Debajo de la creciente ilusión que reflejan las caras de los forofos malaguistas, se encuentra una sensación de incertidumbre que se ha transformado en una incómoda compañera de cada latido de los corazones boquerones desde el pasado mes de Julio, cuando, por cáusas injustamente ajenas al aficionado, el máximo mandatario malaguista y su cúpula decidieron frenar en seco la consistente inversión en la entidad para optar por un proyecto basado en la austeridad y la autosuficiencia.
El déficit generado por esta situación ha desembocado en un Málaga Club de Fútbol que se mantiene a duras penas como entidad, amparado exclusivamente en los buenos resultados deportivos y con poco margen de movimientos.
Hoy hay que disfrutar, pero mañana ¿qué?. No está pagada la pesadumbre con que el Jeque ha obsequiado a los que sienten de verdad los colores del club. Es muy duro pensar que no hay nada garantizado y que la sombra de una nueva desaparición podría sobrevolarnos si vuelven a cometerse errores fatales como los acaecidos hasta el día de hoy. Y es una pena contar con tan desagradable sentimiento en el momento más importante de la historia del club y disfrutando de la presencia del mejor entrenador del mundo como es Pellegrini, y futbolistas de la calidad de Isco, Toulalan o Caballero.
Es como si construyeras una réplica en arena a escala de la Sagrada Familia para automáticamente pisotearla y dejarla a merced de las olas. Seguiremos esperanzados en que los que tienen las manijas del equipo no lo dejen a la deriva.