Revista Opinión

Los “cazadores de morosos”

Publicado el 12 marzo 2015 por Javiersobrevive

foto de perfilCuando mi madre me llama insistentemente aunque en un principio no haya cogido el teléfono es porque siempre sucede algo, esta vez también. “Javier, te ha llamado a casa un tal Ángel Jiménez que dice que habéis trabajado muchas veces juntos pero que ha perdido tu teléfono y que tiene algunos trabajos para ti”. Yo, que no soy tonto y que se perfectamente que cualquier persona que yo conozca nunca se le ocurriría buscar el teléfono de mis padres si no me localiza le dije a mi madre: “Mamá, es mentira. Debe ser algún asunto pendiente de la empresa y están a ver si te consiguen sacar mi teléfono móvil”. Eso para mi era evidente, pero yo quería evitar molestias a mis padres por lo que le pedí el teléfono de ese “supuesto socio mío” y ponerme yo en contacto con él; a pesar de las molestias que sabía me iba a causar prefería que esas molestias fueran para mi en lugar de para mis padres. Mi madre me insistía en que no le llamara y que ya le despacharía ella, pero yo decidí que lo mejor era evitar más preocupaciones a mis padres puesto que ya habían tenido bastantes conmigo. “Si mira, el número es 647 629 459, se llama Ángel Jiménez”.

Acto seguido llamé por teléfono, tras coger el teléfono le di mi nombre y le pregunté diréctamente: “¿quién es usted?” “Soy Angel Jímenez, soy de la empresa El Buda del moroso y le llamaba en relación a una deuda que tenía su empresa contraída con la empresa X por importe X.” Hablé con él, le dije que no tenía dinero para abonárselo, le expliqué mi situación actual de lucha por la supervivencia y que las circunstancias no eran las más adecuadas. Le expliqué también que parte de mi problema con mi antigua empresa se había debido a dos estafas que yo había sufrido por valor de 100.000€ y que daba ya por absolutamente perdidas puesto que habían sido eso, dos estafas. A este tal Ángel pareció interesarle mucho ese asunto de los dos grandes impagos que yo había sufrido, me pareció normal el interés, pero me extrañó un interés más grande. Prosiguió: “si quisiera sentarse a firmar un acuerdo le podríamos hacer una quita de ¡casi un 80%!” Yo me negué a esto, primero no puedo sentarme con alguien que no conozco a hablar de una deuda que, de momento, el no ha demostrado que esté en su poder, que sea suya, él no me había enseñado ningún documento. En segundo lugar era una deuda de, por lo menos, 2007 y ya juzgada, no entendía la aparición de la misma en manos de gente así y menos cuando la empresa afectada en ningún momento se había puesto en contacto conmigo para reclamarme nada, salvo el proceso judicial. Además yo no puedo sentarme a firmar un acuerdo que se que hoy por hoy no voy a poder cumplir. Le dí las gracias por su amabilidad y educación,. que me sorprendieron, y nos despedimos. Ingenuo de mi no me había dado cuenta que ese era el “poli bueno”, aunque al terminar la conversación ya llegó la primera amenaza: “es que si no mi empresa va a empezar con el procedimiento habitual y ya sabes que no sirven de nada ni las denuncias.”

Pasada aproximadamente una hora recibo otra llamada, número 607 367 482, en este caso me había tocado el “poli malo”, era evidente. Su forma de hablar, su nerviosismo, chulería y agresividad así me lo demostraron. “Hola, soy el señor X…” Siento no recordar su apellido, vocalizaba tan mal y hablaba a tanta velocidad y con un nerviosismo tal que fui incapaz de quedarme con el apellido, pero era Rodriguez o Gonzalez o algo así; no importa demasiado porque desde hace un tiempo tengo un programa en el móvil que graba todas mis llamadas sin excepción, todas estas también. Se identificó el tal señor X como miembro también de la empresa de marras y lo primero que me espetó es que ya estaba bien, que menuda cara por haber tomado el pelo al señor Jiménez de la forma en que lo había hecho en la llamada anterior. Me gritó de muy malas formas que tenía que pagar, Yo le dije literalmente: “como ya le he dicho a su compañero…” Me resultó chocante porque no me dejó acabar la frase: “no es mi compañero, es mi empleado porque yo soy el gerente de la empresa.” A pesar de la tensa situación la frase me hizo cierta gracia porque ya me hacía a la idea de qué clase de persona podría decir una frase así. Me dijo que o nos sentábamos a negociar eso, y que tenía que agradecerles la gran quita que me habían hecho, o iban a perseguir a mis padres, hijos, ex mujer o a mi hermana, si hacía falta, (todo esto literalmente). Que yo no sabía quienes eran ellos y que me iba a enterar si no atendía sus demandas, en fin que no me podía imaginar de lo que eran capaces. Tras darme su dirección de Madrid, donde debía acudir a la reunión, me colgó. Sorprendentemente una dirección de Madrid distinta a la que figura en su página web.

Yo tenía claro que no iba a ir a una reunión así y menos yo sólo, mucho más después de decirme el tal señor X que no me iba a pasar nada, basta que te digan eso para que pienses lo contrario. Todavía hubo tiempo a lo largo de esa tarde para una última llamada desde el número 637 472 390 al cabo de la hora de la última llamada, una llamada que no servía para nada más que para machaque psicológico, como un ehh, que no ha sido un sueño, que estamos aquí.

Al día siguiente y tras consultar con varias personas, tener claro que era posible que no fuera la primera vez que esa gente llamaba a mis padres, y alguna de esas llamadas con amenazas, decidí ir a la policía y denunciar los hechos. En primer lugar porque las amenazas eran claras y evidentes, yo puedo entender que una persona trabaje de cobrador, pero el trato mafioso de un representante de una empresa, en teoría, legal como esa no lo entiendo. Si alguien tiene algo que decir sobre ese asunto soy yo, ni mis padres, ni mis hijos, ni mi ex mujer, ni mi hermana tienen nada que ver con eso. Aunque sólo les hubiera citado, el mero hecho de citarles ya es una amenaza y más existiendo esa amenaza real, la cual yo no puedo permitir. En tercer lugar, como he dicho antes, todas mis llamadas se graban, no hace falta que yo demuestre nada, ahí están las propias llamadas para demostrarlo.

Un director de banco, al que aprecio mucho, me dijo muchos años antes de que me sucediera a mi todo esto: “Javier, acuérdate de esto, el 95% de los morosos son morosos involuntarios, gente que por una circunstancia u otra le va mal en la vida y no puede atender sus compromisos para su desgracia; sólo hay un 5% de morosos hijos de puta, que son profesionales de ello y que piden dinero con intención de no devolverlo”. Tal y como me dijo el policía donde presenté la denuncia mi denuncia era muy habitual en estos tiempos. Hay muchos problemas económicos y los abusos de estas empresas son habituales.

Estas empresas juegan con muchos elementos a su favor, el miedo, el mal estado psicológico del moroso y la vergüenza. Es muy duro para una persona que no le paguen, pero también lo es para el que no lo hace porque no puede. Yo por desgracia me he visto en las dos circunstancias, una vez fue por dos estafas (100.000 euros) y otra vez fue por una devolución de Hacienda (150.000 euros) que recibí con más de un año de retraso y que provocó mi ruina absoluta puesto que cuando llegó todo se había derrumbado, me refiero a bancos claro, fue como si hubiera intentado inundar un desierto con un cubo de agua. Para nadie es agradable cerrar un negocio, nadie justifica sus deudas porque también afectan a otras personas, pero de ahí a la persecución y humillación pública va un trecho muy largo.

En realidad escribo todo esto no porque quiera contar mi vida, preferiría contar que soy un auténtico triunfador forrado de pasta y que la vida me va a las mil maravillas, pero no es así. Lo cuento porque se que hay mucha gente pasando por lo mismo y que no abre la boca por miedo y sobre todo por vergüenza. Las circunstancias de la vida son las que son y algo como esto no puede justificar ni la persecución de una familia, ni su humillación pública, ni violencia, como ha sucedido en algunas ocasiones. Todo el mundo se puede equivocar, nadie estamos libres, hoy te puede ir muy bien y mañana muy mal, a mi me ha pasado. Yo tengo la suerte de estar empezando a recuperarme, ¡después de casi ocho años! Pero es muy difícil, y en un país como España mucho más. Aquí hay más persecuciones por asuntos económicos que por delitos de sangre, eso no puede ser. No se puede anular civilmente a las personas como se las anula, y mucho menos después de sufrir una crisis como la que estamos sufriendo, hay muchísima gente afectada y eso se ve en la calle.

Yo no justifico ni mis deudas, ni mis errores, pero tampoco veo justas ni las persecuciones, ni las amenazas, ni mucho menos a mi familia, mi familia es una afectada más, no es culpable de nada. Lo mejor para que haya el menor miedo y vergüenza posible es contar las cosas y no ocultarlas, yo las hago públicas, y las hago públicas por si mi experiencia le puede servir a alguien de algo y sobre todo para que se dejen de cometer estas injusticias, para nada proporcionales con la falta. Que nadie piense que yo justifico los impagos, el primer perjudicado por ellos he sido yo, los mismos impagos y retrasos que a mi me han hecho han provocado mi caída.

Mi familia ha sufrido mucho todo lo que me ha pasado; el primero yo mismo con un matrimonio roto por estas circunstancias. En segundo lugar mis hijos, todavía muy pequeños cuando sus padres se divorciaron. A partir de ahí padres, hermanos y demás familia está afectada, ese ya es un gran castigo; yo ahora voy a proteger y a defender tanto a mi familia como a mi mismo con uñas y dientes, no voy a permitir a nadie que venga a amenazarnos como han hecho estos tipos.

Espero que esto pueda servirle a alguien de ayuda y que se acaben este vampirismo reinante ahora en España con el que tanta gente vive de maravilla de las desgracias ajenas y sin ningún tipo de escrúpulo.


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