
La "guerra de los drones" es una realidad, que se esconde a los ojos de la opinión pública, aunque se reconoce su eficacia en dar muerte a personas sin otro proceso jurídico que el de haber sido seleccionados por la CIA y autorizado su ataque por la Casa Blanca. Incluyendo a los civiles que puedan encontrarse alrededor.
Puede que sea muy eficaz a la hora de matar enemigos, pero no parece ni muy legal ni desde luego humanitaria. De hecho -es curioso- no aparecen en los medios de comunicación como hechos victoriosos de guerra.
Sólo parece una respuesta equivalente en el logro del terror por parte de un país rico y tecnológicamente avanzado que elimina a personas a las que unilateralmente califica de terroristas, incluyendo en su caso a las personas que en el momento del ataque se encontraban cerca de esos objetivos humanos. No es preciso siquiera conocer el nombre del objetivo, basta que "tenga el aspecto y parezca actuar" como terrorista...
Se distingue de los asesinatos y ataques terroristas de suicidas con coches bomba en que no son coches, sino aviones, y en que no van tripulados por personas, sino teledirigidos desde la seguridad de unos depachos en Virginia o donde sea. Por gente que -tras realizar estos ataques mortíferos, viendo a sus víctimas en pantalla- seguramente luego se van a cenar tranquilamente a su casa, con la idea del funcionario que ha cumplido con su deber. Lo mismo que sus hijos que entre tanto han estado matando figuritas humanas o de marcianos en sus propias consolas de videojuegos.
Una versión hoy vergonzosa de la Ley del Talión.
Así comienza el último informe publicado por Pro Publica:
Los drones han convertido en el arma de ataque inmediato de Estados Unidos contra el terrorismo. Los ataques en Yemen (ver datos), de modo especial han ido en constante aumento.
Aviones no tripulados estadounidenses mataron (ver datos) recientemente a veintinueve personas en Yemen, incluyendo unos diez civiles.
Los funcionarios de la administración celebran habitualmente el éxito de la "guerra de los drones", evitando dar a menudo detalles o permaneciendo en el anonimato, pero reclamando tácitamente el crédito para los EE.UU.
En junio pasado, un día después de que Abu Yahya Al-Libi fue asesinado en Pakistán, el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney proclamó la muerte del "número dos de Al Qaeda".
Varios funcionarios confirmaron de modo anónimo este ataque en al menos diez medios de comunicación.
Del mismo modo, el asesinato del ciudadano de los EE.UU. Anwar al-Awlaki por un avión no tripulado de la CIA en septiembre pasado fue confirmado en muchos medios de prensa por parte de funcionarios anónimos.
El presidente Obama dijo que la muerte de Awlaki era "un tributo a nuestra comunidad de inteligencia". La semana pasada, el presidente Obama habló sobre la guerra de los drones en la CNN, diciendo que la decisión de de buscar a las personas para asesinarlas en lugar de capturarlas implica "un proceso extenso con una gran cantidad de comprobaciones".
Pero cuando se trata de dar detalles de este proceso, la administración se cierra sobre sí misma como las almejas.
El gobierno se niega a reconocer formalmente que la CIA tiene un programa de aviones no tripulados, y desde luego se niega a hablar de sus aspectos más espinosos, como es el del número de civiles asesinados, o del proceso según el cual la CIA elige sus objetivos.
(...)
