Revista Cuba

Los cinco inseparables de Maracay

Publicado el 27 marzo 2015 por Yusnaby Pérez @yusnaby

Hoy conocí a cinco amiguitos inseparables que llevan aproximadamente dos años trabajando juntos en las calles de Maracay. Desde hace cuatro meses han tomado como punto fijo de trabajo la avenida Casanova Godoy Cruce con la avenida Sucre. Me llamó la atención ver cómo la gente los maltrataba, los humillaban, los despreciaban, les subían los vidrios y les ofendían con groserías con los insultos más denigrantes.

Llevo días observándoles y decidí levantarme temprano a eso de las 9:00am para visitarles. Me reuní con ellos y aunque parecían agresivos les confieso que dentro de cada uno de ellos existe una historia insólita. Me contaron cómo viven.

-Estamos despiertos desde las cinco de la mañana porque repartimos periódicos y ayudo a mi abuelita con el desayuno; además de bañarla y vestirla- dijo el mayor de todos.

Les pregunté si tenían hambre y la respuesta sonó muy obvia. Me los llevé y les compré empanadas con jugo. Jamás vi a alguien comer con tanta hambre. He vivido en mi vida cosas fuertes, pero al verles así me hicieron sentir que mis problemas y mis preocupaciones no tenían ninguna importancia. A veces no valoramos las bendiciones que tenemos.

Después de desayunar me sumé con ellos a su faena. Quería presenciar cómo es la realidad de estos chicos, que cada día son protagonistas de muchas historias que ignoramos en las calles.

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Agarré el haragán y me puse a limpiar los cristales de los carros con Yéferson, el niño de la camiseta amarilla que me tocó de compañero. Su actitud me sorprendió, al igual que su carácter extrovertido y avispado. No paraba de explicarme todos los detalles de esta labor. ¡Nada fáciles! Si este chico estudiara fuera de los más brillantes de la clase y en un futuro sería alguien muy productivo para el país.

Al cabo de un buen rato de sol, de calor y de ganar algunos bolívares fregando parabrisas, les pregunté si eran felices. Me confesaron que nunca nadie les había preguntado eso. Para ellos “la felicidad es tratar de llevar lo más posible de plata para poder comprar lo necesario y ayudar en sus casas”.

Les di todo lo que tenía en los bolsillos y les pedí que siguieran siendo buenos y trabajando.

-Gracias, nunca pensamos que un sifrinito (término despectivo para referirse a personas con dinero que viven de apariencias) fuera tan pana- me dijeron.

Sus palabras me llenaron de alegría. Me despedí y prometí volver.

*

Mi llamado es para todos. Se que muchas veces nuestros problemas nos ahogan y no nos dejan ver a nuestro alrededor; pero por favor, tratemos de mirar alrededor y ayudar de vez en cuando a quien más lo necesite. Vivimos en una Venezuela llena de dificultades, pero soy de los que está convencido que depende sólo de nosotros levantarla y no dejar que lo malo supere a lo bueno.

¡Ah, y por favor! Deja que de vez en cuando te laven el vidrio de tu carro.


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