Revista Cultura y Ocio

Los Bohemios. Anne Gédéon Lafitte, marqués de Pelleport.

Publicado el 03 febrero 2010 por Alguien @algundia_alguna

Los Bohemios. Anne Gédéon Lafitte, marqués de Pelleport. Global Rhythm Press Traductor: Gabriel Hormaechea. Páginas: 292. Febrero 2010. PVP: 21 €.

Texto original: Robert Darnton, The New York Review of Books. Fuente y traducción: ABCD.es

“Mientras el marqués de Sade redactaba Los 120 días de Sodoma en la Bastilla, otro marqués no menos libertino escribía en una celda próxima una novela igualmente escandalosa, un relato también rebosante de sexo e improperios, aunque mucho más revelador con respecto a la situación de los escritores y la escritura misma. Pero ese vecino de Sade, el marqués de Pelleport, es hoy un perfecto desconocido, y su novela, Los bohemios, se ha diluido en la memoria: sólo media docena de copias sobreviven en bibliotecas de varios países. Con esta edición sale, pues, a luz una obra fundamental del libertinismo dieciochesco olvidada desde 1790 y se abre una ventana al mundo de los poetas miserables, los aventureros literarios, los filosofastros y los plumíferos de Grub Street. Estamos ante un relato que muestra a los primeros bohemios más de un siglo antes de La bohème. [...]

Naturalmente, «Grub Street» (la expresión y el entorno) se refiere a Londres. La calle misma (que estaba en Cripplegate, un sórdido distrito infestado de delincuentes) había atraído a escritorzuelos de toda laya desde la época isabelina [...]. ¿No había algo comparable en París? Ciertamente sí: París contaba con un censo de plumíferos aún mayor, pero estaban dispersos en buhardillas por toda la ciudad, no concentrados en un único barrio [...].

[...] Tal vez esté sucumbiendo al hechizo de mi propia hipérbole: como he encontrado una novela en dos volúmenes publicada en 1790 con el título de Los bohemios, tal vez quiera creer que se trata de una obra maestra. Un juicio menos vehemente la calificaría de novela extraordinaria, escrita con ingenio y brío, pero más significativa por su retrato de la vida literaria durante el Antiguo Régimen que por su valor estrictamente literario. [...] Después de reconstruir la vida del autor, considero que es uno de los personajes más interesantes con que me haya topado en los archivos. Anne Gédéon Lafitte, marqués de Pelleport, era, según quienes lo conocieron, un sinvergüenza, un réprobo, un granuja, un provocador. Tenía gran encanto y seducía a quienes se cruzaban en su camino dejando un reguero de miseria y sufrimiento por donde pasaba. También él vivía en la pobreza porque su familia lo había desheredado y dependía de su habilidad y su pluma para escapar de la miseria. Era un aventurero que pasó la mayor parte de su vida vagando de un lugar a otro. Su itinerario siguió las rutas que conectan la calle Grub de París con la Grub Street de Londres, y la novela nos ofrece una visión picaresca de esos caminos. [...]

La Grub de París tenía muchas bocacalles que conducían a Bruselas, Ámsterdam, Berlín, Estocolmo, San Petersburgo y otras ciudades que contaban con versiones locales de la cultura representada por Grub Street. Cuando veían su carrera bloqueada, su alquiler impagado o una orden de encarcelamiento suspendida sobre sus cabezas, los escritores parisinos dejaban la ciudad para buscar fortuna en lugares donde pudieran explotar la fascinación europea por todo lo francés. Hacían de preceptores, traducían, difundían panfletos, se metían a periodistas, emprendían proyectos editoriales o promocionaban cualquier moda parisina, ya fueran gorros o libros. La mayor colonia de expatriados estaba en Londres, ciudad donde antes habían buscado refugio desde los perseguidos hugonotes hasta el joven Voltaire. Allí también había surgido una escuela de periodismo viperino [...]. Los refugiados franceses aprendieron algunos trucos del oficio en la prensa británica, pero también perfeccionaron un género propio: el libelo, es decir, el relato escandaloso sobre la vida privada de las grandes figuras de la corte y la capital. [...]

Los lectores franceses habían disfrutado durante décadas con todo tipo de revelaciones sobre la vida privada de las figuras públicas sin que ello provocara reacciones hostiles al gobierno. Sin embargo, la grave crisis política que se desata a partir de 1770 explica el cambio de actitud de las autoridades ante los libelos: a partir de esa fecha se los considerará muy peligrosos. [...] Una calumnia bien dirigida dañaba el delicado sistema de relaciones de protección y clientela que articulaba el poder político en la corte de Versalles.

Buena parte de las calumnias venía de Londres. Uno de los primeros y más notorios libelos, Le Gazetier cuirassé [El gacetero acorazado, 1771] fue escrito por Charles Théveneau de Morande, el libelista más importante en la colonia de expatriados. Su principal víctima era el canciller Maupeou y conseguió mancillar la reputación de personalidades de la corte y la capital con tan gran efecto que, cuando Morande anunció su siguiente título (un ataque a Mme du Barry, amante de Luis XV, titulado Memorias secretas de una mujer pública), el gobierno recurrió a medidas extremas. Primero intentó secuestrar o asesinar a Morande, y cuando la conspiración fracasó decidió comprarlo. Enviaron a Beaumarchais a negociar con él y, después de una serie de intrigas barrocas dignas de Fígaro, Morande aceptó suprimir la edición por la estupenda suma de 32.000 libras y una pensión anual de 4.800. Los otros libelistas siguieron su ejemplo inmediatamente. En lugar de limitarse a escribir para atender la demanda de literatura escandalosa, transformaron la producción de libelos en una operación de chantaje. Morande se retiró del libelismo para dedicarse a la carrera aún más lucrativa de espía para el gobierno francés, actividad que le dio la oportunidad de denunciar a sus antiguos colegas.

El principal sucesor de Morande fue Pelleport, que no era menos indecente pero tenía bastante más talento. [...] Invitó al gobierno francés a pujar por una serie de libelos que prometía destruir si el precio era adecuado. Se trataba de Los pasatiempos de Antonieta, un relato sobre la vida sexual de la reina; Los amores del visir de Vergennes, un ataque similar dirigido al ministro de Exteriores; y Las cenas y noches íntimas del Palacete Bouillon, que revelaba las orgías organizadas por la princesa de Bouillon y sus criados con el que fuera su pareja, el marqués de Castries, ministro francés de Marina durante la guerra americana. No ha sobrevivido ninguna copia de las dos primeras obras, tal vez porque Pelleport se limitó a inventar los títulos con la intención de escribirlas sólo si el gobierno francés ofrecía suficiente dinero. Sí imprimió, en cambio, Las cenas íntimas [...], obra a la que siguió otra mucho más dañina, El diablo en la pila de agua bendita [...]. Evitando ciertos nombres y datos comprometidos, Pelleport exaltaba a los escritores expatriados como campeones de la libertad [...]. El elenco de villanos incluía al comisario general de la policía de París, los ministros más poderosos de Versalles y Morande, el más importante de sus agentes en Londres.

Pero Morande se llevó al final el gato al agua porque consiguió unas galeradas de El diablo en la pila de agua bendita que contenían correcciones hechas a mano por el mismo Pelleport. Las envió a las autoridades francesas como prueba de [...] que Pelleport se había convertido en el jefe de las actividades libelistas de Londres; si el gobierno conseguía agarrarlo y abandonaba su política de ceder al chantaje, daría un golpe definitivo a esa industria. Utilizando como intermediario a Samuel Swinton, propietario del Courrier de l?Europe, la policía tendió una trampa a Pelletier atrayéndolo a Boulogne-sur-Mer. El 11 de julio de 1784 lo encerraron en la Bastilla [donde pasaría] cuatro años y tres meses, un período inusitadamente largo. Los pocos documentos que han sobrevivido de esos años en los archivos de la fortaleza sugieren que la policía consideraba a Pelleport una gran captura como responsable de los ataques más escandalosos a la corte. [...]

Pelleport desaparecería en la oscuridad [...] salvo por una excepción: en el Bulletin du bibliophile de 1851, Paul Lacroix, autoridad en literatura francesa del XVIII, escribió una breve nota sobre el último libro de Pelleport, una «novela filosófica y satírica, totalmente desconocida cuyos copias fueron destruidas casi en su totalidad por el impresor». [...]

Pese a la predicción de Lacroix, ningún estudioso de la literatura francesa ha prestado atención a esta obra extraordinaria, esta «obra maestra de un desconocido» bastante más aguda y maliciosa que el libro publicado con ese título por Thémiseul de Saint-Hyacinthe en 1714. Al igual que Saint-Hyacinthe, Pelleport satiriza la pedantería, pero sus pedantes son los philosophes, a quienes agrupa con otros plumíferos en una categoría que constituye un nuevo tema literario, el tema anunciado por el propio título del libro: Los bohemios.”

Ficha del Libro: Global Rhythm Press.

Dossier de prensa (PDF)


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