Después de abandonar Europa, Gran Bretaña se plantea nuevos horizontes cargados de una ambición inusitada. De hecho, su próxima consulta será la de abandonar la Tierra, incluso el Sistema Solar y emprender su camino de independencia e identidad soberana en Kepler 22b a unos 600 millones de años luz mal contados. En un plan, bien estudiado por los científicos británicos, forraran los populares taxis y autobuses con papel de aluminio, el Albal de toda la vida, acoplándoles unos cohetes alimentados con ego y un tanto por ciento aún sin determinar de narcisismo, con el que podrán iniciar tan largo viaje. Los improvisados astronautas estelares serán hibernados utilizando infusiones de Valeriana y Melisa acompañados de la lectura de cualquier libro de James Joyce. La reina se muestra entusiasmada y pretende continuar su reinado, a pesar de la descomunal distancia sideral a la que se encuentra Kepler 22b. Los británicos advierten que si encuentran alguna civilización autóctona en el desconocido planeta les obligarán a circular por la izquierda, teniendo que adoptar la milla y la pinta.