Se ha hablado miles de veces sobre este tema y hoy, desde mi experiencia con mis hijos, me toca a mí.Hay por ahí un ejemplo para explicarlos que me encanta y es el de asimilarlo a unos cuernos con nuestra pareja con el fin de poder empatizar con los sentimientos de nuestros hijos.
Imaginaos por un momento que vuestra pareja “amenaza” durante nueve meses con traer a otra mujer/hombre a casa y que finalmente lo trae y te dice: -Cariño, a partir de hoy tendrás que compartir todo con ella / él, incluido a mí, yo la voy a querer, a besarla, a abrazarla y a hacerle el amor cada día y además le tendrás que prestar tu ordenador, móvil, juegos… pero tú no te preocupes que yo te voy a seguir queriendo igual, no pasa nada…-.¿Cómo os sentiríais ante este hecho?, mal… ¿verdad?, sobre todo si realmente os sentís enamorados de vuestra pareja.
Y es que nosotros somos el primer gran amor de nuestros hijos, en cierto modo están “enamorados” de nosotros, sus padres, pues somos los que les damos todo el amor, afecto y cariño que necesitan, somos el centro de su pequeño gran mundo.
Cuando otro bebé llega a casa el mundo de nuestro hijo mayor se desmorona y ya no tanto porque sienta celos sino porque la vida que había tenido hasta ahora, toda su vida, ahora tendrá que modificarse drásticamente sin que ni siquiera le hayamos consultado si querían ese cambio.
Por mucho que los queramos, por mucho que intentemos que “no se note”, por mucho que le demos mimos y cariño e intentemos que todo esté como siempre, no podremos lograrlo, simplemente porque todo ha cambiado, no solo la vida de nuestros hijos sino también la nuestra propia, ¿o acaso no nos cuesta bastante adaptarnos a la nueva situación, organizarnos y vivir como antes?
Hasta entonces hemos sido el centro de su mundo y ellos también han sido el centro del nuestro. Todo nuestro tiempo ha sido para dedicarlo a ellos, siempre junto a nuestro pequeño/a, jugando, enseñando, acompañando, educando, amando…teniendo paciencia y criando con amor.
Pero cuando nace nuestro nuevo bebé debemos darle el tiempo que necesita y se merece. Aunque intentemos que nada cambie es un hecho que nuestro nuevo bebé no solo va a necesitar que le cambiemos pañales, le demos el pecho o un bibi y lo pongamos a dormir. Nuestro nuevo bebé pasa a tener las mismas necesidades que su hermano mayor en cuanto afecto, cariño, mimos, estimulación, juegos, brazos, besos…todo lo que abarca su lado más emocional y racional, no solo el fisiológico. Para un bebé es vital que estemos todo el tiempo junto a él, nos necesita tanto o más que su hermano que ya sabe valerse por sí mismo en muchos aspectos en comparación con un recién nacido.
Entonces, ¿qué podemos hacer para que nuestro hijo/a mayor lleve mejor esta situación y la supere lo más pronto posible?
Ahí van una serie de consejos personales desde mi propia experiencia y desde la experiencia de las mamás que me consultan sobre el tema:
- Darles tiempo y tener paciencia: el mismo o más del que nosotros mismos necesitamos para hacernos realmente con la nueva situación familiar. Darles el tiempo que necesitan para asimilar que todo ha cambiado y que aunque, de manera diferente, mamá y papá siguen ahí para ellos.
- No intentar forzar el contacto entre hermanos: es muy común ver y escuchar cómo se obliga a los niños a besar o a jugar con sus hermanos pequeños. No quieren, simplemente no pueden quererlos como nosotros pretendemos, al menos de momento, queramos o no ellos los sienten como intrusos, como “el otro” o “la otra”, si lo pensamos, en realidad lo son y es normal que no deseen darles besitos o hacerle carantoñas. Si les decimos que bese a su hermanito y dicen que no hay que respetar su decisión siempre.
- Dejar que sean ellos mismos los que muestren interés por el nuevo miembro de la familia: que sean ellos los que se acerquen a su nuevo hermanito/a, que sientan curiosidad por ver al bebé de cerca, que vayan sintiendo afecto por ese nuevo miembro de la familia que le acompañará toda una vida y que seguro que llegará a querer con toda su alma.
- Permitir que toquen al bebé y jueguen con él: resulta evidente que no vamos a permitir que hagan nada que pueda dañar a nuestro bebé, pero también es cierto que observo cómo muchos padres y demás familiares niegan en ocasiones a los niños que toquen a los bebés. Es cierto que los niños pequeños no controlan la fuerza ni los movimientos, pero con cuidado podemos dejarlos. No podemos pretender que sean conscientes de que tienen un nuevo miembro de carne y hueso en la familia si solo les permitimos mirar y no dejamos que lo toquen. El sentido del tacto en los niños es indispensable para conocer el mundo que les rodea y también a las personas. Podemos dejar a nuestros hijos tocar, besar y acariciar en incluso jugar con sus hermanos pequeños aun siendo bebés, siempre teniendo cuidado de que no los dañen pero dejándolos que les den la bienvenida a través de sus manos
- Preguntar al niño abiertamente cómo se siente ante la nueva situación: explicarle que es completamente normal que se sienta un poco mal y que lo comprendemos, que sabemos que es duro, explicarle que a nosotros también nos está costando adaptarnos, pero que juntos lograremos superar esta nueva etapa.
- JAMAS debemos compararlos con el bebé: Habitualmente, cuando nace nuestro bebé, nuestros hijos mayores se encuentran en torno a los 2, 3 o 4 años de edad. A esta edad aún muchos de ellos no controlan esfínteres y usan `pañal, a veces necesitan que les demos de comer nosotros, necesitan que les vistamos correctamente y algunos pueden mantener lactancia prolongada tomando pecho para dormir, etc… En muchas ocasiones, a veces sin querer, tendemos a compararlos con el bebé: -fíjate, si usas pañal como el bebé- o –te tengo que dar de comer como si fueras el hermanito, eres un bebé- y ese tipo de comentarios que hacen mucho daño a nuestros hijos y que debemos evitar siempre, tanto por nuestra parte como por parte del entorno.
- Nuestros hijos aún son pequeños, no les privemos de su derecho a seguir siéndolo: cuando tenemos otro bebé tendemos a ver a nuestros hijos muy “grandes” o mayores. En cierto modo hacemos que “crezcan” de golpe y pretendemos que hagan cosas y tengan responsabilidades que no le corresponden o para las que no están preparados. Es normal que en comparación con el bebé los veamos más mayores que antes pero siguen siendo pequeños y nos siguen necesitando diariamente para hacer actividades cotidianas como comer, vestirse, etc…
- Muchos niños hacen una regresión en cuanto a habilidades ya adquiridas, paciencia: vuelven a querer ser “bebés” para que les prestemos la misma atención que al bebé. Algunos comienzan a hacerse pis o caca de nuevo, otros que ya se dormían solos nos necesitan para dormir, otros no quieren comer solos o se vuelven “malísimos” para comer… hay que darles tiempo, tener paciencia y ayudarlos en lo que nos pidan. No seguirán eternamente así y les sirve para darse cuenta de que seguimos a su disposición y así sentirse mejor. Siempre responderemos a sus demandas y les explicaremos que los queremos igual que antes, que seguimos ahí y que nos tienen a su disposición sin necesidad de dejar de hacer cosas que ya sabían o controlaban.
- Impedir que el niño /a use la fuerza física con sus hermanos pequeños: muchos niños actúan de manera más o menos violenta cuando están cerca de sus hermanitos, les quieren pegar y hacer daño, al bebé y a nosotros mismos, incluso en el cole, amigos… Hay que tener en cuenta que no lo hacen por maldad. Los niños de esta edad aún no saben gestionar la ira, la rabia o el enfado y se desahogan pegando, gritando, mordiendo…esto también lo hacen ante lo que les supone la figura de su hermano pequeño, por lo que es posible que intenten pegarles o hacerles daño. Ante un hecho como este debemos apartar al niño e impedir que le haga daño al bebé, bajar a su altura y explicarle por qué está mal pegar y por qué no pueden hacer daño al bebé. Debemos hacerle ver que comprendemos su enfado y que mamá y papá siguen ahí para ellos. Un buen abrazo y un te quiero en esos momentos después de explicarle que está mal pueden ayudar mucho a que lo comprendan.
- Evitar hablar demasiado del bebé en presencia del hermano mayor: Aunque no es malo que el bebé se incluya en todas las actividades cotidianas como un miembro más que es, también es importante que no nos centremos solo en él cuando hablamos con familiares o amigos y esté delante el mayor. Es importante hacerlo partícipe de nuestras conversaciones y que también tenga su lugar en ellas.
- Pedir a amistades y familia que eviten frases hechas como “¿tú quieres mucho a tu hermanita/o?” o “¿ayudas a mamá a cuidar del bebé?” y toda esa retahíla de frases que siempre escuchamos cuando tenemos un nuevo bebé y que pueden cansar y dañar mucho al niño de puro aburrimiento. Pues claro que los quieren y claro que ayudan en lo que pueden porque, no nos olvidemos, son pequeños y no es su deber ayudarnos con el bebé, si el nuestro seguir cuidando de ellos cuando lo necesitan. Y el estar escuchando ese tipo de preguntas cada vez que nos cruzamos con alguien o vienen a casa puede ser muy pesado.
- Preocuparse por su estado emocional y preguntarle sobre su día a día: a todos nos gusta que nos pregunten qué tal nos ha ido el día, que se preocupen por cómo nos encontramos y por lo que nos ha pasado ese día. Es buena idea preguntarle cómo le ha ido en el cole, a qué ha jugado, que ha aprendido o simplemente cómo se siente.
- Pasa tiempo con tu hijo: Aprovecha momentos en los que le bebé duerma o esté con papá o mamá para pasar tiempo con tu hijo mayor. Juega con él, haz alguna actividad, disfruta de verdad de ese tiempo junto a tu hijo, que no sea una obligación sino un momento de relax juntos.
- Intenta no regañarle demasiado: También es común escuchar cómo los niños a veces hacen “trastadas” o se comportan peor que antes de nacer el bebé con el fin de llamar nuestra atención. A veces llega a ser muy estresante y tocamos fondo de nuestra paciencia, pero es importante, una vez más empatizar con él, pensar por qué ha podido actuar así y entonces hablar con el niño, dialogar y explicarle, una vez más, por qué está mal comportarse de ese modo. Respirar hondo antes de dejar explotar nuestra paciencia y actuar de manera positiva frente a esa actitud inadecuada.
- Deja que se exprese: cuando tu hijo esté enfadado o triste deja que se exprese, que te diga qué le sucede si asi lo desea y si no que lo haga haciendo lo que necesite, mediante dibujos, juegos, etc, pero siempre que desahogue esas sensaciones negativas.
- Intenta tomarte un respiro y buscar tiempo para relajarte. Y no, no me refiero a findes sin hijos o ese tipo de cosas que escucho por ahí, sino que a relajes el ritmo de tu día a día, que pospongas tu quehaceres de vez en cuando, intenta hacer cosas que te gustan, incluso yendo con tus hijos si es necesario. Sal a tomar una tapa, o un helado, queda con amigas a tomar café, en casa o fuera, cocina, haz manualidades, todas esas cosas que tengan como fin relajarte y por tanto sentirte mejor y poder estar disponible y de mejor humor para sobrellevar la crianza de tus hijos. Si tú te encuentras bien es más difícil que te encuentres desbordada a la primera de cambio y por tanto tu hijo/a mayor te sentirá más cercana y disponible, más “como antes”.
- Intentad siempre un equilibrio dentro de tu hogar, intenta que tu pareja y tú llevéis la crianza de vuestro hijo del mismo modo, pues a veces esta discordancia con la crianza puede estresar al niño, por ejemplo, si tú no castigas o usas represalias y tu pareja castiga a tu hijo/a a la primera de cambio. El niño no sabrá a qué atenerse y su estado de estrés y nervios aumentará considerablemente y por tanto, su “mal” comportamiento.
Y por último, el mejor consejo del mundo es amar a nuestros hijos como hasta antes del nuevo embarazo, ellos se lo merecen, poco a poco se sentirán cómodos en esta nueva familia si seguimos amándolos como antes. Este es un proceso como cualquier otro, con el tiempo, con paciencia, empatía y amor pasará.
¿Y tú?, ¿qué aconsejas a esos padres que no saben como enfrentarse a esta situación?.