Revista América Latina

Los buenos y los malos

Publicado el 03 julio 2013 por Yohan Yohan González Duany @cubanoinsular19

obreros-calificadosPor: Yohan González Duany

Miles de adolescentes cubanos egresados de la enseñanza secundaria básica lucen por estos días ante sus familiares su título de graduado y su boleta de carrera otorgada. Muchos tienen entre 15 y 16 años, y en sólo unos meses, una vez acabe la etapa vacacional que recién comienza, ingresarán a nuevos centros de estudio. Algunos estarán a pasos de la universidad, otros estarán cerca de chocar con la vida laboral y comenzar a ganar sus primeros billetes conquistados gracias a su sudor.

Si antes de noveno grado todos los estudiantes vestían el mismo uniforme y eran considerados de la misma manera, una que vez avanzan el umbral del escalafón y las asambleas de otorgamiento ya no todos  son iguales. Ahora se dividen entre azul y marrón aunque otros puede que vistan el rígido verde. De azul los chicos del pre, de marrón los chicos de politécnicos o escuelas de oficio.

La diferencia no sólo radica en el color del uniforme: Para la sociedad cubana actual los azules son jóvenes aplicados en el estudio, los primeros del escalafón, disciplinados, inteligentes, dotados de la palabra, potenciales profesionales, son, para algunos, los buenos cubanos del mañana; los marrones, que se rezagaron en el estudio en la secundaria, quienes faltaron a las clases, quienes no tuvieron más opción que terminar de técnicos medios o como obreros calificados pues era lo que quedaba, son los chicos de zonas “complicadas”, los que casi no estudian, los que no llevan libros a la escuela y usan incorrectamente el uniforme, son, para algunos,  los malos del mañana. Mientras en unos años los egresados del pre mostrarán orgullosos sus relucientes títulos universitarios como licenciados o ingenieros de mérito, los del politécnico o la escuela de oficio serán los obreros de  salarios medios o los cuentapropistas del mañana. Elegir entre el azul y el marrón, desde hace algunos años se ha convertido en la tarea más difícil dentro de los hogares cubanos.

Hace algunos años mi familia optó por enviarme a estudiar en un IPVCE (preuniversitario con régimen interno reservado para los mejores estudiantes) antes que me fuera a estudiar un técnico medio o un obrero calificado. “Si tú eres inteligente, ¿qué vas a hacer estudiando como gastronómico o como mecánico?”, me decían algunos. Yo, que nunca soporté estar becado -como se dice en Cuba a estudiar en una escuela con régimen interno-,  no aguanté muchos días en la Lenin. Gracias a que siempre me atrajo la Informática, tuve cabida en un de los politécnicos de Informática, conocidos por aquel entonces como los pre de la calle con trabajo asegurado, de donde me gradué tres años después con un título de Bachiller Técnico Medio.

A diferencia de muchos países del mundo, donde un técnico calificado es más demandado por el mercado laboral que un licenciado, en Cuba aún no hemos enaltecido aún la figura del chico(a) del politécnico. A pesar de estar preparado para ser una persona con amplio dominio cultural, el egresado universitario siempre estará en desventaja con el muchacho del politécnico o de la escuela de oficio, pues este último cuenta con experiencia laboral, una materia que es imposible impartir en las aulas universitarias.

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¿Cuándo fue que comenzamos a subvalorar a los técnicos medio y obreros calificados?

¿Cuándo fue que comenzamos a subvalorar a los técnicos medio y obreros calificados? ¿Cuándo decidimos que era más importante contar con más profesionales que con personal técnico calificado? ¿Cómo es posible que un licenciado en Derecho sea mejor visto por la sociedad que un operario de Antillana de Acero con título de técnico medio?

Recientemente el Ministerio de Educación, encargado de atender en Cuba  la Enseñanza Técnica Profesional (ETP), ha aprobado nuevas medidas que buscan mejorar la situación de dicha enseñanza. A la decisión de ampliar las aulas anexas a centros laborales, se suma la oportunidad de que los egresados como técnicos medio o como obreros calificados puedan realizar sus prácticas en el sector no estatal.  Esto para nada es alejado de la realidad, pues la mayoría de ellos, deseosos de contar con mayores niveles de solvencia económica, terminarán ejerciendo como trabajadores por cuentapropia o lo que es lo mismo como trabajadores no estatales.

Pero estas medidas no solucionan para nada los problemas de la  ETP, unido a lo que se ha aprobado, se debe estimular una política de mejoramiento de las condiciones de los centros docentes de dicha enseñanza, que producto de años de despreocupación motivados por conceptos errados de prioridad, muestran pésimo estado constructivo. Se debe rescatar, además, la formación vocacional, permitir que los estudiantes de secundaria cuenten con información clara y precisa de qué es lo que pueden hacer cuando terminen noveno grado; y garantizar para todos, una vez culminen sus estudios,  ubicación laboral fija en puestos laborales donde puedan ejercer lo que durante dos o tres años estudiaron.

La economía y la sociedad cubana a lo largo de nuestra historia ha descansado sobre los  hombros de los trabajadores, y sobre todo, de los obreros, muchos de los cuales, antes de 1959, eran analfabetos. Debemos desechar de una vez por todas de Cuba la idea de que el individuo útil para la sociedad es aquel ha graduado en la universidad, porque un título universitario no garantiza que ser un buen o mal cubano. En la Cuba que estamos construyendo, más allá de ser universitario o no, lo que debe primar es el ser humano productivo y calificado que esté preparado para el mundo laboral.


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