Una cosa muy curiosa que nos ocurre cada vez que participamos en un mercadillo, es el interés que despertamos entre los caballeros... Poneos en situación; fulanita le deja caer a menganito, el domingo por la mañana, que el mercadillo de su zona de residencia está operativo ese día... Menganito sabe que no hay escapatoria posible, y que le espera una paseo de lo más aburrido entre ropa y complementos que, al menos en nuestra ciudad, es lo que más abunda. Pero, de repente, en medio del sopor, un trozo de madera aparece ante sus ojos (¡nuestras maderas!). El susodicho recupera al instante la ilusión, se acerca a nuestro puesto, pregunta, curiosea, se informa... mientras la parienta respira aliviada al tener unos minutillos libres para probarse o curiosear, sin la carabina de la cara larga al lado ¡Y todos contentos! La primera venta de nuestra vida en un mercadillo fue un espejo de bronce de pared adquirido por un amable señor. La ménsula verde mint en esquina se convirtió en el capricho de otro caballero, encargado de convencer a su esposa de lo bien que quedaría en tal o cual sitio. Y de las tablitas de flores que abajo veis, la grande y una de las pequeñas también volaron en manos de sendos varones.
Y quizás lo de las flores sea lo que más nos ha llamado la atención... Bien es verdad que nosotras adoramos estas tablas y que no hay una sola que dejemos escapar, pues desde el baño a la cocina, su toque decorativo es innegable. Pero siempre nos han parecido el colmo de la feminidad. Será por eso que los señores, sabedores de su poder de seducción, han encontrado en estas tablitas, otra forma de regalar flores...
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¿Y a vosotr@s? ¿Os gusta regalar y que os regalen flores?