Revista Cultura y Ocio

Los casos de Elías Gómez (y 2)

Por Cayetano
Los casos de Elías Gómez (y 2) Imagen tomada de aquí
Resumen: Un enano del circo acude al despacho de Elías Gómez para solicitar ayuda,  dado que sufre maltratos por parte de dos compañeros de trabajo: la mujer barbuda y el domador. —Ha venido usted al lugar adecuado. Veamos. Necesito saber los nombres de los acosadores y dónde está situado el circo. Me dijo que el domador se llama Nicolás. Con eso me vale. ¿Cómo se llama la mujer barbuda? —La mujer barbuda es rusa y se llama Tatiana. Y el circo es el Universal, que está montado en la Plaza de la Constitución, muy cerca de aquí. Estaremos todavía un mes o así. —Creo que tenemos suficiente tiempo. ¿Cómo se llama el dueño del circo? —Todos le llamamos Charlie. Él, además de ser el propietario, actúa de payaso. Por cierto, que hace dos días se le murió el clown que actuaba con él y ahora, de momento,  hace las bromas él solo. —Eso lo vamos a remediar nosotros. Ha dado usted con el sitio adecuado para resolver su problema. De momento, para sufragar los primeros gastos, me debe hacer un depósito de 350 euros. ¡Ceferino, asómate que tengo tarea para ti! —Dígame, don Elías—dice el aludido, esmerándose en el tratamiento para dar más categoría al bufete, asomando el pescuezo tras la puerta de atrás, la que da a la cocina— ¿Quién es el peque? —Pareces tonto, Ceferino. El señor es don Blas y trabaja en el circo—dirigiéndose al cliente—. Discúlpele. Es corto de vista, aunque inofensivo. Se lo aseguro.
—No se preocupe. Ya estoy acostumbrado a que me confundan. Los casos de Elías Gómez (y 2) —Perdone usted la confusión— se disculpó Ceferino, cerrando tras de sí la puerta de la cocina para impedir que el olor a coles se adueñara del ambiente, ya de por sí algo cargadillo. —Ahora cuando se vaya el señor, hablaremos de cuál va a ser tu cometido. Usted, amigo Blas, puede marcharse tranquilo. Déjelo todo en mis manos. Deme un teléfono y ya le llamaré cuando haya algo. —Aquí tiene mi teléfono y el dinero que me ha pedido. Me voy. Espero pronto noticias suyas. —Hasta pronto. Le llamaré.
Y dicho esto, salió del despacho.

—¿Qué me querías?— preguntó Ceferino algo escamado, una vez que el cliente cerró tras de sí la puerta. —¿Qué tal se te da el escenario? A ver, repite conmigo… ¿Cómo están ustedeeees? —¡¿Cómo?!— preguntó el cuñado abriendo los ojos como platos.
—Comiendo. Vamos que te vas ahora mismo al Circo Universal, preguntas por Charlie que es el dueño y te ofreces como clown becario para que te haga una prueba. Mira que si encuentras al final tu vocación dormida… Si no te contrata de payaso, te me ofreces de lo que sea: de taquillero, de limpiar la caca de los elefantes, de dar de comer a los leones, de lo que sea…Tú ofrécete a trabajar por casi nada. Verás cómo te cogen. Tu misión será vigilar al domador y a la mujer barbuda cuando se dediquen al acoso de nuestro cliente. Ya sabes: fotos, grabaciones… ¡Venga, arreando que es gerundio! Los casos de Elías Gómez (y 2) Imagen tomada de aquí Al final, Ceferino logró un empleo en el circo. No de lo que imaginaba, puesto que el propietario decidió incorporar precisamente a Blas, el hombre diminuto, como ayudante en su número de payasos. Al cuñado del detective le contrató como colaborador del mago y del lanzador de cuchillos para cuando estos precisaran de su ayuda. Cuando no realizaba estas labores, se dedicaba a tareas de limpieza, puesto que tanto los animales como el público solían dejar todo perdido de cagadas, meadas y envases vacíos. Y era precisamente desde ese menester de donde pudo efectuar su labor de espía, pues, aparentemente absorto en su faena, pasaba desapercibido para los demás. Y, con escaso disimulo, mientras  barría  boñigas de camello, cagajones de caballo  y truños de león, pudo efectuar algunas fotos con su minicámara acoplada a la escoba con cinta adhesiva. Una de las chapuzas habituales del amigo Sardón.
Foto nº 1: el domador hace restallar su látigo a un centímetro de la cara de Blas, quien aparece guiñando un ojo y torciendo el gesto como para minimizar el posible impacto. Foto nº 2: la mujer barbuda, sentada sobre un taburete, aparece azotando el trasero de Blas con una alpargata de esparto mientras se ríe a mandíbula batiente. Foto nº 3: la mujer barbuda y el domador sujetan al Blas en el aire cogiéndolo cada uno de una oreja, haciendo ademán de colgarle en el tendedero junto al resto de la colada del día. Foto nº 4: Blas se muestra sentado en el suelo, atado de un pie a la jaula del león, mientras el elefante, de la mano del domador, aparece con la pata levantada en ademán de darle un pisotón. En la foto se puede apreciar la cara de terror de la víctima.
Ceferino Sardón entró, sonriente y triunfante, en el despacho de su cuñado y le echó sobre la mesa  el sobre con las fotos, como quien pone sobre el tapete un póquer de ases.

—Fantásticas fotos—comentó el detective—. Son suficientes. Ya tenemos lo que buscábamos. Misión cumplida. Se les va a caer el pelo a esos dos. Has hecho un buen trabajo.  —Me costó lo mío—añadió Ceferino—; pero al final lo logré. —Genial. Que digo yo que tú sigas trabajando en el Circo como si nada. Solo el resto del mes. Total son veinte días más. Es para no levantar sospechas mientras tramitamos la denuncia.  Además, nos vendrían muy bien esos 600 euros que te van a pagar. Voy a ser generoso contigo: 600 de tu trabajo, más 350 de la provisión de fondos del señor Blas, más otros 350 que le sacaremos por tramitar la denuncia y pasarle las fotos… ¡Tocamos a 650  cada uno! ¿Qué te parece? —Me parece que tienes un morro que te lo pisas. Si no fuera porque eres mi cuñao y mi hermana es una santa…


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