Los bemoles del Bicentenario mexicano
César Ricardo Luque Santana
Este año están en marcha los festejos oficiales del Bicentenario para conmemorar conjuntamente los aniversarios de la Independencia de 1810 de México respecto de España y de la Revolución Mexicana de 1910, mismos que se han de celebrar mediante toda clase actos oficiales como desfiles, espectáculos artísticos, campeonatos deportivos, rituales de tributo a los héroes de la patria -tanto de la Independencia como de la Revolución- entre otras actividades semejantes; mientras que de manera paralela, se viene dando también una revisión de nuestra historia nacional cuestionando las versiones oficiales que durante mucho tiempo, idealizaron a ciertos personajes al mismo tiempo que satanizaron a otros, provocando con ello una adulteración de la historia.
Esta actividad de revisión de la historia oficial tiene como propósito -al menos en apariencia- desmitificar la historia oficial de México que durante décadas se nos ha enseñado en las escuelas públicas, lo cual en sí mismo es algo saludable, sobre todo si se logra disipar mitos, mentiras, maniqueísmos e incongruencias, ofreciéndonos una visión más crítica de la misma.
Lo cierto es que desde la escuela se nos inculcó una versión romántica de la historia de México a la manera de una galería de héroes con historias de vida personales inmaculadas, creándoles una imagen casi suprahumana, generando un culto a las personalidades en sí mismas, minimizando la participación popular y desvirtuando las circunstancias de pobreza, abuso y opresión, que fueron factores objetivos que movieron a muchos hombres y mujeres a luchar por mejores condiciones de vida, sin dejar de reconocer asimismo, las ambiciones de elites de poder que manipularon y utilizaron los sentimientos de justicia genuinos de mucha gente limpia, que abrigaron la esperanza de estar luchando por un país mejor. En este sentido, en efecto hubo caudillos patriotas que se condujeron con altura de miras, mientras que otros personajes actuaron como taimados y oportunistas.
No obstante la complejidad de los movimientos y los estallidos sociales que impiden una visión maniquea de la historia, se logró instalar en el imaginario colectivo durante muchas generaciones, una imagen idealizada de nuestra historia que comenzó con Porfirio Díaz, quien buscaba darle una identidad al pueblo mexicano, proyecto que se continuó y profundizo durante la hegemonía priísta que capitalizó para su haber las luchas populares y las mejores causas del pueblo mexicano, apropiándose demagógicamente de ellas como su heredero “natural”, para “legitimarse” como los dueños del poder, al grado que el inefable líder de los trabajadores mexicanos, Fidel Velásquez Sánchez, eterno dirigente de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), uno de los bastiones corporativistas del PRI para arrasar en las “elecciones” y para las escenografías de muestras de “apoyo” al presidente en turno, llegó a decir –palabras más, palabras menos- que “llegamos al poder a balazos y a balazos nos han de sacar”, dando a entender que la democracia electoral le valía un cacahuate y que por esa vía nunca cederían el poder.
La historia oficial durante príato, permitió que el PRI se apropiara mañosamente de los personajes más significativos de las luchas de independencia y la revolución -particularmente de esta última- autonombrando a su partido como “emanado de la Revolución”, autoproclamándose de ese modo no sólo como sus herederos directos y casi únicos, con lo cual deslizaban la pretensión o daban a entender que personajes como Morelos, Juárez, Zapata, Madero y otros, fueron una especie de protopriístas cuyos esfuerzos desembocaron en la construcción del PRI, el cual dominó al país de manera monolítica durante más de 70 años.
Por ello resulta pertinente la revisión de la Historia de México, sin embargo, dicha revisión de la historia no se está realizando sólo desde una perspectiva crítica, sino que también ha representado una oportunidad de revancha de las derechas para por un lado, denostar a personajes profundamente amados por el pueblo como Benito Juárez, Emiliano Zapata y otros, considerados por ellos mismos sus enemigos históricos, tratando al mismo tiempo de reivindicar a otros personajes de la historia poco o nada apreciados por el pueblo por haber estado de un modo u otro contra los intereses de la nación. Ciertamente, la historia siempre va a ser controversial, siempre van a existir diversas interpretaciones, pero una cosa es querer esclarecer con honestidad la verdad histórica, y otra actuar tendenciosamente en forma deliberada para llevar agua a su molino. Si a esta última actitud se agrega que estamos bajo el contexto del neoliberalismo, nada mejor para los conservadores que aprovechar esta desmitificación de la historia para desdibujar la identidad cultural del pueblo de México, rompiendo con este tipo de asideros al considerar la historia mexicana como hechos anquilosados o piezas de museo sin significado alguno.
Habría que estar en guardia contra estas pretensiones de las derechas y el conservadurismo neoliberal de incurrir en una nueva distorsión de la historia, aprovechando algunos defectos y errores políticos personales de héroes verdaderos que pese a sus fallas, supieron comportarse a la altura de las circunstancias, así como la no menos dañina intención de borrar o minimizar la memoria histórica del pueblo mexicano bajo el pretexto de que hay que mirar al futuro, etc., Para ello, es importante no dejar el campo de la historia a los alcahuetes del poder desenmascarando su retórica.
Volviendo a lo mencionado al inicio de este escrito, cabría también cuestionar el sentido de los festejos “patrios”, pues a doscientos años de la Independencia y a cien de la Revolución, no sólo no hemos progresado como cabría esperar, sino que hemos tenido graves retrocesos. Vivimos actualmente en un Estado fallido donde muchos indicadores dan cuenta de que el país sigue hundido en la crisis a las que nos metieron los gobiernos neoliberales del PRI y el PAN. Estamos en los últimos lugares internacionales en el terreno de la educación básica, somos de los más corruptos del orbe, tenemos índices de delincuencia altísimos, de más secuestros, de más crímenes violentos para un pueblo que no está en guerra, somos de los países más agresivos con el medio ambiente, etc. Por si fuera poco, con la implementación del neoliberalismo desde hace 30 años, hemos retrocedido en diversas conquistas sociales, tanto respecto a los programas sociales como en los derechos laborales, y además se está volviendo a dejar en manos de extranjeros perniciosos nuestras riquezas naturales para que continúen saqueándonos.
De este modo, no sólo tenemos la tarea de reescribir la historia en sentido crítico, de recuperar la memoria histórica para construir una nueva identidad como mexicanos con base en una historia desmitificada, sino que asimismo, debemos luchar por revertir el deterioro del tejido social para (re)construir un México con mayor equidad social y una democracia más completa, tanto representativa como participativa.