser tolerante con una opción (absurda, irracional o gratuita a los ojos de quienes no son judíos) como la de no comer cerdo. Pero el Kosher también cuenta entre sus reglas fundamentales con la de no comer la sangre de los animales (...) lo cual hace que el cumplimiento de este precepto, a diferencia del anterior, sí genere consecuencias: un daño notable a los animales comestibles que serán sacrificados "a la manera establecida por el Señor" (Deuteronomio, XII, 21), esto es, desangrados y sin aturdimiento previo.
(...) Por supuesto que la religión judía, como tantas otras religiones de libro, ha buscado y encontrado modos de "relajar" la crueldad e irracionalidad que destila la literalidad de sus textos sagrados. Por ello, el argumento que apela a la tradición ha de ser siempre evaluado a la luz de cómo esa misma tradición, en relación con otras actividades y comportamientos, ha quedado "reinterpretada". Ha llegado la hora de que también lo sea cuando se trata de los animales no humanos y sus sufrimientos son absolutamente gratuitos y prescindibles. De la misma manera que, en su momento, en España fue obligatorio
parapetar a los caballos de los picadores y nada importante se ha perdido pese a las denuncias de entonces que clamaban por la pureza de la tradición, ha llegado el momento de parapetar al propio toro frente a una "fiesta" bárbara que sólo por la conjugación de la inercia, la desidia y el buen rédito que en nuestros tiempos obtiene la peculiaridad cultural o religiosa persiste entre nosotros.
Los animales frente al relativismo cultural
Pablo de Lora, Justicia para los animales. La ética más allá de la humanidad, Alianza Editorial, Madrid, 2003, pp. 302-305.
La negrita es mía, y el enlace también.

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