Revista Cine

Los "atractivos" protagonistas de literatura romántica y la perspectiva

Por Teresac
Recuerdo a una compañera de clase, en mi adolescencia, que nos contaba que tenía un novio ideal: delgado, rubio y de ojos azules. Los ojos se le llenaban de estrellitas cuando lo describía. Yo estaba fascinada con la imagen de aquel novio hasta que le conocí. Más que delgado, era un saco de huesos en proceso de crecimiento, sus ojos era azules, sí, pero pequeños y demasiado juntos sobre una nariz que era lo más destacable de su rostro, grande y ganchuda, lo que le daba el aspecto de un roedor. Recuerdo que pensé que mi compañera estaría avergonzada, ahora que habíamos descubierto sus exageraciones. En absoluto. Ella le miraba como si fuera el chico más guapo del mundo. Y lo era. Lo era para ella.Esta historia viene a cuento de la estereotipada belleza de los protagonistas en la novela romántica. Dicen los que saben mucho de todo pero que nunca han leído una de nuestras historias favoritas, que están llenas de arquetipos y que no existen esos hombres perfectos que las autoras retratamos en el papel.Sobre si existen o no, lo dejamos para otro día, que hoy me he lanzado con la historia de mi amiga y prefiero ir por otro camino. La idea de la “perspectiva” o “apreciación subjetiva”. Son muchas las novelas en las que el protagonista no es ni mucho menos perfecto (aunque los expertos -que no las leen-, crean que todos son delgados, rubios y de ojos azules, como aquel chico de mi historia), y me centro hoy en el protagonista masculino.Así a bote pronto y sin hacer una lista exhaustiva, tenemos heridos de guerra (Cole Latimer de “Cenizas al viento”, Nate West de “Bajo la piel”), afectados por problemas mentales (“La locura de Lord Ian”), por derrames cerebrales (el duque de Jervaux en “Flores en la tormenta”), mutilados (Gabe Rossiter de “Sombras de sospecha”), y muchos otros ejemplos que todas las que leéis romántica podéis recordar.

La portada, es evidente, no hace
honor a la descripción del
protagonista. 

Y tenemos a uno de los feos más feos que ha dado la literatura:
“Su heredero era un ser marchito, de color aceitunado, con grandes ojos negros, miembros desproporcionados y nariz descomunal…”
“Su oscuro rostro era duro y áspero, el rostro del mismísimo Belcebú. En el caso de Dain se podía juzgar al monje por el hábito, porque por dentro también era oscuro y duro.”
Estas son algunas de las amables descripciones del conde de Dain, personaje protagonista de “Abandonada a tus caricias” de Loretta Chase.Pero ¿qué ocurre cuando Dain se encuentra con Jessica Trent? ¿Qué opina ella de ese hombre de monstruoso aspecto?“Dain era auténtica artillería pesada, pensó Jessica. No estaba preparada para aquello, ni siquiera por lo que le habían contado Bertie y otras personas. El pelo más negro que el carbón, unos ojos negros, atrevidos, una enorme nariz cesárea y una boca huraña, llena de sensualidad… Ya solo la cara le daba derecho a ser de la estirpe de Lucifer, como aseguraba Withers.Y el cuerpo…Bertie le había dicho que Dain era un hombre muy grande, y Jessica se esperaba una especie de gorila gigantesco, pero no estaba preparada para ver un semental; grande, espléndidamente proporcionado y de poderosos músculos, si había que dar crédito a lo que resaltaban sus ceñidos pantalones.”
Esta es la perspectiva. La autora nos ha contado que, objetivamente, Dain es feo, asusta a las mujeres, y a muchos hombres. Pero Jessica se siente inmediatamente seducida al momento de conocerle, sin que él haga ni el mínimo esfuerzo. ¿Acaso no es eso real? ¿No hemos sentido todos atracción por una persona desconocida, simplemente por su aspecto? Y no necesariamente porque fuese la más atractiva que nos hayamos cruzado. Hay algo, lo que sea, hormonas, electricidad, huellas en nuestro código genético, que hace que nos atraiga una persona, independientemente de su belleza. Y el amor, no lo olvidemos, siempre se ha dicho que es ciego.Así que, cuando en una novela romántica, él o ella piensan que el otro es el hombre/la mujer más atractiva del mundo, no necesariamente significa que lo sean. Lo son exclusivamente para ellos, porque eso forma parte del amor: considerar que la persona amada es perfecta.Todo es cuestión de perspectiva.


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