Revista Opinión

Los auténticos títeres se hacen llamar jueces

Publicado el 08 febrero 2016 por Alba Chaparro @Alba_Chaparro

Dos titiriteros han sido detenidos en Madrid acusados de los delitos de enaltecimiento del terrorismo y de atacar derechos y libertades públicas. ¿El motivo? Una función teatral en la que aparecía una pancarta con las palabras "Gora Alka-ETA". El espectáculo, además, contenía escenas en que se violaba a una bruja, se acuchillaba al violador y se ahorcaba a un juez.

La obra estaba dirigida al público infantil, y de hecho fueron los padres quienes requirieron la actuación policial ante el inapropiado contenido. Inapropiado por el público al que se dirigía, no por el contenido en sí. No olvidemos que un teatro de títeres no deja de ser una herramienta cultural amparada por la libertad de expresión, y es esa misma libertad la que protege el derecho a la sátira política, aunque sea desacertado el escenario en que se expone.

Una función dirigida al público infantil no es el lugar más apropiado para exponer una crítica con episodios tan violentos y menciones políticas incomprensibles para el público a quien va destinada, pero las consecuencias que está acarreando este teatro de títeres son, haciendo un guiño al maestro Valle-Inclán, ESPERPÉNTICAS. Parece que se nos olvida que el teatro es eso: teatro.

Es esperpéntico que en España se encarcele a dos titiriteros por enaltecimiento del terrorismo pero que no se actuase, por ejemplo, contra el Ayuntamiento "popular" de Quijorna cuando permitió un acto de exaltación franquista y nazi en un colegio público. Parece que algunas víctimas merecen más respeto que otras.

Es esperpéntico que en España no se dude en defender la libertad de expresión al grito de "Je Suis Charlie" y después se acuse de atacar los derechos y libertades públicas a dos titiriteros por una función teatral. Parece que la libertad de expresión sólo debe usarse para criticar las culturas ajenas.

Es esperpéntico que en España se cite a declarar a tuiteros por parafrasear a Gramsci o Benedetti pero se permita a Jiménez Losantos hacer violentas declaraciones en la radio con total impunidad: "yo es que veo a Errejón, a la Bescansa, a la Rita Maestre y me sale... me sale [...] O sea, si llevo la lupara [pistola], disparo. O sea, menos mal que no la llevo". Parece que la apología de la violencia no es apología de la violencia si se dirige a determinado color político. Eso sí, intelectuales reputados como Gramsci y Benedetti deberían haber sido investigados.

España no es España, es Esperpentaña. Aún estamos sufriendo la resaca de los trajes de los reyes magos y ya estamos centrando el debate público en títeres carnavalescos. Cualquier nimiedad es asunto de Estado con tal de atacar a Manuela Carmena, como si una función teatral no fuera ficción pura, como si ese supuesto enaltecimiento del terrorismo no formase parte del espectáculo y de la crítica política.

En Esperpentaña la política ha perdido el norte, la prensa ayuda con ahínco en esa desorientación y las instituciones son cada vez más cómplices del azoramiento. En Esperpentaña las críticas furibundas son para las rastas, la vestimenta de los reyes magos y los teatros de títeres, que son los asuntos realmente importantes. En Esperpentaña la información aséptica es para la violencia machista o la corrupción en Valencia, que son las cosas normales que pasan cada día.

En Esperpentaña la fiscalía detiene a los artistas y defiende a las infantas sospechosas. Es Esperpentaña se piden condenas de más años para huelguistas que para los artífices del rescate bancario. Es Esperpentaña es más grave saquear un supermercado que un ayuntamiento. En Esperpentaña dicen que la justicia es igual para todos pero la justicia siempre está del lado de "los mismos". En Esperpentaña el poder económico maneja los hilos, el poder político encubre esos hilos dando la cara y el poder judicial baila al compás de esos hilos silenciando a la disidencia. En Esperpentaña a los disidentes se les llama filoetarras.


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