Los caganer argentinos

Entre las peculiaridades culturales que los independentistas catalanes tratan de exportar por al mundo aparece el caganer, figurilla de barro que defeca frente a los Belenes en Navidades, y que acaban de copiar personajes vivos a la entrada de la Catedral de Buenos Aires.

Esa imagen de personas reales, más mujeres que hombres, dejando sus heces en el atrio era la protesta por la pérdida peronista de las elecciones presidenciales y contra el triunfo del liberal Mauricio Macri, exitoso empresario hijo de un inmigrante italiano creador de industrias partiendo de cero, como un Amancio Ortega argentino.

La reunión de caganers fue organizada por La Cámpora, la banda de corruptos sostenida generosamente por los presidentes Néstor Kirchner, fallecido, y Cristina Fernández de Kirchner, que abandona el poder sin haber podido renovarlo en su candidato, Daniel Scioli.

Aparte de que Macri promete darle un giro radical a la economía argentina para atraer inversiones, desaparecidas durante el kirchnerismo, lo que ha empobrecido el país, en política exterior ha advertido a su socio en Mercosur, Venezuela, que debe cumplir con los compromisos de libertad y derechos humanos contraídos con ese grupo de cinco países, o que debe ser expulsado.

Las protestas de los caganer argentinos no deberían tomarse como un insulto: un estudio del Servicio Geológico de EE.UU. encontró que las heces de un millón de ciudadanos contenía metales preciosos por valor de unos 13 millones de dólares.

Algo muy argentino: de los estudios psicoanalíticos de Freud sobre la fase anal, y de Ferenzi sobre heces relacionadas con dinero en los cuentos infantiles, se deduce que el gesto de los caganer y de los Cámpora se relaciona con los intereses económicos que pierden, pero que seguramente querrán recuperar con pocos escrúpulos, rebuscando en su propio producto.

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