¿De dónde procedían estos nuevos conquistadores que invadieron España, y por qué encadenamiento de sucesos han venido esas gentes a plantar los pendones de una nueva religión en las cúpulas de los templos cristianos españoles? ¿Qué causa los movió a dejar los campos del Yemen, y quién fue ese hombre o ese genio prodigioso a quien invocan por profeta?
Hay allá en el Asia una vasta península que circundan el mar Rojo y el Océano ïndico. entre la Persia, la Etiopía, la Siria y el Egipto: país en que se reúnen, ás aun que en España, todos los climas; donde hay comarcas en que la lluvia del cielo está empapando los capo seis meses al año, y otras en que por años enteros suple a la falta de lluvia un ligerísimo rocío: planicies abrasadas por un sol de fuego; vastísimos desiertos e inmensos arenales sin agua y sin vegetación, donde se tiene por dichoso el viajero que al cabo de algunas jornadas en cuentra una palma a cuya sombra se guarece de los ardientes rayos de aquel sol esterilizador, si antes no ha perecido ahogado en un remolino de arena, o caído en manos de alguna tribu de beduínos, únicos que de aquellos inmensurables yermos han podido hacer una patria movible; y también risueñas campiñas, fertilísimos valles, frondosos y amenos bosques, verdes y abundosos prados regados por mil arroyos de cristalinas aguas donde estuvo, dicen, el Edén, el paraíso terrenal creado por Dios para cuna del primer hombre. Este país tan diversamente variado es la Arabia, que Tolomeo y los antiguos geógrafos dividieron en Desierta, Pétrea y Feliz.
.../¿Quién había de sospechar que la naciente religión de Mahoma había de propagarse por la mitad del globo, y que había de llegar a España estableciéndose durante ocho siglos?
Veamos cómo se verificó tan grande e impensado suceso.
Muerto Mahoma sin sucesión, fue nombrado jefe de los creyentes su discípulo Abubekr, el cual levantó el pendón de la guerra en Medina, dispuesto a propagar con las armas la fe del profeta por todas las naciones. Los moradores de las ciudades y los pastores de las praderas del Yemen y del Hejiaz, todos acudieron entusiasmados, inundando Medina en poco tiempo de una inmensa muchedumbre de voluntarios, desarmados, descalzos y medio desnudos, de flacos y denegridos rostros, pero llenos de fe y de entusiasmo, pidiendo lanzas y cimitarras con que seguir al califa (1) y ayudarle a su santa empresa. Abubekr convirtió aquel entusiasmo en un verdadero vértigo o frenesí, prometiendo a aquellos hombres la posesión del paraíso en premio de la muerte que recibieran en el campo de batalla peleando por la santa causa de Dios y del profeta.
- /...Habitaréis, les dijo, oh creyentes, anchos y fresquísimos verjeles, plantados en un suelo de plata y perlas, y variados con colinas de ámbar y esmeralda. El trono del Altísimo cobija aquella mansión de delicias, en la cual seréis amigos de los ángeles y conversaréis con el Profeta mismo...
- .../Cada uno de los creyentes será dueño de alcázares de oro, y poseerá en ellos tiernas doncellas de ojos negros y rasgados...
- .../El menor de los creyentes tendrá una morada aparte, con setenta yd os mujeres y ochenta mil servidores...
- .../La cimitarra es la llave del paraíso: una noche de centinela es más provechosa que la oración de dos meses: el que perezca en el campo de batalla será elevado al cielo en alas de los ángeles; la sangre que derramen sus venas se convertirá en púrpura, y el olor que exhalen sus heridas se fundirá como el del almizcle...
- .../No hay Dios sino Dios, y Mahoma es su profeta."
¿Cómo con tan vivas y halagüeñas imágenes no habían de foguearse los ánimos ya exaltados de aquellos hijos del desierto y las imaginaciones de aquellos fanáticos, ya de por sí propensas a dejarse arrastrar de lo maravilloso? ¿Qué no acometerían aquellos pobres y desnudos soldados de la fe a trueque de ganar el paraíso? ¿Qué peligros no arrostrarían, qué brechas no asaltarían, qué temor podría infundirles la muerte, cuando en pos de ella les esperaba una mansión de tantas delicias, una embriaguez de bienaventuranza?
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(1) Vicario
(2) En el Corán se hallan estas y otras descripciones de las bellezas y encantos del paraíso, tan propias para halagar el sensualismo oriental, especialmente en los capítulos 18, 25, 28, 38 y 56.
La Historia General de España de Modesto Lafuente, es considerada el paradigma de la
historiografía nacional del pensamiento liberal del siglo XIX.