Revista Opinión

Los avisos fúnebres del barrio.

Publicado el 11 junio 2019 por Carlosgu82

Los avisos lúgubres,
Las caras tristes,
La hora,
La fecha,
Los rumores,
Los hijos,
Los nietos
Los malos,
Los buenos.
Un evento barrial imperdible.

Que no vino el hijo mayor porque estaba en Europa (y una cara de asco irrepetible)
Que era honesto y serio ( pero borracho y desentendido)
Que falleció a las 18:13, según lo que le había contado la hija.

La reunión era en la casa madre del barrio, la casa rosada con canteros amarillos. Dueña y señora del establecimiento, la señora Estela, casa esquina, ventanas con cortinas y ojos.
La excusa, por supuesto, el almacén ubicado en frente del hogar.
Allí estaban reunidas, las mujeres mayores del barrio, consumiendo su dosis de noticias.
Alimentando su lugar en el cielo:
-¡Pobre hombre, que Dios lo bendiga!-.
Repitiendo el libro de autoayuda:
-La vida es una sola-.
Repasando su biografía:
-Era taxista, honesto, buena familia-.

Y por debajo, bien bajito, para que Dios no las escuche:
-Un poco malhumorado y pervertido-
-Mal carácter, mal marido-
-Estafador y creido-

Para finalizar, por supuesto, las señales de la cruz infaltables y que en paz descanse.

Una vez por mes, mínimo, ocurrían éstos eventos barriales.
Las mas afortunadas, anticipándose a los acontecimientos, a principios de mes iban al centro a comprar faldas, tapados,zapatos, carteras, acordes a la estación, negro, todo negro. Por supuesto.

Ninguna lo decía pero al momento de reunirse todas se miraban de reojo, para intentar descifrar quién de ella seguiría.

Macabro, desagradable, irrespetuoso.
Humano, realista, temeroso.

Y es que un susurro de ellas me congela la vida. Temo mas al susurro que al grito desde que las he escuchado.
Tan tiernas, pequeñas, envejecidas.
Cual escritores, nos matan en un par de lineas.

Y de tan tenebroso llega a ser carismático, tradicional, parte del paisaje.

Y es que si no estuvieran no tendría hoy de donde inspirarme.

Mi pedido es que aún no me maten.
Quizás sea nieta de alguna de ustedes.

No soy de «esa» clase de jovencitas.
O quizás lo sea, pero antes de catalogarme me gustaría conocer sus experiencias juveniles. De esas secretas, que no llegaron al confesionario.

No me gustan las noticias, ni las muertes.
Pero me agradan los cuentos improvisados.
Me gusta el negro, pero no exactamente el de luto.

Son un simpático aquelarre.
Pintoresco.
Felicito su creatividad, su religión y su devoción a los cuentos.

No somos tan diferentes.
Son años simplemente, y nos llegan de la misma manera.


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