Hay que reconocer que a falta de problemas de mayor calado, este gobierno y sus medios y esta oposición y sus respectivos tienen una especial habilidad para lograr que siempre estemos los ciudadanos devanándonos los sesos con algún tema trascendente y vital.
Mientras al parecer un escaso par de sesudos y especializados economistas trabajan como gnomos en sus despachos en banalidades como dilucidar si hay que arreglar los problemas y desaguisados de una tal crisis económmica que amenaza con cambiar el mundo tal y como lo conocemos social y personalmente o si en cambio lo que hay que hacer es rediseñar el sistema porque puede que sea este, y no cada crisis, el problema, nos dejan a la sociedad con intersantísimos debates trascendentales. Cada tema dura 4 o 5 días, he hecho el cálculo.
Sea si la libertad de vestir de la mujer se garantiza prohibiendo prendas, obligando a llevar prendas, o no mandándoles nada, sea si los morros de la ministra tienen la culpa de que el libidinoso ginecólogo se imagine felaciones, sea si un tal Pérez Reverte es un machote de (ala)triste capa y espada y el ministro que llora un mierda, o el mierda es el primero, sea si no hay que comprar el libro del viejo verde pedófilo draconinano o hay que reirle las gracias, sea si hay que llevar militares desfilando a los actos religiosos, o sea como ahora si el apellido es el mío o el tuyo el caso es que nos alimentan con importantísmos temas.
Conste que me desde siempre me parece más justo poder elegir el orden del apellido. No sólo poder, sino deber elegirlo. Poque eso de que “por defecto” si no nos podemos de acuerdo, se le ponga los míos por decreto, es injusto. Podía ser al revés, que si no hay acuerdo se pongan los de ella, y también sería injusto.
No es que yo le dé importancia a los apellidos, ni el nombre ni lo apellidos dan sustancia al ser, pero hay gente que sí le da importancia, y lo respeto.
Hay gente a la que le importan los apellidos, como hay gente que le importa dónde reposan los huesos y la cáscara biológica, o como hay gente que le importa cómo se es enterrado. Hay que respetarlo. Y claro, no hay que dar trato de favor, ni a hombre, ni a mujer. Que lo elijan, y si no hay acuerdo que no sea por decreto para él, o para ella.
Esa reivindicación de paridad lleva muchísimos años haciéndose, lo que no sabíamos era que íbamos a tener un botarate en el Gobierno para hacer el decreto. Cualquier persona de formación media o baja que pares por la calle te responderá con sencillez si le preguntas…
- ¿Y si la pareja no se pone de acuerdo, cómo lo decidimos?
- Por sorteo, al azar, cara o cruz.
Es la mejor manera de priorizar el acuerdo mutuo, y en todo caso, evitar que se beneficie a alguien de antemano.
Pero tenemos botarate de turno en el Gobierno y demostrando menos formación que cualquier persona del montón nos dice. “- Si no hay acuerdo, por orden alfabético”.
¡¡Agárrate!! ¿Es que eso de “por sorteo” le parecía chusco y las palabras “orden alfabético” daban un aire rebuscado y académico?.
Una estupidez, por dos razones.
- La primera es que beneficia de antemano a alguien. Uno de los dos progenitores sabe de antemano que si no hay acuerdo, ganará él. No parece ninguna garantía de que la gente busque el consenso, pero en absoluto es un sistema que no beneficie a alguien de antemano. Aunque el experto botarate de turno no lo sospeche, los progenitores saben cuál es el apellido de sí mismo, y de la pareja con la que se ha acostado. Sí, es difícil de adivinarlo, pero la gente conoce sus apellidos antes de ponerse a dilucidar y consensuar.
- La segunda es todavía más difícil de pillar intelectualmente, demasiado complicado para quien diseña las medidas de gobierno.
En 3 generaciones no existirían en España Zurbanos, Zubiris, Rojos, Salgados, Rodríguez.. en toda España.
Por simple cálculo matemático y en progresión geométrica esos apellidos pasarían a segundo en la primera generación, a cuarto o tercero en la segunda generación, y a sexto u octavo en la tercera. Los apellidos de la M hacia abajo habrían desaparecido totalmente y para siempre en cosa de 3 o cuatro generaciones.
Un Zubiri o un Zapatero no resistiría ni un engendramiento, que resistiera la segunda generación ya sería milagroso. EN 100 años no habría en España más que Aranguren, Bustillo, Alvarez, y Cánovas, a lo sumo un Gómez que otro de chiripa. EN 500 años seguramente todos los apellidos comenzarían por A.
Fiando todo a que muchas veces haya acuerdo y no se aplique lo del orden alfabético, no es más que añadir otra incógnira a la ecuación que siempre tenderá hacia el mismo lugar, y confiar en un hipotético incomprobado, que casi todos van a consensuar. Y nos conocemos bastante ya.
Y no es sólo una cuestión de Ego la pérdida de riqueza onomástica actual.
Sería realmente aburrido, y posiblemente irrecuperable ya (un primer apellido puede pasar a segundo en una generación, pero un sexto apellido es imposible que pase a segundo, ni a quinto.
Malo, a no ser que los ingenieros sociales ya tengan previsto eliminar eso de conocernos por nombre y apellidos y tengan pensado el código de barras o el número de referencia para nombrarnos y conocernos a los ciudadanos. Vamos, eso de “Contribuyente ZD 34586023 ama a contribuyente FW 8720948″ “Jo, Contribuyente EJ 75039723 tiene unos pechos que paran el tráfico!.
¿Y por el otro lado?. Por el otro lado tenemos a una oposición medíatica reaccionaria que ya anda anticipando el fin del mundo, el hundimiento de España y la desaparición de los valores occidentales si se nos ocurre no dar preferencia al papá, sobre la mamá. Aunque no creo que España se hunda, porque al parecer ya se hundió cuando Cataluña prohibió las corridas de toros , si no se había hundido ya antes cuando se aprobaron los matrimonios de homosexuales, o si no antes cuando soltaron a un preso llamado De Juana cuando cumplió su condena, o cuando se aprobó el divorcio.
Un mismo barco no se puede hundir tántas veces, digo yo. Que es como decir que España está en crisis. No puede ser, porque el presidente de mi nación, me dijo en febrero de hace dos años que ya habíamos empezado a salir de la crisis. Y le creo, porque tampoco es un botarate.