Revista Cultura y Ocio

"Los besos en el pan" de Almudena Grandes

Publicado el 01 julio 2016 por Juancarlos53

Exactamente no sé por qué llevaba una serie de años alejado de la literatura de Afortunadamente la propuesta de Almudena Grandes , concretamente desde que publicó ""El club de los 1001 lectores" de debatir durante este mes de julio sobre su última novela, me ha hecho reencontrarme con su buen saber hacer, y estoy muy contento por ello.Malena es un nombre de tango". Quizás la sobreexposición pública de la escritora propició en mí una especie de hartazgo que me hizo reacio a leer sus libros.

Al leer "Los besos en el pan" no he podido por menos que pensar en aquello que decía Carlos Bousoño sobre la existencia en el mundo de unas ideas o tendencias dominantes ('cosmovisión', lo llamaba él) que en todo, y también en literatura, se imponen en distintos momentos. Centrándome en concreto en esta novela es claro que su temática forma parte de esa última tendencia narrativa española que ha venido en llamarse -al menos algunos así la denominan- " novela de la crisis". No puedo achacar a la casualidad que tres de mis últimas lecturas ( "La habitación oscura", "Farándula" y ésta) aborden el mismo asunto o, al menos, contextualicen sus tramas en estos años de dificultades y de recortes que nuestro país y los de su entorno arrastran desde 2008.

Si bien las tres obras me han gustado, la que más ha satisfecho mis expectativas literarias ha sido sin lugar a dudas la de Almudena Grandes; luego colocaría la de Isaac Rosa; y en último lugar situaría, paradójicamente, a la que centra su historia en el mundo de una profesión literaria como es la teatral: la novela de la madrileña Marta Sanz.

Lo primero que me ha llamado la atención de esta novela estructurada en tres partes -"Antes", "Ahora" y "Después"- es el aspecto tan cinematográfico que tiene. Se podría decir que las partes I y III, de poca extensión ambas, están relatadas con la característica voz en off del narrador que suele acompañar a las imágenes iniciales y finales de aquellas películas del neorrealismo italiano que querían mostrar la vida real de una localidad, de un país, tomando como crisol el barrio de una ciudad. Eso es lo que Almudena Grandes hace en "Ahora", presentar en 36 secuencias o capítulos divididos en otras más pequeñas (que por seguir el símil cinematográfico, podríamos denominar 'planos-secuencia') la realidad actual de los habitantes de ese pequeño barrio madrileño -curiosamente el barrio de Justicia, del distrito Centro- que, como dice en el apartado III bien podría ser cualquier lugar de Madrid:

"Aquí les despedimos, en este barrio de Madrid que es el suyo, distinto pero semejante a muchos otros barrios de ésta o de cualquier ciudad de España, con sus calles anchas y sus calles estrechas, sus casas buenas y sus casas peores, sus plazas, sus árboles, sus callejones, sus héroes, sus santos y sus crisis a cuestas." (pág. 223)

Muy cinematográfica es la técnica utilizada consistente en ir presentando en estas secuencias, que en principio parecen no tener relación entre sí, la vida y problemas de diversos ciudadanos del barrio (auténtico personaje del relato) para, a través del zoom, pasar de lo individual a lo general y hacer confluir a todos en una manifestación contra el cierre del centro de salud. Allí están médicos, enfermeros, pacientes, policía... todos, absolutamente, todos.

Todo en esta novela tiene un tono costumbrista-realista de película antigua. A mí particularmente me ha recordado esos seriales televisivos de los 70, -"Crónicas de un pueblo", por ejemplo-, o también, como acabo de decir, esas películas del neorrealismo italiano creado por directores como Vittorio de Sica, Roberto Rossellini, Luchino Visconti o Michelangelo Antonioni. en las que mientras el narrador hablaba en off una bella y despechugada Sofía Loren, Gina Lollobrigida, Silvana Mangano o Claudia Cardinale peleaba con sus hijos, con su marido, con el tendero, con sus suegros..., con quien fuera. Pero todo ello en un clima de sana y muy, muy, pobre felicidad.

Los personajes
Estamos ante una novela coral. El verdadero personaje es Madrid, mejor dicho, el barrio madrileño de Justicia. Los vecinos que lo habitan están sufriendo en sus propias carnes las dentelladas de la crisis. Pese a ello, estos seres humanos viven lo que les ha tocado -¡no les queda otra!- con alegría y, sobre todo, con una inmensa solidaridad. Ante la indiferencia que detectan en la Administración han creado una asociación denominada " Vecinos contra la crisis" de la que da testimonio la atestada de alimentos caja de cartón que Amalia. la peluquera, ha colocado en su establecimiento a fin de que las clientas contribuyan con lo que puedan para aminorar las necesidades de los que peor lo están pasando. A mí este personaje colectivo, el tono social del relato, el realismo costumbrista que emana del barrio, así como la organización de la historia en secuencias -más bien capítulos no numerados- centradas en un personaje [ Venancio, Diana Salgado, Adela, etc.] que a su vez se abren en otras secuencias menores que tocan a otros personajes relacionados con el que es el eje del capítulo: los nietos de Adela, Jose y Mariana; la mujer de Venancio, Pilar; la enfermera que asiste a Pilar, María; y así, me ha hecho recordar mucho "La Colmena" de Camilo José Cela, autor del que este año se conmemoran los 100 años de su nacimiento.

A diferencia de las otras dos novelas citadas (la de Isaac Rosa y la de Marta Sanz) los personajes aquí presentes, aunque representan una muy amplia variedad de tipos humanos que hay en la sociedad -la peluquera, la profesora, la enfermera, el policía, la inspectora de policía, el dueño del bar, el encargado del bar, el empleado de banca, el homosexual, el alcohólico, la limpiadora por horas, el profesional cualificado, etc.-, sin embargo cada uno de ellos presenta desarrollo individual propio. Quizás la novelista se exceda algo en su afán por no dejar fuera del marco de su narración ningún caso humano afectado o no por la crisis (niños cuyas madres no pueden alimentarlos debidamente, lesbianas solidarias, transexuales, familias vergonzantes, matrimonios que por la crisis han de arremangarse y apechugar en oficios impensables para ellos años atrás, etc.). Pero Almudena Grandes escribe tan bien, presenta a estos seres con una sensibilidad y emotividad tan sinceras que el posible exceso se difumina en la límpias aguas de la excelencia literaria.

Una' novela de la crisis'
Estamos ante una novela social, y por ello hay mucha crítica social que aparece, como todo en este relato, de una manera natural, sin estridencias, sin esa sensación tan desagradable que se percibe en otras manifestaciones de esta tendencia narrativa, en las que el autor parece decirse a sí mismo: ahora me toca meter el panfleto socio-político o la morcillita, ahora vuelvo a la historia ficticia, etc. No, en Almudena Grandes la denuncia socio-política discurre con llaneza y soltura. Así, vemos cómo la burbuja inmobiliaria vivida en España provocó la existencia de un ingente número de jóvenes sin formación con los que la crisis se ha cebado cruelmente:

"Jesús todavía no se lo cree, lo que pasa es que este chico [Toñi, el hijo de Braulio, el encargado del bar de Pascual] honrado, concienzudo, trabajador, no sabe sumar ni multiplicar con decimales. Ese es el saldo de la bonanza económica española, de los años de las vacas gordas, los pelotazos que arrancaron a tantos estudiantes de sus pupitres para ponerles entre las manos la manivela de una hormigonera. " (pág. 118).

O también cómo es difícil encontrar salidas válidas a esta crisis por parte de la izquierda dada la gran división existente en ella:
" En aquella época se llevan tal mal [ Roberto y Marisa allá en la Facultad por el año 1981, concretamente el 23 de febrero de dicho año] como pueden llevarse dos izquierdistas españoles que militan en sectores opuestos del mismo partido, o sea, peor imposible. " (pág. 111).
Y luego la novelista, que nunca ha ocultado sus simpatías por partidos o movimientos más a la izquierda del PSOE, lanza una acerada crítica a éstos cuando relata una conversación entre dos dirigentes de este partido, al que nunca nombra directamente, y leemos que dos de sus dirigentes a los que escucharon Roberto y Marisa ese 23-F decían: " ¿Es verdad lo que me han contado, que estamos en la lista de un gobierno de concentración? " (pág. 114).

Dos cosas me han gustado especialmente en esta novela. La primera es el humor que en ocasiones introduce la autora a pesar de la dramática situación y los palos que a estas familias -de clase media casi todas- la crisis les va dando. Es el caso de la médico de la pública Diana Salgado y de Pepe, su marido, quienes han visto sus sueldos reducidos y ven peligrar sus puestos de trabajo, pero a quienes el amor les reconcilia con su apretada vida:

"Nada tiene importancia después de una noche de sexo derrochador, meridional e irresponsable, como la que su marido y ella brindaron anoche a la directora del FMI y al gobernador del Banco de España mientras se compensaban mutuamente, él porque no hay cesta, ella porque le ha sentado fatal que no la haya" (pág. 91).

La segunda es la sensibilidad y profunda emotividad mostrada en algunas secuencias como aquella en la que uno de los personajes se enfrenta en solitario al diagnóstico de un bulto sospechoso:

"Ahora, cuando ha llegado el momento de elegir, se da cue nta de que las cosas buenas, las personas a las que ha querido, las que le han querido a él, los momentos y los lugares en los que ha sido feliz, la memoria de las risas, de los besos, la complicidad de sus amigos, la emoción del amor, el vértigo del sexo, ocupan la casi totalidad de su memoria. " (pág. 177)

Sin poderlo calificar de nada en concreto, sí creo poder afirmar que la novela presenta dn un elevado porcentaje una realidad, un sentir y unos comportamientos como muy femeninos. Mis amigas del grupo de lectura -la tertulia "Más que palabras..."- me dicen con frecuencia que hay obras que entienden mejor las mujeres que los hombres (lo decían, en concreto, hablando de "Americanah" de la nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie []). No sé, no sé, les he dicho yo siempre. Pero leyendo este relato me lo estoy empezando a replantear: tintes para el pelo, uñas esmaltadas, cicatriz por haber parido con cesárea, hijos, marido, novios, obligaciones culinarias...


Lo que menos me ha agradado de esta novela es esa sensación de querer agotar el cupo de casos límite provocados por el descalabro económico mundial y su más que cuestionable solucionario. ¿Cómo es posible -me preguntaba en algún momento de la lectura- que tantas cosas penosas les ocurran a estos pocos personajes de este pequeño barrio? Pero como ya he dicho antes, esta pequeña tacha se deslíe en la fluidez y gracia de la prosa de la escritora.

Conclusión
Al igual que otras novelas de la crisis creo que Almudena Grandes pretende transmitir a los jóvenes que sufren más que ninguno en sus carnes la brutalidad de la crisis la idea que la generación de los padres y abuelos de éstos teníamos bien interiorizada: España nunca ha sido un país rico, y eso no podemos obviarlo. Los años de la burbuja han provocado un espejismo del que ahora estamos despertando. La fiesta se ha acabado.

"No es que seamos pobres. Es que nunca hemos sido ricos. [...] Así que, lo siento en el alma, cariño, pero se acabó la fiesta." (pág. 162)

Es el mismo mensaje, pero situado aquí en el contexto de una pareja de clase media, -el matrimonio formado por La novela la he leído utilizando el préstamo online de las bibliotecas públicas de la Comunidad de Madrid. Es la primera vez que lo hago y esta modalidad me ha parecido magnífica. Además, creo, que el sistema de préstamo online contribuirá mucho a rebajar el pirateo de e-books, tal y como sostengo en el post Begoña y Fernando que tienen unos hijos a los que quieren-, que formula Isaac Rosa en "La habitación oscura" y también Marta Sanz en "Farándula".
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Nota:
"El libro, ¿en papel o en e-book?" [leer aquí]


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