El debate sobre la deserción escolar y los famosos “ninis” –aquellos jóvenes que ni estudian ni trabajan– aparece una y otra vez en la agenda nacional. Para abonar a la discusión, aquí van algunos datos.
Según el censo de 2010, había 6.71 millones de jóvenes entre los 15 y los 17 años. De ese total, 2.21 millones, es decir uno de cada tres, no asistían a la escuela. En el ciclo escolar 2010-2011 abandonaron los estudios 625,142 alumnos (de un total de casi 4.2 millones) en la Educación Media Superior, lo que representa una tasa anual de deserción del 15 por ciento.
Por su parte, la Encuesta Nacional de Deserción en la Educación Media Superior 2012, arroja una cifra alarmante: en los últimos 10 años, seis millones y medio de adolescentes han abandonado la escuela.
El resultado de todo ello es que por cada 100 niños que ingresan a la primaria, únicamente logran concluir el bachillerato 36: casi dos de cada tres acaba abandonando en algún momento. La buena noticia, si cabe el término, es que hace diez años los que terminaban únicamente eran 26.
En contra de lo que se piensa, el principal motivo de la deserción –al menos en la educación secundaria– no es el económico (de hecho se encuentra en el segundo lugar): nuestros jóvenes en gran parte deciden abandonar la escuela simplemente porque no le encuentran sentido a lo que se les enseña, es decir, se aburren.
Si bien este dato es –o debería ser– un gran llamado de atención para el sistema educativo y para los maestros, no deja de revelar un gran problema de información entre nuestros adolescentes. Para la gran mayoría, la escuela –con todos sus problemas– representa la única oportunidad de salir adelante.
Según datos recabados por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, el nivel de estudios explica en gran parte el ingreso del hogar. El ingreso en aquellos hogares en donde el cabeza de familia no tiene estudios no alcanza los tres mil pesos; en el caso de aquellos con secundaria, sube a 5,300 pesos; y aquí viene lo interesante: en donde el cabeza de familia tiene una licenciatura, las percepciones económicas se incrementan hasta casi 14 mil pesos; si se obtuvo un posgrado, los ingresos se multiplican de forma exponencial, hasta alcanzar los casi 52 mil pesos.
La conclusión es que –con todos los problemas de calidad que tiene nuestro sistema educativo– permanecer en la escuela paga, y paga muy bien. Este dato debería ser conocido por todos nuestros adolescentes, tal vez cambiaría muchas decisiones precipitadas.
Nos guste o no, permanecer en la escuela sigue siendo la mejor –o la única– opción de futuro de nuestros jóvenes. Hay que ponerse manos a la obra.
Publicado en SinEmbargo.mx, 15 de julio de 2013