Revista Cultura y Ocio
Ignoro lo que pueda ser un poeta, o el modo en que cabría definirlo para no quedarnos cortos ni tampoco excedernos. No sé si es un alma en tensión, una voz que abre desgarrones de luz en las tinieblas, o un ser que permanece alerta para descubrir en todas las cosas el fulgor inédito de la maravilla. Y tampoco sabría pronunciarme sobre la utilidad que pueda llegar a tener esa extraña figura llamada poeta. En ocasiones, imagino, será un psiquiatra; en otras, un notario; y en otras, en fin, un mistagogo que, hablando de lo sagrado, habla de sí mismo, de nosotros, o de todo a la vez. Quién puede manifestarse con claridad sobre asuntos de esa índole. Yo, insisto, no sabría hacerlo.Pero sí creo tener razonablemente claro, una vez que he leído unas pocas páginas suyas, cuándo me encuentro ante un simple escritor de versos (escalón respetable y muy frecuente) o ante un poeta auténtico. De estos últimos tenemos escasos ejemplos, porque los dioses dosifican sus regalos con infinita cautela y con inextricable sabiduría.Y uno de esos poetas auténticos, firmes e insoslayables, sépanlo y no lo olviden, vive en nuestra tierra y se llama Ginés Aniorte. Y no deberían ustedes dejar pasar la oportunidad de leerlo y admirarse con su exquisitez. Por ejemplo, en los textos que se reúnen en Los azares, donde el escritor consigue lo que parecía imposible tras Cuanto quise decir: acendrar su dicción, perfeccionarse en la escansión de los versos y conseguir músicas (métricas y del alma) que perturban y emocionan a todo aquel que tiene la feliz ocurrencia de detenerse, leer y meditar. Nuestro poeta deja claro en sus versos que “el pasado es la bestia / que acabará contigo” (p.107), pero también que “en lo oscuro sabemos de la luz” (p.52); de ahí su empeño por enfrentarse de un modo lúcido con las oscuridades que nos acechan y transformarlas en gozo consciente de vivir, en alegría exultante, en combate incansable contra la muerte. Es verdad que es enorme “el daño que hace el cielo / cuando todo lo da para quitarlo” (p.11), pero no es menor verdad que nuestra lucha contra ese destino es la que nos hace humanos, poderosos.Quien quiera conocer la hondura poética de Ginés Aniorte sólo tiene que abrir este tomo por la página 43 y leer el poema “Declive”, donde nos habla de la triste pérdida de facultades de un ser querido. Me apuesto el corazón a que, después de esa lectura, cualquier lector sensible e inteligente vuelve a la primera página y se lee el libro completo.