Uno de los aciertos de la Seminci, al menos para mí, es el que antes de casi cada una de las películas que se proyectan se pone un cortometraje. Si bien los temas de uno y otro trabajo no tienen que ver, la calidad con que se eligen hace que merezcan la pena esos minutos de más de casa pase.
“Fugue” (o “Fuga” en nuestro idioma) es una historia de animación que nos habla del hombre y la naturaleza, de la forma en que intentamos controlarla, de hacerla nuestra y ella finalmente toma las rienda, demostrando que poco importan nuestros esfuerzos. Y es que siempre termina abriéndose paso.
Una composición en tres actos bien diferenciados que solo tiene la música por diálogo o más bien de la ausencia del mismo, al igual que cualquier sonido ambiente está llevado por los instrumentos haciendo una interesante incursión en el plano auditivo (que a veces se nos olvida, pero estamos en un mundo audiovisual), haciendo que la experiencia sea más completa de lo que podría esperarse de un trabajo que en un principio se presenta mudo.
Unos diseños sencillos es todo lo que le hace falta a Vicent Bierrewaerts para crear esta fábula, ya que es lo que es, en la que apenas hay ningún color más que el blanco y negro junto con el azul del agua, auténtico protagonista e hilo de conductor del cuento en imágenes que nos presentaron antes de “Medianeras”.
Poner un corto antes de una película es algo arriesgado, ya que el primero puede condicionar totalmente el visionado de la segunda y lo que esta nos transmita. Hay que tener un gran cuidado en la elección y si el tema no concuerda, lo que hemos comentado ya, debe lograrse que sea del agrado del público y deje un buen sabor de boca para lo que sigue. Sin duda “Fugue” cumple con esto, logrando hacer pasar unos minutos fantásticos y además dejando un mensaje con un gran sentido en nuestra vida de hoy en día.
¿Se puede pedir más en solo once minutos?