Revista Opinión

Los crímenes del franquismo, una juez argentina realiza un intento, quizá último, de cumplir con la justicia penal internacional

Publicado el 01 mayo 2012 por Romanas
Los crímenes del franquismo, una juez argentina realiza un intento, quizá último, de cumplir con la justicia penal internacional  Al menos, desde mi perspectiva, escribir es una aventura apasionante, porque siempre, cuando me pongo delante del ordenador, tengo una plan que he madurado en la cama, antes de levantarme, pero que nunca, nunca, el puñetero se cumple.
 Al principio, son unas cuantas palabras que han venido a mi cabeza sin saber bien por qué. Esta, mañana, por ejemplo, eran recuerdos de cuando yo estudiaba matemáticas: variaciones, permutaciones, combinaciones, que no se por qué aparecían ligadas, allí, en mi puñetero cerebro, con otra muy jodida palabra, la Falange.
 Y es que, ayer, leí en los diarios que una juez argentina está intentando terminar la tarea que nuestros jueces falangistas le han impedido realizar a Garzón, juzgar en cierto modo a la Falange.
 La suerte de muchos de los asesinos es que, al final, como todos, acaban por morirse. Uno de los problemas que tenía Garzón, cuando indirectamente se propuso investigar los crímenes del franquismo, es que el derecho procesal penal exige, para iniciar un procedimiento viable, que los sujetos pasivos del mismo estén vivos porque, si no, no ha lugar, porque no se puede establecer una relación jurídica, como es un proceso penal, si falta uno de los sujetos esenciales de la misma, el imputado.
Para los que defienden que Franco y su régimen no fueron nunca fascistas, uno de los principales problemas que tienen es que él, el propio Franco, eligió para denominar a lo que él había iniciado, hacía, estaba haciendo una palabra muy especial: “movimiento”, de la misma manera que lo hicieron sus colegas naturales Hitler y Mussolini, tratando  de dar la impresión de que lo que ellos representaban era un movimiento espontáneo de la sociedad, que exigía un cambio radical ante problemas que, con los sistemas políticos existentes, no tendrían nunca una solución.
 Volviendo al tema, parece que la juez argentina se ha interesado por la situación en la que se halla José Utrera Molina, el último superviviente del franquismo administrativo, miembro de uno de los Consejos de Ministros de Franco, y, por lo tanto, corresponsable jurídico de todas sus tropelías, que todavía vive, pero permanece agazapado, detrás de  su yerno, Alberto Ruiz Gallardón, porque seguramente es un tipo inteligente que sabe o teme lo que le puede suceder como último representante vivo de un régimen político por lo menos muy discutible, que no sólo tuvo un origen violento y esencialmente ilícito sino que incluso es considerado por muchos filósofos de la historia como genuinamente criminal.
 Como es abogado, sabe que si, a imitación del proceso de Nuremberg, alguna vez se inicia realmente el proceso judicial al franquismo, uno de los pocos asideros que existen como sujeto pasivo del mismo es precisamente él, una vez desaparecido ese espécimen único que fue el inefable Fraga.
 La juez argentina trata de que se haga justicia a uno de los 3 fascismos que asolaron a Europa y que prácticamente permanece intocable en su lugar de origen porque aquí, todos, absolutamente todos los estamentos de la Administración se basan todavía en el falangismo, cuyo creador, José Antonio Primo de Rivera, se erigió en mentor de un movimiento que Franco, un militar esencial, no podía racionalizar de ninguna manera. Los que vivimos aquellos iniciales tristes años recordamos que, en todos los organismos oficiales, sus salones principales estaban presididos por los retratos de Franco y José Antonio y que los gritos de rigor se iniciaban con un “José Antonio, presente” y concluían con el “Viva Franco” y “Arriba España”.
 De modo que de la existencia de este impenitente fascista que convive diariamente con ese falso demócrata que es Ruiz Gallardón, depende que se pueda enjuiciar penalmente a una de las peores lacras políticas de la historia, que ha conseguido sobrevivir gracias a que, como dijo su propio mantenedor antes de marcharse definitivamente, lo había dejado todo atado y bien atado.
 Y así parece que sería si, en el mundo del Derecho, no existiera eso que se ha dado en llamar Derecho internacional penal que contempla la existencia de delitos contra los derechos humanos, entre los que se incluyen aquellos crímenes contra la humanidad  recogidos en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional y comprenden las conductas tipificadas como asesinato, exterminio, deportación o desplazamiento forzoso, encarcelación, tortura, violación, prostitución forzada, esterilización forzada, persecución por motivos políticos, religiosos, ideológicos, raciales, étnicos u otros definidos expresamente, desaparición forzada, secuestro o cualquier acto inhumano que cause graves sufrimientos o atente contra la salud mental o física de quien los sufre, siempre que dichas conductas se cometan como parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de dicho ataque.Estos actos también se denominan crímenes de lesa humanidad. Leso significa agraviado, lastimado, ofendido: de allí que crimen de lesa humanidad aluda a un crimen que, por su aberrante naturaleza, ofende, agravia, injuria a la humanidad en su conjunto. (Este último párrafo está recogido de Wikipedia).

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