El planteamiento es espectacular, aunque deducimos que parte del simbolismo se pierde con la traducción: Tsukuru Tazaki es el "chico sin color", un ingeniero apasionado por las estaciones de tren que comienza la novela recordando el trauma que supuso en su vida el brusco abandono por parte de todos los miembros de su pandilla (los apellidos de todos -salvo el suyo- simbolizan un color) , que cortaron de raíz y sin explicación la relación con él en su primer año de universidad.
Desde el mes de julio del segundo curso de carrera hasta enero del año siguiente, Tsukuro Tazaki vivió pensando en morir. Entretanto, cumplió veinte años, pero esa muesca en el tiempo no significó nada para él. Durante esos meses, la idea de acabar con su vida le parecía de lo más natural y legítima. (...)
Ahora, tras haber conocido a Sara y con su ayuda, necesita volver a su pasado y descubrir qué sucedió para poder tener un futuro. Comienza así un viaje en busca de sentido extraordinariamente lleno de simbolismo: son sus momentos de peregrinación para dar sentido a la vida. Finlandia, las estaciones de tren y sobre todo la música de Liszt: todo tiene un papel en esta historia.
Porque si en muchas de las novelas de Murakami la música tiene un papel, les recomiendo que lean esta escuchando de vez en cuando los Annes de Pèlerinage de Franz Liszt, especialmente Le mal du Pays (morriña le decimos en mi tierra). Aunque esta vez no es el tan habitual jazz , leer escuchando a Listz al igual que el protagonista da un sentido muy diferente a la lectura.
El libro me ha gustado mucho, aunque creo que va de más a menos. La primera parte me recuerda mucho lo primero que leí de Murakami, Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, pero la segunda me ha llenado menos, tal vez demasiada introspección para mí.
Pero, como siempre, ha merecido la pena.