Mientras la España consienta tales espectáculos, nunca saldrá de la postración en que yace. Título corto, poco ilustrativo quizá, de esta ilustración publicada en el número 35 de La Madeja, en 1874.
Además, existía una concepción del mundo del toreo similar a lo que se suele decir del fútbol en la actualidad: muchos progresistas consideraban esta actividad como una forma de distraer la atención y anestesiar la conciencia del pueblo, de forma que los políticos pudieran seguir haciendo sus tropelías mientras el pueblo inculto asistía a la plaza. Por entonces los liberales sustituyeron el “pan y circo” de los romanos por el “pan y toros”
Vamos a los toros. El Buñuelo I, nº 11 Madrid, 10-VI-1880
Otro tópico repetido entonces igual que ahora es la idea del torero inculto e ignorante. A menudo se suele citar como ejemplo esa frase atribuida al torero Rafael "el Gallo", que al conocer a Ortega y Gasset y tras explicarle el oficio de filósofo, declaró: "Hay gente pa tó". Curiosamente, Ortega y Gasset era uno de esos intelectuales que estaba al otro lado de esta dialéctica, pues era un ferviente defensor del toreo.
Pero quizá esta idea del torero como inculto e ignorante que defendían muchos liberales sea más visible en esta otra caricatura:
El Loro, año II nº 32. Barcelona, 3-VII-1880. Hemeroteca Municipal de Madrid
A esta caricatura le acompañaba el siguiente texto que da buena muestra de lo que decimos:—Una limosna para un pobre maestro de escuela.—Tome V. compañero que toos somos maestros.
Pensamos que los debates sobre el mundo del toreo son algo reciente, sin embargo el siglo XIX pone de relieve que existía una total bipolaridad de la sociedad española al respecto del tema. El escritor Santiago Rusiñol (1861-1931) decía algo que parece de plena actualidad: "Entre el torero y el caballo, estoy por el caballo, y entre el toro y el torero, por el toro. Si el torero mata al toro hay ovación. Si el toro mata al torero, en vez de respetarle la vida se le echa otro torero. No hay juego limpio."
Pero es que además estos debates traspasaban ya entonces las fronteras españolas. Buena muestra de ello es la postura de un insigne escritor francés del siglo XIX: "Soy absolutamente contrario a las corridas de toros, que son espectáculo abominable cuya crueldad imbécil es, para la multitud, una educación de sangre y lodo", aseveraba Émile Zola (1840-1902)
No obstante, la afición al mundo del toreo, permitió también hacer parodias políticas al alcance de todo el mundo empleando el tema. Y este uso del mundo taurino en la caricatura del siglo XIX también trascendió las fronteras españolas como podemos ver en este ejemplo británico:
En esta caricatura se representa la situación de Europa a inicios del siglo XIX. En ella aparece Napoleón caracterizado de un torero que, después de acabar con tres toros que se pueden identificar como Prusia, Holanda y Dinamarca, es cogido por un nuevo toro que representa a España. Los espectadores que contemplan la escena representan a otras naciones europeas y próximas al continente. En el suelo yace el hermano de Napoleón, José Bonaparte.
Todo lo que aquí hemos dicho no quiere decir que todos los intelectuales estuvieran en contra del toreo, pues ya en el siglo XIX y a principios del XX era un tema completamente transversal y que dividía a personas de toda clase y condición (de izquierda o derecha, ricos o pobres, intelectuales y analfabetos...). Entre los defensores de la "fiesta nacional" encontramos a personajes como Manuel Machado, Valle Inclán, Pérez de Ayala, Gerardo Diego... Y todo sin irnos a ejemplos archiconocidos como los de Juan Ramón Jiménez, Ernest Hemingway o García Lorca. Este último llegó a afirmar que era "la fiesta más culta que hay en el mundo".
Ni siquiera entre los nóbeles españoles encontramos consenso, y es que ya hemos citado el caso de Juan Ramón Jiménez, pero también encontramos el más reciente de Vargas Llosa, que intentó ser torero o el de Camilo José Cela, que lo consideraba una fuente de inspiración. Por el contrario, lo que sabemos del resto de agraciados con el prestigioso premio es que estaban en contra. Hablamos de personalidades también decimonónicas como Santiago Ramón y Cajal que afirmaba: "Me enorgullezco de no haber figurado nunca entre la clientela especial de las corridas de toros". Pero también de escritores como Jacinto Benavente, que consideraba esta costumbre un "vicio" dañino que "envenaba" a los españoles. Además, como anécdota, haciendo gala de su sentido del humor, en una ocasión a la pregunta de si le gustaban los toros, respondió que le gustaban más los toreros. Debemos aclarar que Benavente nunca escondió su homosexualidad.
En fin, una vez más, volvemos a poner de manifiesto que aquellas personas a las que les tocó vivir otros tiempos no eran, en realidad, tan distintas a las que vivimos tiempos presentes. Tenían las mismas opiniones, sentimientos, sensaciones, gustos, percepciones...
Por supuesto, el mundo del toreo es un claro ejemplo de ello. Hemos visto fervientes defensores del toreo como Ortega y Gasset, y declarados antitaurinos a los que habría que sumar a otras insignes personalidades también nacidas en el siglo XIX como Gregorio Marañón. Unos y otros blandiendo argumentos iguales o semejantes a los que esgrimimos en la actualidad. Y es que en realidad, por suerte o por desgracia, no hemos cambiado tanto...
Ilustraciones extraídas de la web del Museo de Zumalakarregi
------APOYA A AD ABSURDUM:Si lees nuestro blog, nos escuchas en radio o sigues nuestra actividad de la manera que sea, y además resulta que te gusta, puedes apoyarnos ahora mejor que nunca adquiriendo nuestros libros, Historia absurda de España e Historia absurda de Cataluña (pincha en el título para saber más). Por cierto, ahora también te puedes apuntar a nuestra lista de correo para que te lleguen todas las entradas y algunas que otras sorpresas (en la columna de la derecha, arriba).