Hoy me gustaría hablar de la importancia de los valores, como cimiento y base sustancial de una vida con sentido y significado. Como bien sabemos, los valores son principios que nos permiten orientar nuestro comportamiento hacia un objetivo determinado en función de lo que creemos loable y digno de ser perseguido. Los valores se refieren a necesidades humanas y representan ideales, sueños y aspiraciones que configuran nuestro modo de ver la vida y el mundo.
Los valores guían cada una de nuestras decisiones y, en consecuencia, nuestro destino. Quienes conocen sus valores y viven de acuerdo con ellos se convierten en “estandartes” de su propia existencia; hay una congruencia entre los valores y la vida que se genera de los mismos. Cuando nos comprometemos a vivir de manera consistente y coherente, de acuerdo con los valores que consideramos más importantes, obtenemos un nivel mucho más profundo de realización y significado. Mientras que si no tenemos claro lo que es más importante en nuestras vidas, aquello que estamos dispuestos a defender, ¿cómo podemos esperar poner los cimientos de un sentido de la autoestima y tener la capacidad para tomar decisiones efectivas? Cualquier toma de decisión se reduce a como clarificamos el valor.
¿Cuáles son las personas más universalmente admiradas y respetadas de nuestra cultura? ¿No son acaso aquellas que se aferran de manera más solida a sus propios valores, personas que no sólo profesan sus criterios, sino que viven de acuerdo con ellos? Todos respetamos a las personas que defienden lo que creen, aún cuando no estamos de acuerdo con sus ideas. Hay realmente poder en aquellas personas que llevan unas vidas congruentes en las que sus filosofías y sus acciones son una misma cosa.
Necesitamos darnos cuenta que la dirección que sigamos en nuestras vidas se halla controlada por la atracción que ejercen nuestros valores. Éstos son la fuerza que hay entre nosotros y que nos dirige consistentemente para tomar decisiones capaces de crear la dirección y el destino en nuestras vidas. Está máxima es cierta no sólo para nosotros, sino también para las empresas, organizaciones y la nación de la que formamos parte. Por poner un ejemplo; si hubiera existido una serie diferente de valores nacionales y culturales, ¿Se habría configurado el país de un modo diferente? ¡Desde luego que sí! El poder que ejercen los valores es enorme.
¿Qué podemos aprender de todo esto? Que tanto en nuestra vida personal como profesional debemos tener muy claro qué es lo más importante, y decidir que viviremos de acuerdo con esos valores, sin que importe lo que ocurra. Esta congruencia debe producirse al margen de que el ambiente nos recompense por vivir de acuerdo a nuestros criterios o no. La única forma de alcanzar la felicidad a largo plazo consiste en vivir en consonancia con nuestros ideales más elevados, así que: ¡Persigamos una buena vida a como de lugar!
“La dimensión de tu vida será la dimensión que tenga tu valor. Piensa en las cinco personas más influyentes de la historia, pregúntate quienes habrían sido sin valor, ni siquiera sabrías sus nombres”
Matthew Kelly