El séptimo arte suele concebirse como un medio de evasión, una forma de escapar a mundos donde el Senado Galáctico decide el futuro de la galaxia o donde pitufos de 3 metros interpretan Pocahontas. Pero el cine puede llegar más allá, puede contarnos historias extraordinarias en un escenario ordinario y con ellas invitarnos a reflexionar.
Es el caso de Los caballeros blancos (Les Chevaliers Blancs), una película escrita y dirigida por Joachim Lafosse, ganador de la Concha de Plata al mejor Director en el Festival de Cine de San Sebastián de 2015.
La historia, basada en hechos reales, narra como un grupo de misioneros de la ONG Move for kids tratan de sacar de Chad, en medio de una guerra civil, a niños huérfanos con la intención de darlos en adopción a familias francesas. La película muestra con todo lujo de detalles la impotencia a la que se ven sometidos los voluntarios destinados en África, que observan como sus intentos de ayuda son limitados por una forma de proceder muy distinta a la occidental.
Al mando de este grupo misionero se encuentra Jacques Arnault (interpretado por Vincent Lindon) a quien veremos mentir y sobornar casi indiscriminadamente para reunir y rescatar a estos niños de su propio país. A su lado, trabajan Laura Turine ( Louise Bourgoin) y la periodista Françoise Dubois ( Valérie Donzelli).
El quid moral de la película recae sobre los niños. Nuestros protagonistas consideran que lo mejor para estos huérfanos que tanto han perdido en la guerra es llevarlos a Francia (CUIDADO, con medio giro de tuerca la película puede tratar de unos gabachos que compran niños en Chad para entregarlos a familias francesas). El Estado de Chad considera que esto es un secuestro en toda regla. Los padres de los poblados ven como sus hijos deben quedarse en un hogar hostil mientras otros tendrán una vida asegurada. Y en medio de este caos surgen las dudas ¿Cuáles son los límites de la intervención humanitaria en los conflictos armados? ¿Coinciden lo que se considera justo y lo que es bueno? Y así podréis pasaros toda la tarde.
Al margen del fondo argumental, la película es agradable en cuanto a sus escenas claras y papeles bien representados; además de una banda sonora bien coordinada a lo largo del film.
Tal vez no sea el estreno de un superhéroe disfrazado de murciélago, pero esta película intenta mostrar a héroes de carne y hueso, trata de hacernos ver la situación que se vive en otros lugares y desde luego consigue que nos paremos a pensar si la verdad es tan clara como solemos mirarla o si por el contrario es un precioso prisma único en cada una de sus caras y con muchos vértices que analizar.