Por Eduardo Montagut
Los carbonarios (carbonari, en
italiano) eran los miembros de una sociedad secreta, la Carbonería, que fue
fundada en Nápoles a principios del siglo XIX en los tiempos de la ocupación
napoleónica. Sus ideales combinaban el liberalismo con el nacionalismo.
Su
modelo de organización y sus procedimientos conspirativos e insurreccionales
marcaron los inicios de los procesos revolucionarios liberales en Italia hasta
1830. También hubo carbonarios en Francia (Charbonnerie), en Portugal (Carbonária)
y en España, gracias a los italianos emigrados o exiliados. Para el caso
español existe una obra muy curiosa de Vicente de la Fuente que, en 1870,
publicó una Historia de las sociedades
secretas antiguas y modernas en España, donde dedica un capítulo a los
carbonarios en España (págs. 327 y ss.), desde una perspectiva claramente
crítica hacia las sociedades secretas.
Los carbonarios comenzaron siendo contrarios a
la política seguida por Murat, pero cuando terminó la ocupación francesa se
enfrentaron a la Monarquía de Fernando I de las Dos Sicilias, que había
repuesto, en plena época de la Restauración, el absolutismo. Fue un momento de
crecimiento de la Carbonería, ya que recogió el malestar de la burguesía urbana
del reino ante la política real favorecedora de los intereses de la nobleza
terrateniente.
Los carbonarios se extendieron, también, por
el norte de Italia, especialmente en la Lombardía y la Emilia-Romagna, al
conseguir el apoyo de Filippo Buonarroti, que, sin ser carbonario, se identificaba
con sus ideas.
Después del Congreso de Viena (1815) los
carbonarios abrazaron con fuerza, además de las ideas liberales, un marcado
nacionalismo italiano, especialmente contra el dominio austriaco. De todas las
formas, no hubo unanimidad en el seno de la Carbonería sobre el sistema
concreto de gobierno que se quería en Italia, aunque se partiera del
liberalismo.
En 1820, la Carbonería tuvo un destacado
protagonismo en la Revolución napolitana de ese año. La influencia del ejemplo
de sublevación liberal de Riego en España fue evidente. Michele Morelli y
Giussppe Silvati, dos oficiales, y el general Gugliemo Pepe marcharon, a
principios de julio, desde Nola hacia Nápoles, al frente de varios regimientos
de caballería. El rey Fernando I aceptó conceder una constitución y el
establecimiento de un parlamento, como había hecho Fernando VII en España. El
éxito alentó a los carbonarios piamonteses. En marzo de 1821 consiguieron el
establecimiento de un sistema constitucional en Turín.
El sistema de la Restauración no iba a dejar
que en el sur de Europa -España, Portugal y parte de Italia- triunfasen
sistemas políticos liberales. En febrero de 1821 un ejército derrotó a los
insurrectos napolitanos. En el norte, el rey Carlos Alberto de Saboya pidió la intervención
de Austria. En el mes de abril un ejército austriaco derrotó a los insurrectos
piamonteses. A continuación, se desató la represión contra los carbonarios.
Pero los carbonarios siguieron conspirando por
la causa liberal y nacionalista. Hubo carbonarios en la Revolución de 1830 en
París. Los carbonarios italianos se levantaron en Módena y los Estados
Pontificios. En esta ciudad, Ciro Menotti tomó la iniciativa, pero fracasó por
la traición del duque Fernando IV de Módena. Menotti fue condenado a muerte.
Por su parte, en los Estados Pontificios la revuelta se extendió en febrero de
1831 por Bolonia, Reggio Emilia, Imola, Faenza, Ancona, Ferrara y Parma, con un
claro protagonismo de los carbonarios. Se estableció un gobierno provisional
bajo la bandera tricolor, pero el cuerpo de la milicia que marchó hacia Roma
fue aniquilado por las tropas austriacas llamadas por Gregorio XVI.
En el seno de la Carbonería comenzaron a ganar
peso los que comprendieron que solos no podían imponerse a Austria, la gran enemiga.
La estrategia para conseguir sus objetivos debía cambiar. Mazzini decidió crear
otra organización, la “Joven Italia”, en la que ingresaron muchos antiguos
carbonarios. La Carbonería siguió existiendo, pero sin casi actividad, hasta su
final en 1848.
El origen social de los carbonarios se
encuentra en la burguesía, aunque también hubo nobles entre sus miembros.
Algunos importantes personajes italianos del momento fueron carbonarios o
estuvieron cerca de los mismos: Silvio Pellico, Antonio Panizzi, Giuseppe
Mazzini, etc.
Así como la masonería se basaba en los
símbolos de la construcción, los carbonarios lo hicieron en los del gremio de
carboneros, es decir de los que preparaban el carbón y lo vendían. La
Carbonería adoptó muchos de los procedimientos y rituales masones. En relación
con los miembros, estaban los aprendices que, con el tiempo se convertían en
maestros, aunque nunca antes de seis meses. Había juramentos de fidelidad y
todo bajo el más estricto secreto, que si se vulneraba se pagaba con la vida.
Para identificarse usaban un lenguaje de signos secretos en los apretones de
manos. También había signos relacionados con la jerarquía: los maestros
llevaban un hacha y los aprendices un haz de leña en la solapa.
Como toda sociedad secreta, la Carbonería
tenía una organización jerárquica muy bien definida. Las células o núcleos
básicos eran los barracones o barracas (baracca, en italiano), que se agrupaban
en las ventas (vendita), aglomeraciones más grandes, y éstas dependían,
a su vez, de las ventas madre y de las altas ventas. Por otro
lado, había un sector o logia civil, dedicada a labores de propaganda política
y otra logia militar, destinada a fomentar acciones armadas e insurrecciones.
Los carbonarios aparecen en la literatura de
la época. En este sentido, la principal obra es, sin lugar a dudas, Vanina
Vanini de Stendhal. Se trata de una novela corta que relata la historia de
amor de la princesa Vanina y un miembro de los carbonarios. En castellano
tenemos una reciente traducción en la editorial “Periférica”. Roberto
Rossellini llevó la novela al cine en el año 1961 con el mismo título.