Nueve de julio
Sólo una pregunta: ¿cómo regreso a mi mundo con estos nuevos ojos?
Le he escrito un poema a la araña.
Porque qué es más peligroso
Las mordeduras o el miedo a la noche
Qué es más peligroso
Cae del techo una tarántula y atrapa la cucaracha
La veo morir. Entiendo su muerte.
Entonces
Qué es más peligroso
Matarla o dejarla vivir
Qué es más peligroso
(calcula la araña)
Matarme o dejarme vivir
Asumo: con el machete la empujo afuera y vuelve a la casa del padre: el maizal
La dejo vivir
Y pido perdón
Toda esta casa está llena de animales remotos
Hay animales en la puerta de tablas, escondiéndose entre las pizcas de arista
El haz de luz recorre la madera y brillan sus ojitos de espantapájaros
(el suelo en la selva del Tayrona plagado de galaxias)
Hay animales invisibles que viven
Conmigo y sin mí
Así se adivinan los animales remotos
Así se acumulan los venenos en las fauces de las arañas y las hormigas de la fiebre
Pero no me buscan a mí
Yo soy la miradora en su espectáculo
Así es como se entera uno de los compañeros de cama:
sin astucias
Prestando atención a los desniveles de la estera o al polvo moviéndose
Hoy no echaré una última mirada al cielo
Me encierro en esta casa de barro:
Me escondo bajo la manta púrpura y espero la salida del sol
“A la araña gorda y peluda que me sacó de la cama” será la dedicatoria de este poema en la selva.
Los animales remotos: como la mariposa con forma de hoja de otoño en Buenos Aires que encontré en el quicio de tu puerta
Los animales remotos y una colonia de cucarachas menonitas durmiendo en mis botas rotas
Y las hormigas que muerden y esperan el azúcar del desayuno
(con manos dulces no se siembra el maní)
Y las víboras de la chakra que no se mueven pero a la bajada del sol se desenvuelven como lianas
A los zancudos y a los amarillos que prueban mi sangre y explotan porque les rebalsa el cuerpo
Todos ellos me escuchan aunque no hable (los lenguajes superiores)
Y abandonan mis botas rotas y abandonan la chakra las víboras y abandonan las hormigas de la fiebre —isulas—las rendijas del adobe y no hay muertes
En cambio
Vivimos cada una de nosotras (la hormiga de la fiebre y la tarántula y la víbora y yo)
Un poco más
Hay en esta habitación, por lo menos, dos tarántulas más
Sé de su presencia y de sus ojos brillantes
Pero a ellas no les pido que se marchen ahora
Lee Maizal
Lee Las casas vacías
otros dos poemas (en prosa) en la selva
RECIBE ESTAS NOTAS EN TU CORREO