El reconocimiento de que no todo termina con la muerte, o lo que es igual, de la trascendencia más allá de la muerte, admite las siguientes posturas:
a) La evidencia indudable (aunque sea indemostrable e intransferible a otros) dada por la propia experiencia;
b) La simple creencia dada por educación o ambiente como si fuera un dato indudable de la realidad; c) El deseo de poseer la experiencia o la creencia;
d) La sospecha intelectual de la posibilidad de supervivencia sin experiencia, sin creencia y sin deseo de poseerlas;
Esas cuatro posturas y una quinta que niega toda posibilidad de trascendencia, son llamadas “los cinco estados del sentido de la vida”.
Cada estado admite, a su vez, distintos grados de profundidad o definición. Tanto los estados como los grados son variables, pero en un momento dado de la vida, permiten definir la coherencia o contradicción de la propia existencia y, por tanto, el nivel de libertad o sometimiento al sufrimiento. Este es, además, un punto práctico, porque se puede examinar cualquier momento de la vida pasada ubicándolo en el estado que le correspondía, comprobando cómo la vida se organizaba de acuerdo a él. Lógicamente, ese examen vale para comprender el momento actual.
Cualquiera que sea el estado y el grado en que se encuentra una persona, puede avanzar o profundizar en él, merced al trabajo sostenido en la dirección que propone la Doctrina.
Resumiendo: La doctrina de la Comunidad explica que el verdadero sentido de la vida está relacionado con la afirmación de la trascendencia más allá de la muerte; que el descubrimiento de ese sentido transforma a la vida influyendo en las tres vías del sufrimiento y que toda persona puede lograr o perfeccionar ese sentido, cualquiera sea el estado y grado en que se encuentra respecto a él.
Extractado de: El libro de la Comunidad