Lucas León Simón.- Después de usar a toda América Latina como el pasillo de su casa. Después de invadir la República Dominicana en cuatro ocasiones, la isla de Granada en tres, Panamá en dos, ocupar la tercera parte del territorio de México, introducir dictaduras en Chile, Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Argentina, Bolivia y Colombia.
Después de invadir Afganistán y permanecer ocupando el país desde 2001. Después de invadir y declarar la guerra a Irak y causar dos millones y medio de muertos y apropiarse de todo el petróleo del país. Después de bombardear e invadir Libia por el mismo deleznable motivo, desestabilizar Siria, Túnez y Egipto con el pretexto de “la primavera árabe”, un señor llamado Obama, le dice a otro señor –no menos imperialista- llamado Putin, que ocupar la península de Crimea es “contrario al derecho de las naciones y de los pueblos y a la carta fundacional de las Naciones Unidas.”
Las carcajadas se oyeron en Sebastopol. ¡Nunca mejor dicho! Y es que, como he oído el pasado fin de semana a personas que me merecen el máximo respeto, la “globalización” ha concluido. Ahora hay algo de “mundialización”, pero eso que le ha dado de comer caliente a un centenar de teóricos de conferencia pagada, la “globalización”, ha dejado de tener adeptos. Volvemos a la política de “esto que está cercano es mío” y las subvenciones de cultura se las damos a la FAES que para eso mandamos.
En los húmedos bares de Kiev hay nazis, con bates de béisbol y cabeza rapada –que también los hay a nivel de vicepresidentes en el gobierno de Turchínov-, un gobierno surgido de un golpe de estado clásico de la extrema derecha y contra el que los cínicos defensores de las libertades y de la vida no han dicho ni mu. Hay fascistas netos en los ayuntamientos y parlamentos de España, en Francia andan sueltos y en mayoría y en Grecia viven un amanecer dorado.
La libertad agoniza en el mundo, y vuelven los mismos y las mismas ideas que después de las cámaras de gas y los campos de exterminio creíamos que no volverían nunca. La violencia es hoy una de las formas que adopta el aire: ciclogénesis explosiva, le llaman.
Y la resolución de los grandes problemas del paro, el hambre y la pobreza se encomiendan a vírgenes del Rocío, cristos de Medinaceli o a la intercesión de Santa Teresa, mientras los sicarios del crimen disparan balas de goma y gases asfixiantes a las manadas de hambrientos de su innombrable Tercer Mundo. El Apocalipsis está cerca. No hay más que verle la cara a Rajoy, o a Rouco desprimado, vendiendo “recuperaciones” de la economía y creación de puestos de trabajo netos.
Dios ha resucitado. En forma de Gallardón y Fátima Báñez. No tienen una moral profunda que no quiebre un sobresueldo bien dotado, pero están ahí. Hacen leyes y ponen cadenas. ¡Vivan las caenas!, dicen, o cantan, en las sedes peperas.
Miro dentro de mí mismo y veo los sueños perdidos. Ahora mismo me conformo con que salga en sol en mi azotea y con que Marhuenda no esté en la tele.
La República.es