Revista Salud y Bienestar
El padre había acudido con sus dos hijos a nuestro servicio... Tras comprobar que se trataba, en ambos casos, de catarros banales de varios días de evolución, que no requerían mucho más tratamiento que una buena hidratación y, apurándome Ud. mucho, alguna ayuda sintomática puntual, mientras cumplimento los informes clínicos observo que el niño comienza a mostrar signos de una cierta impaciencia...
-. ¡No vamos a llegar! - le dijo a su padre
-. ¡Tranquilo, que nos da tiempo!
-. ¡Hay que ver qué prisa tienes! - le dije al muchacho por participar un poco - ¿Adónde tienes que ir con esa prisa?
-. Es que a las once y media tengo que jugar un partido de fútbol...
Miré al padre y no pude evitar comentarle:
-. Le invito a pensar en ello: ¿Le parece a Ud. normal traer a un niño aquí, con las prisas de saber que al poco tiene que ir a jugar un partido de fútbol?... ¿Piensa de verdad que su hijo debe ser atendido en un Servicio de Urgencias?.
El padre me respondió con una sonrisa evasiva y distraída...
Enseguida pude comprobar que mi invitación a la reflexión no había conseguido ningún calado en su entendimiento, porque aún viendo que la sala de espera rebosaba hasta la bandera, se despidió diciéndome:
-. Doctor, ya que estoy aquí le voy a pedir un favor: ¿le importaría tomarme la tensión?