Puntual, como ya lo hemos señalado, cada tres o cinco meses la mano de la muerte nos arrebata una vez más una cara conocida y querida: Alfredo, Pato, Catania murió hace unos pocos días víctima de un CANCER ESTOMACAL, dejando a la tradición del teatro costarricense sin una de sus más importantes incorporaciones.
Pocos sabrán que a finales de los 60’s los esposos Carlos y Gladys, junto a Alfredo Catania, llegaron al país en una gira por Centroamérica ni que después de mucho ir y venir por distintos lugares, al final, Costa Rica fue becada con una nueva propuesta teatral a la que se desarrollaba en el país. Dicen mis hermanos mayores y tío Diego que el país era otro entonces: teníamos teatro. Puestas en escenas de obras magistrales porque existían las artes escénicas del Teatro Universitario, fundado por Lucio Ranucci en los años 50, el Teatro Arlequín –al que perteneció Sáenz, junto a Daniel Gallegos, Kitico Moreno, Ana Poltronieri y otros pioneros– quienes desarrollaron un teatro un teatro más vivo, es decir que el teatro se volvió una profesión realista a la que asistíamos deslumbrados...
Consideramos entonces justo, mencionar aunque sea por encima que el nombre Catania, estuvo formado por los esposos Gladys y Carlos quienes junto con Alfredo, desarrollaron una incansable labor cultural por más de 20 años que, (como patria) nos llevó a grandes reconocimientos en materia teatral costarricense a nivel internacional.
Papá decia que en su opinión fueron ellos los artífices de la consolidación de artistas emergentes como Eugenia Chaverri, entre muchos otros y del realce que a partir de entonces tuvo el teatro nacional; aunque por entonces Guido Sáenz; quien ya sabemos sobre su polémica figura en materia de arte y cultura, hizo uno de sus mejores gestiones para lograr su permanencia e incorporación al país, pues los argentinos traían la tradición sudamericana del teatro comprometido políticamente que con escasa utilería, en escena, eran capaces de interpretar varios personajes a la vez, sin dejar de lado el hablar de problemas comunes a la gente, con un planteamiento estético distinto del teatro realista conocido en el país.
Yo en cambio recuerdo más el enorme pez de colores que durante muchos años fue el Teatro La Carpa apostado a un lado del Morazán actual y un salón francés de corte de cabello, en lo que ahora es el parqueo de uno de los tantos casinos que ahora existen por la zona, a las que mis hermanos y yo, cuando la educación pública y privada daba énfasis al estudio del teatro como forma de acentuar los valores de éticos y morales, la observación, constancia y el pensamiento sesudo y no esa secuencia inestable entre lo vulgar y lo corriente que es la tónica actual.
Mamá agrega que en su visión, y ella lo sabe porque muchas veces, aun antes de que nos los dijeran en el colegio nos llevó a ver Las fisgonas de Paso Ancho (1973), Juana y Pedro (1974), La familia Mora (1974), El farsante más grande del mundo(1975), Puerto Limón (1975), Esperando a Godot (1979) y La fiaca (1981), lo más importante de ellos es que siendo argentinos amaron este país al punto de desarrollar la obra de los teatreros de esos años, y que prácticamente en silencio, de los años 70 y 80, y porque se les acabó el hospedaje del MCJ, toda Costa Rica descubrió que tenía autores como Gallegos, Sáenz, Rovinski, autor este último que lo llevaría a uno de los mayores triunfos de su carrera: El martirio del pastor, 1987, obra está que incluso se estrenó en Nueva York, México y otros escenarios internacionales.
Entonces, la vida costarricense de Alfredo Vicente Catania Rodríguez, “Pato” para los amigos, nació en Santa Fe, Argentina, el 26 de enero de 1934, se resume en más de 90 obras producidas, 12 premios nacionales y varias generaciones formadas bajo la égida de su mirada...
En Argentina, tras estudiar teatro en la escuela de teatro local, trabajó como promotor cultural y director teatral por varios años y, en 1957, fundó el grupo Teatro de los 21 que, durante años, ofreció presentaciones en varios países de América.
No sabemos mucho más de los Catania que volvieron a su tierra natal, solo que al igual que el hermano él también fue actor, director y dramaturgo y que ancló su vida en el país tras, su debut en los escenarios costarricenses; pues desde un inicio siempre fue claro que era estricto como maestro, firme como director y generoso como intérprete.
Su actividad teatral, hasta principios del 2010, casi nunca tuvo un alto: del 2000 al 2007 estuvo muy activo: OLIMPIA y una nueva puesta en escena de PUERTO LIMÓN. En el 2007 junto con su hija Andrea presentó una exitosa adaptación de Herman Melville Bartleby, El escribiente. El pasado jueves..... de noviembre, dejó caer el telón para siempre...
Para La Coleccionista de Espejos:Los Fernández de los Barrios del Sur...