Revista Economía
El presidente de Mercadona, Juan Roig, en declaraciones a la prensa hace unos días, puso a los bazares chinos como ejemplo a seguir por su cultura del esfuerzo. No obstante, y por fortuna, poco tiene que ver la filosofía laboral y de calidad de la cadena de supermercados con las tiendas chinas. A continuación, ocho motivos para no comprar en esas tiendas tan peculiares: - Higiene: la mayoría de los bazares chinos carecen del aspecto aseado de nuestros cánones occidentales. El suelo tiene abundantes desperdicios, incluso es frecuente encontrar restos de comidas y olores en la tienda. ¿Alguien ha visto un chino usando una fregona en su tienda? Por no hablar de las peluquerías chinas, que todos sabemos como terminan el servicio... - Orden e identificación: las tiendas chinas no guardan ningún tipo de orden en la colocación de la mercancía en las estanterías, ni éste se atiene a las medidas necesarias de higiene y seguridad. Así, es frecuente que alimentos convivan con productos de limpieza.
- Funcionamiento: las tiendas chinas están siempre abiertas, pero es que, en muchos casos, las personas que las atienden duermen en el interior, lo que representa para el consumidor un atentado a las medidas de higiene del comercio. ¿No os habéis fijado que muchas veces parece que se acaban de levantar? Tampoco cumplen con la ley de venta de alcohol, que prohíbe suministrar bebidas alcohólicas a menores, por una parte, y a cualquier persona a partir las 10 de la noche, por otra.
- Laboral: las mayorías de las tiendas chinas no resistirían la más mínima inspección laboral, tanto por la situación legal de sus trabajadores, como por los horarios, sueldos y cotizaciones a la Seguridad Social.
- Falsificaciones: las tiendas chinas son la mayor red de venta de falsificaciones: ropa, complementos, camisetas deportivas, perfumes, juguetes de Disney…
- Facturas: muy pocas tiendas chinas emiten facturas. Cuando no imprimen un albarán sin número de CIF ni referencia a la identidad del negocio, alegan que la impresora se les ha estropeado. No contribuyen a la Hacienda Pública, de las que, sin embargo, sí se ven beneficiados.
- Garantías: los productos de venta en tiendas chinas no están sujetos a la regulación del comercio. Raramente tienen libro de reclamaciones y se hacen los tontos cuando uno quiere devolver un producto porque no funciona o está caducado. Las autoridades miran para otro lado.
- Atención al público: el trato de los cajeros y vendedores es especialmente arisco. Raramente sonríen y, por el contrario, se convierten en perseguidores del cliente durante la compra, para vigilarle y no para ayudarte. Entre otras cosas, porque no hablan español. Piensa en todo esto cuando entres a comprar a un bazar chino...