Soy treintañera, lector, lo que significa que vi muchos "
Barrio Sésamo", no tuve
móvil hasta los veinte años, y entre películas de ciencia ficción cutres pero fascinantes e intentos de rizarme el pelo como si llevara una escarola en la cabeza, viví la época en la que los
artistas eran gente humana, o sea, habitantes de este
mundo. Los grupos de
música y los cantantes, ya fueran
punkies, grunges,
heavys, raperos o más horteras que la madre que los parió, eran personas que vivían en la realidad y que veían los informativos plagados de hambrunas y
guerras con preocupación. Habían nacido y vivido en el
mundo, y les importaba lo que les rodeaba. Entendían que la
música era un medio para llegar a todo el
mundo, que era un lenguaje universal, y que tratar de hacer algo para cambiar su entorno era su obligación. Había
conciertos para recaudar dinero, estrellas de la
música implicadas en problemas
sociales, y compositores y grupos vetados por clamar contra el capitalismo extremo, el racismo, el sexismo, el hambre o la desigualdad. Hacían vídeos
musicales impactantes que buscaban remover conciencias, y alentaban a las masas a levantarse del sofá y mover el culo por los demás, eran personas humanas, y punto. Pero, como he dicho al principio, soy treinteañera, lector, y eso significa que a día de hoy veo
realities cutres en los que la gente trata de despojarse de su propia dignidad con todas sus fuerzas, mi móvil y mi ordenador son mis cómplices en la vida, y los
artistas del
mundo en el que vivo ahora no son humanos porque han nacido en un contenedor de basura. Todos han salido y salen de la masa vomitiva de porquería que se forma en los contenedores de todo el planeta y por eso se dedican a hacer lo propio de la basura, o sea, ensuciarlo todo con su inmundicia.
Miley Cirus, Justin Bieber, Selena Gómez o
Gómes, que más da, y un largo etcétera, dedican su tiempo a enriquecerse con
canciones prefabricadas en la discográfica maloliente de turno, a gastar el dinero que ganan en coca y en fiestas de lunes a domingo, y a dejar titulares por el
mundo en los que uno siempre puede deleitarse con su descarado analfabetismo, desconocimiento de lo que les rodea, egoísmo extremo, y codicia propia de un banquero de puro en la boca y pelo engominado. Nos extrañamos de que la juventud hoy en día ( no toda, ojo, me parece injusto que siempre paguen todos por una parte) sea insolidaria, ambiciosa en el mal sentido, y que le de igual las injusticias
sociales mientras tenga en el bolsillo dinero para fumarse ese porro que les da esa felicidad que no pueden conseguir por no ser lo suficientemente delgados y guapos, pero viendo los modelos que tienen a mí no me extraña nada de eso. Viendo a esos
artistas que tienen, esos que han nacido en algún contenedor para desparramar por el
mundo sus gilipolleces y suciedad sin fin, no me extraña que crean que el
mundo es un
universo de fiestas y de tiendas de marcas en una calle sin fin.
Me da lástima que no hayan conocido un planeta en el que la gente se unía para luchar contra las
injusticias y en el que los modelos a seguir por la juventud nos hacían soñar a todos con un
mundo mejor. Todo era más arcaico pero más esperanzador, la fe en el ser humano estaba en muchas esquinas, y se respiraba la mezcla entre la libertad y el
arte por todas partes. Por eso los treintañeros cerramos las ventanas de nuestras casas y nos ponemos a tope a los grupos de antaño, porque al menos, aunque ya no salgan en la
Mtv, eran humanos, como nosotros.