Revista Cultura y Ocio

Los conciertos de pie otra vez

Por David Gallardo @mercadeopop

Los conciertos de pie otra vez

Los conciertos de pie otra vez somos tú y yo bailando un chotis en el epicentro mismo de un . Vuelan cervezas sobre nuestras cabezas. Intentan arrasarnos porque olvidamos la fuerza de los empujones, hay que volver a calibrarlos. Pero nadie nos mueve de nuestro azulejo. Nosotros solo giramos mientras todo gira. Velocidades distintas en un giro perpetuo.

Cada cual es la rotonda de sí mismo de pie en un concierto. Mandamos a la mierda las sillas, prisión a cuatro patas. Reconquistamos las dos patas. Y nos pegamos de hostias. Nos derramamos licores caros. Casi me partes el cuello, hijo de la gran puta. Te amo. Ven aquí. Cabra montesa desconocida. Vamos a hacernos una foto desenfocada que nunca veremos. El rock en pie.

Vamos a estrellarnos vasos de cristal en el occipital. Tú y yo. Empujarnos unos contra otros. Los nos harán libres. ¿Te acuerdas cuando vimos a La Polla Records a finales de 2019? Hace tanto que entregamos nuestra vida a una causa perdida. Antes de la pandemia era normal, pero ahora es excepcional. Empezar desde cero otra vez. Un vals en una baldosa nuclear. Apriétame. Que cruja el cuero. Hubo suelo.

¿No os lleva pasando toda la vida que queréis pista a toda costa? ¿Por qué? Pues ya os lo digo yo. Porque necesitáis ser libres en un concierto de rocanrol. Y en la grada siempre habrá un gilipollas que te pida que te sientes. Que te comportes. Pues no me quiero comportar, vine a buscar lo que es mío y lo quiero ahora. La pista de un concierto es terreno por arar con miles de historias aconteciendo unas contra otras. En pie.

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Algo imposible cuando la consigna es estar sentado y amarrado. Es imposible. Como una cama de hospital: solo piensas en escapar. Puedes disfrutar de la música, pero te estás perdiendo todo lo demás. Los abrazos con los tuyos, los saludos ocasionales, las conversaciones random con desconocidos que perfectamente podrían ser perfectos para ti en tu vida. Algún encontronazo con algún gilipollas siempre hay también. Todo eso va en el pack y todo se echa de menos.

Por supuesto que lo más importante es la música. No seamos tontos del culo reduccionistas. Pero todo lo demás engrandece. Todos los que hemos llegado hasta aquí hemos soportado situaciones fuleras en los conciertos durante el último año y medio. Cárceles de emociones. Pero ya está. Vuelven las putivueltas, regresan los problemas. Benditos sean.

Un concierto de los nuestros no es ni cine, ni teatro. Es una pelea a vida o muerte contra uno mismo en la que solo ganan las canciones que nos gobiernan. Quiero ser el de la muleta levantada en las primeras filas. ¿Os habéis fijado que siempre hay alguna alzada en todo el centro del mar de brazos? Ese tipo de heroicidad. Yo vi a Depeche Mode escayolado de toda una pierna, apoyado sobre una muleta contra la pared derecha de la pista, en 2006 en el Palacio de los Deportes en Madrid. Siempre de pie. No me han hablado tantas chicas en mi vida. No he ofrecieron los chicos tanta cerveza jamás.

ESE TIPO DE HEROICIDAD

Ese tipo de heroicidad. Pero es que no somos héroes. Solo somos nosotros gritando nuestras canciones mientras el mundo explota con nosotros dentro. Ese momento requiere estar en pie porque, en cierta forma, somos un desfile militar. Uniformados, tan rectos, con nuestras camisetas y toda la actitud posible. Levantamos el puño, hacemos los cuernos, manitas arriba. Hemos hecho eso tantas veces. ¿Te acuerdas? Claro que te acuerdas.

Hicimos de eso nuestra forma de comunicarnos. Y cuando el mundo se fue a la mierda, con nosotros dentro, de alguna manera nos desconectamos. Se interrumpió la conexión. Siempre dábamos comunicando. Pero ya vuelve. Plantar la cara contra la espalda sudada de un desconocido nunca pareció ser tan buena opción. Volvemos a ser nosotros en pie dejando nuestras huellas en esa baldosa del universo.

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