Revista Cine

‘Los cuatrocientos golpes’, de Truffaut: una obra maestra del cine francés

Publicado el 10 febrero 2015 por Albertoiglesiasfraga @revistaroulette

Este niño sin duda hace bien lo de “darse los cuatrocientos golpes”, más que nada porque su rebeldía se antoja a veces un poco sin justificación, sin causa, lo cuál lo relaciona con James Dean cuando tiraba piedras a una casa blanca, adelantándole en edad no obstante.

 

La película, la primera de Truffaut, tiene interés por el empleo de un lenguaje cinematográfico novedoso para la época y porque se ha considerado posteriormente una obra cumbre de la Nouvelle vague. El muchacho protagonista se reivindica como un ser conflictivo dentro de su sociedad, faltando a la escuela, mintiendo a sus padres, robando máquinas de escribir, yéndose al cine o a las ferias en vez de a clase y desafiando, un poco, a su profesor.

Su compinche, un compañero de colegio, es algo más refinado, sin duda porque proviene de una clase social un poco más acomodada. Las peripecias del intérprete principal, Doinel, lo llevarán a un correccional o reformatorio, del que huye para cumplir uno de sus sueños, ver el mar. ¿Por qué se considera esta película una obra destacada del cine francés?

Premio Cannes al mejor director para Truffaut

Además de obtener el premio de Cannes al mejor director, Truffaut, en 1959, creo que la razón es la contraposición constante y sutil que siempre existe entre el niño rebelde y una sociedad anclada en un régimen rígido en los valores que, a pesar de ello, empieza a hacerse menos tajante, en parte por el surgimiento dentro de ella de otros modos de familia, de otros puntos de vista, como se representa magistralmente con la situación familiar de Doinel, con madre soltera, después casada, y que tiene un amante ocasional.

Se habla de un cine culto o intelectual, quizá con excesiva bondad, porque, al fin y al cabo, el director francés nos cuenta en su debut una historia más de un niño rebelde, inadaptado, vago y ladrón, que no quiere ir a la escuela y que disfruta con un libertinaje más que con una libertad, tema que en los años 50 quizá fuese muy peliagudo, pero que en 2010 ya no se ve como algo tan peculiar. No quiero yo, Dios me libre, decir que esta película no sea original, pero sí que, a mi modo de ver, ha perdido frescura con el paso del tiempo.

ARTICULO FIRMADO POR CARMELO
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