Acabábamos el anterior post mencionando ciertas claves para nuestra efectividad, vamos a desarrollarlas un poco más…
Actitud: parece tan básico que no haría ni falta mencionarlo. Aunque mejor hacerlo, porque las cosas que se presuponen, demasiadas veces se olvidan. Una actitud positiva es clave y no tan solo en nuestra efectividad, sino en nuestra vida. A pesar que te parezca que el mundo siempre va en tu contra, ponle buena cara. Este es el inicio. Por muy extremas que sean las situaciones, siempre debes preguntarte que puedes hacer tú. Y si no puedes hacer nada, pues ya está. Darle vueltas o preocuparse te impedirá ser efectivo en las cosas que si puedas hacer.
Decidir: ya hablé de ello y de su importancia en un anterior post. Tomar una decisión siempre es el paso previo a la acción. Si no decides no te mueves y por tanto nunca podrás ser altamente efectivo. Recordemos, que no solo son importantes las decisiones sobre ‘grandes cosas’ la necesidad de decidir existe siempre, sea cual sea la magnitud de la cosa. Hacer, es más fácil que decidir, por eso a veces no hacemos. Porque no sabemos qué camino tomar.
Compromiso: después de decidir, se trata de hacer, pero también cumplir con lo que nos hemos propuesto. Estamos hablando continuamente de la importancia del compromiso en la efectividad, pero igualmente que la actitud, por muy evidente que sea, no siempre lo tenemos presente. Y esto, es una fuente constante de baja efectividad. También creo que decisión y compromiso son vasos comunicantes y están extremadamente ligados. Una decisión clara, debería conllevar un compromiso potente.
Ser realista: tenemos una tendencia innata a la sobredimensión de nuestras capacidades. Confundimos voluntades con posibilidades. Una alta efectividad no significa solo marcarse grandes retos u objetivos, podemos cometer el error de solo valorarnos (o valorar a los demás) por la magnitud de nuestros hitos. Una alta efectividad significa ser capaz de definirlos correctamente, así como trazar y seguir el camino correcto hacia estos objetivos. Todos nuestros objetivos deben ser importantes, independientemente de su magnitud. Deben ser realizables y realistas, tanto en su propósito como en los detalles de su ejecución. Si no es así, entorpecerán nuestro flujo y significarán un punto negro para nuestra efectividad. Y también serán una fuente de frustración. Y ¡ojo! no debemos confundir realismo con conformismo, una cosa es arraigarse en la zona de confort, y la otra, es salir de ella con un plan.
Llegados a este punto, algunos podéis pensar que me he dejado una cosa importante: hacer. Aunque lo he mencionado en algunos sitios, no lo he puesto en la lista de imprescindibles. Porque creo que hacer, al final, es lo fácil. La simple ejecución, una vez decidida y definida la acción, con el compromiso intacto, en la dimensión correcta y todo ello con una actitud genial, debería ser un camino de rosas.
Estos puntos, como los cimientos en un edificio, por ocultos que estén, no dejan de ser definitivos para la estabilidad de éste. Y aquí es donde reside su peligro, que nos olvidemos que existen, e intentemos construir algo sin tener claro que los tenemos bien saneados y correctamente dimensionados. Demasiadas veces empezamos queriendo mejorar nuestra efectividad por el techo, solo con un método o con herramientas. Y este acostumbra a ser el error, ver solo una pequeña perspectiva de todo lo que la compone y construir solo en base a lo que se ve en la superficie.
Lo he estado pensado un buen rato y siempre he llegado a estos mismos puntos. He llegado a ellos por distintos caminos y desde distintos puntos de inicio. Algunos podrían tener otros nombres, pero no dejarían de ser sinónimos dentro del contexto que nos ocupa: nuestra efectividad.
A pesar de esto, seguramente me he dejado alguna cosa, por lo que os invito a ampliar la lista. ¿Desde vuestra experiencia, cuales son los cimientos de la efectividad?
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