-Lo que quiero-
Audiomatic 2012
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Los Autonautas no son un grupo normal. Afortunadamente. ¿Acaso otros reivindicarían con conocimiento de causa a Estrellita Castro como icono punk? ¿Quién colaría citas a Paquita la del Barrio en un trallazo powerpopero? Después de Radio Futura o Gabinete Caligari, ¿algún grupo español ha elevado a épica costumbrista los bailes en la plaza del pueblo? ¿Me pueden presentar a músicos que alternen en su setlist instrumentales surferos, rumbas de Los Amaya y sicodelia sin p?
Cuando pienso en Los Autonautas, que debutaron allá por 2007 con un disco sin título pero con temazos como “Eres una desgraciada” o “Nord”, siempre intento tener presente dos cosas. La primera, una charla con César (guitarra y voz) en la que me contó sus años como músico de orquesta de verbenas; del cantante-patrón que les dejaba meter en el repertorio algo de rock pero no negociaba en lo que a pasodobles y coplas se refiere, que les pedía que llevasen una estampita del santo para ahuyentar robos, públicos hostiles, alcaldes insolventes, así como accidentes en la carretera y en el escenario desmontable. La segunda, la retahíla de nombres del pop nacional a los que Clara (guitarra y voz) ha hecho mucho más que acompañar: estuvo con Nacho Goberna en su otra vida tras La dama se esconde; formó La Ruleta China, un exquisito combo con Fernando Márquez 'El Zurdo' (La Mode, Paraíso) y Charly Misterio; solidificó y tensó el sonido de The Monomes; ha tocado para Kikí D'Akí –atento a sus coros en “Tiburones blancos”–, Nagasaqui y más cantautores de los que puedo recordar.
“Tan solo dos partículas, dos partículas somos”. Es lo primero que escucharás cuando pongas en el plato “Lo que quiero”, el segundo disco de Los Autonautas.
Se pueden escribir páginas y páginas sobre este disco, pero eso lo resume todo. Grabado durante el verano de 2010 y mezclado por el maestro José María Rosillo (La Buena Vida, The Sunday Drivers), con recursos artesanales y la auténtica baja fidelidad por bandera, “Lo que quiero” es el reflejo de César y Clara, dos compositores con voz propia, que completan las canciones del otro con una convicción y un oficio inhabituales en una escena en la que prima el amateurismo y la mímesis. Nadie podría haber escrito “Rata de dos patas” o “Tiburones blancos” más que ellos. No es que sean buenos –que lo son–, es que son únicos.
Manuel Piñón
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