Traigo hoy una colaboración de lujo: Miriam Tirado: mamá, bloguera en A Flor de Pell, periodista y coautora del libro “Vínculos. Gestación, parto y crianza conscientes” (Ed.RBA) y, sobre todo, apasionada de la maternidad, la crianza, los bebés…
Lástima que nos separe la distancia, porque es una persona a la que me encantaría tener cerca, una de esas amistades que el 2.0 me ha traído y que me ha aportado tanto que sólo podría expresárselo con un abrazo… ¡todo se andará!.
El aterrizaje de un nuevo miembro en mi familia no ha sido sencillo para nadie, pero para quién más complicado ha sido de encajar ha sido para mi hijo mayor. Supongo que todos los hermanitos resultan inoportunos para los mayores, pero Bebé llegó justo en un momento de gran cambio para Mayor: operación pañal, mayor madurez, rápido desarrollo del lenguaje, comienzo del colegio, cambios en la situación laboral de su padre… Ha sido, y aún es, un golpe muy duro.
Miriam ha compartido conmigo, aunque sea cibernéticamente, muchos de esos momentos en que todos en esta familia hemos sentido dolor. Como padres, es muy complicado encajar que la decisión que tu has tomado le ha hecho daño a tu hijo y tienes que hacer por sobreponerte a ese sentimiento de culpa para ayudar a todos a superarlo. Agradezco infinítamente a Miriam todas las charlas que hemos tenido sobre las situaciones que han ido surgiendo (que relataré en otro post próximamente).
Esto es lo que Miriam ha querido escribir para mi al respecto:
Cuando Mamá (contra) corriente me preguntó si podría escribir un post para su blog, contesté rápidamente que sí. Hay gente con quien conectas rápido, con quien no hacen falta largas charlas de café para saber si hablas o no el mismo idioma. Con ella conecté, hace muuucho tiempo ya, así, sin casi ni darnos cuenta. Total, que me dijo “escribe lo que quieras” y yo estuve unos días dando vueltas al tema. Quería escribir algo pensando en ella, que le fuera “útil” a ella, su familia, y también, claro está, a sus lectores. Con un bebé pequeñito y un hijo mayor, uno de los temas que preocupan a muchas familias son los celos y cómo gestionarlos, o sea que tomé la decisión rápido. “Hablaré de los celos”. Ojalá os ayude a todos los que estéis en situaciones parecidas…
En primer lugar, espero no decepcionar a nadie si digo que todos los niños tienen celos. Sí, todos, sin excepción. Celos de hermanos o del padre, o de que sus padres se abracen, o de los abuelos, o de un primo, o de un amigo que un día viene a jugar a casa… Digo tan contundentemente que todos los niños tienen celos como que todos los niños en algun momento sienten enfado, rabia, alegría, felicidad, tristeza infinita, miedo… y un sinfín de emociones más. Con los celos pasa algo estraño y es que muchas veces no queremos verlos. No queremos aceptar que nuestro hijo mayor siente celos, o el pequeño, da lo mismo. Queremos pensar que no los sienten porque no queremos ver que sufren por algo que, de alguna forma, hemos provocado nosotros: que tengan un hermano. O sea que entonces pasan esas cosas como por ejemplo encontrarte a alguien conocido por la calle que acaba de tener a su segundo hijo y te comenta: “muy bien, oye, el mayor no tiene nada de celos, en absoluto”. Al cabo de un tiempo os volvéis a encontrar y te dice “continuamos estupendamente, ninguno de los dos tienen celos, se quieren con locura… Sí que por la tarde están muy demandantes y lloran sin motivo muchas veces, pero celos, ¡ni hablar!”. Y yo digo… vaya, qué raro que estos niños no sientan nunca celos el uno del otro teniendo que compartir lo que más quieren, o sea, sus padres!
Y es que en la maternidad y paternidad lo más doloroso es ver sufrir a un hijo. Ver que lo pasa mal, que siente cosas que le provocan malestar. Si vemos que está raro justo cuando viene al hospital a ver a su hermanito pequeño acabado de nacer, nos morimos de culpa y de dolor. Porque ¡no queremos! No queremos que sienta celos: queremos que le quiera, que esté contento de tener un hermano, que entienda que el amor entre hermanos es algo bonito, que entienda que en el fondo, también lo hemos hecho por ellos, para que se tengan el uno al otro… Pero en ese momento, el mayor sólo ve a un bebé que todo el mundo dice que es tan mono, chupando la teta de MI mamá, que está en el hospital y no viene a dormir a MI casa, ni me cuenta MI cuento para ir a la cama, ni me da un beso de buenas noches, y que cuando me despierto porque he visto un monstruo no está.
Para mi es importante que dejemos de tener miedo a los celos. Los celos no son ni buenos ni malos. Los celos son. Y punto. Son una emoción, como tantas otras, y deben nombrarse, deben salir… Si nosotros tenemos miedo a los celos, nuestro hijo también lo tendrá, porque verá que siente algo pero que sus padres no lo ven o no quieren verlo, por lo tanto, deducirá que es algo que NO debería sentir. Y los celos, no es algo que se escoja y que podamos decir “mira, pues no los voy a sentir y ya está”. A veces no podemos evitarlo, es superior a nuestra voluntad consciente. No me dirés que , vosotros, de adultos, no habéis sentido alguna vez celos? Lo que sienten nuestros hijos, también lo hemos sentido alguna vez nosotros. Pero ellos no tienen la capacidad de mentalizarlo, de racionalizarlo, de ponerle palabras, de poder entender qué está sucediendo. Por eso es tan importante que seamos nosotros los que hagamos esta labor.
En primer lugar: verlos, reconocerlos como una emoción “normal” y aceptarlos. Hacer sentir a nuestro hijo que lo aceptamos a pesar que de sus celos le hagan malas jugadas como enfadarse muchísimo, pegar, decir que no quiere a su hermano o lo que sea.
Que sintamos celos no quiere decir que no queramos a nuestro hermano. Una cosa no tiene que ver con la otra. Que nuestro hijo dé muchos besos a su hermano, que le quiera con locura, que pregunte por él cuando no está, etc, no quiere decir que NO sienta celos. Puede amarlo y querer estar con él y al mismo tiempo, odiarle porque le priva de estar, a solas, con sus padres. La ambivalencia, con los celos, está servida.
EL PAPEL DEL PADRE
Pero vayamos a lo práctico. He dicho que los celos existen pero no he dicho que pueden llegar a ser muy pero que muy molestos e interferir de una forma bastante desagradable en la convivencia familiar. Los celos pueden llegar a preocuparnos muchísimo y por eso es muy importante tomar algunas medidas. Para mi lo primero es perderles el miedo y nombrarlos, ya lo he dicho. Poner palabras a lo que está sintiendo el niño, explicarle lo que le está pasando… “Ya veo… estás molesto… me ves todo el día con el bebé en brazos y esto no te gusta… te gustaría que te hiciera mucho más caso, ¿verdad?” Hablar de ello con naturalidad, entendiendo que nuestro hijo comprende lo que le decimos, le ayudará. Y a nosotros también.
Pero otro aspecto importantísimo en este momento es el papel del padre. El padre como pieza clave para ayudar en la separación entre el hijo mayor y mamá. No en plan de “deja a mamá tranquila que ahora está con el bebé” sino como padre que incrementa el vínculo con su hijo atrayéndole con actividades y aventuras mucho más atractivas y divertidas que estar al lado de mamá mientras da el pecho. Me explico.
El padre tiene que tener un papel activo, tienen que ganarse al mayor, entrando en su juego y en su mundo (si es que no lo había hecho antes) y que sepa cómo proponerle actividades interesantes para que el niño sienta las cosas buenas que tiene ser el hijo mayor. “¿Qué tal si mañana tu y yo cogemos las bicis y nos vamos a explorar un bosque que me han dicho que está lleno de troncos para montar cabañas?” en caso que a nuestro hijo le encante hacer de explorador y aventurero, por ejemplo. “¿Qué te parece si tu y yo vamos a ver si hacen alguna obra de teatro donde salga algún personaje que te pueda gustar?” en caso que nuestra hija sea una apasionada del tercer arte. Lo que sea, mientras sea atractivo, inspirador, y divertido para hacer juntos. Algunos harán manualidades, otros jugaran a disparar a monstruos, otros irán a buscar caracoles o flores en el campo, otros… da igual. No importa. Aquí lo único importante es que padre e hijo compartan actividades donde puedan disfrutar, donde puedan evadirse, donde ser mayor sea apasionante.
Que el hijo disfrute de tiempo con papá a solas será muy enriquecedor para las dos partes. Por un lado porque el niño verá que es importante para él, se sentirá lleno. Y por el otro porque su vínculo se irá haciendo cada vez más fuerte. Y ¿qué más ganamos con todo esto? Pues ayudamos a mamá a vincularse y fusionarse con el hijo pequeño, con el bebé, que es quien ahora necesita estar fusionado con ella. Les damos tiempo juntos, les damos tiempo de relax, damos tiempo a la mujer para que pueda sumergirse también en su segundo puerperio. Y a la vez, cuando vuelve el hijo mayor, estamos todos más relajados y contentos: cada uno ha tenido su tiempo en profundidad y ahora, que vuelven a estar todos juntos, pueden intercambiarse los papeles: papá va a bañar al peque, o le coge en brazos y continúa vinculándose con él, y el mayor puede gozar de un ratito de mamá en exclusiva y contarle todo lo que han hecho con papá, todas las aventuras alucinantes que han vivido esta tarde.
Cuando nace el primer hijo, muchas veces los padres no saben muy bien qué papel tienen en todo esto. Ven un bebé que sólo quiere estar en brazos de mamá y en su pecho, y se preguntan cuándo podrán gozar también de su hijo. Pues bien, papás del mundo: cuando nazca el segundo hijo vuestro papel está clarísimo. Sois indispensables. Sois importantísimos. Ahora sí que tenéis trabajo que hacer, ahora sí que os necesitamos activos, disponibles y divertidos y optimistas porque del papel que desempeñéis en todo esto, de vuestra capacidad de ganaros al mayor dependerá también el bienestar general de la familia, en casa.
Algunos pensaréis que no es fácil. Quizás no, dependerá de la situación familiar, de cada niño, de cada padre y madre… Cada casa es un mundo, diréis. Y es verdad. Pero planteémonos los celos de nuestro hijo, como una oportunidad de ponernos, todos, las pilas. De ser más imaginativos, de vincularos más y mejor, de transmitir y demostrar más amor incluso que antes.
Los celos no tienen por qué traer cosas malas, en absoluto. Pueden ser un toque de alerta: “aquí pasa algo, vamos a abordarlo”, y lo que salga después puede ser maravilloso. Una familia que ha tenido que adaptarse a la nueva situación pero que lo ha hecho amorosamente y como algo natural. Sin traumas, sin llantos desgarrados para llamar la atención. Sin agobios de una madre puérpara que no sabe como llegar a todo y que se muere ahogada por un sentimiento de culpa sobrecogedor. Sin padres ausentes que se pierden en una casa llena de demandas y reclamos que no van a ninguna parte.
Cuando veamos los celos con otros ojos, con otra mirada, dejaran de darnos miedo cuando vayamos a por el segundo, o ya lo tengamos en casa, y los integraremos como lo que son: una oportunidad para aprender todavía más y sobretodo, amarnos más.
PARA TERMINAR
He escrito este texto pensando en hermanos que se llevan 4, 3, o 2 años y medio de diferencia. En caso que se lleven menos, quiere decir que el mayor probablemente todavía está en etapa fusional con su madre, lo que complica un poquito más las cosas. En este caso debemos tener en cuenta la edad del mayor, pensar que todavía es muy pequeño y entenderlo, si cabe, aún más. Acompañarle como ya explicado: con palabras, con mucho amor y comprensión. Y en cuanto pueda irse separando de mamá, que papá coja las riendas.
Los celos tienen mil y una expresiones: los niños pueden pegar, llorar, aislarse, cerrarse, convertirse en hiper extrovertidos evitando a mamá, etc… Dependerá del carácter que tengan, dependerá también de si hemos aceptado anteriormente que lloren, si les hemos acompañado o no. Si se sienten libres para expresar estas emociones que seguramente ya saben que son menos aceptadas Estemos atentos a los posibles cambios y a las posibles expresiones de estos celos. A veces no se nos ocurre que aquello que hace nuestro hijo puede ser debido a los celos. Porque quizás también tardan en salir; es decir, los primeros meses no los notamos y estamos súper felices pensando que nuestro hijo no los tiene. Pero en cuando nuestro bebé empieza a gatear y a estar más activo, divertido y guapo, entonces el mayor empieza a hacer cosas que no hacía. Y pensamos “no, celos no puede ser porque ya los habría tenido, sentido, expresado…” Por eso, no bajemos nunca la guardia. De la misma manera que la alegría, tristeza, soledad, felicidad, van apareciendo a lo largo de la vida, quizás, los celos, también. Hagámonos amigos también de los celos…. nos será más fácil abordarlos!!!
Mucha suerte a todos!!
Míriam Tirado
Madre, periodista, escritora y bloguera.
Ha escrito el libro “Vínculos; gestación, parto y crianza conscientes”, editado por RBA.
Escribe de lunes a viernes sobre maternidad y crianza en el blog “A FLOR DE PIEL”.
Acompaña a mujeres en el camino de convertirse en madres.
Para contactar con ella [email protected]