Revista Salud y Bienestar
En las habituales listas de sesgos cognitivos, hay uno muy habitual en el mundo sanitario: el efecto halo de los expertos, que también se llama sesgo del experto. Este efecto implica que nuestra percepción ante la opinión de un experto es casi de confianza ciega, y ese halo que tiene (merecido o no) impregna todo lo que hace o dice. David Sackett publicó en el año 2000 un artículo breve en el BMJ, con el título "The sins of expertness and a proposal for redemption" en el que enumeraba algunos de los pecados que cometen los expertos. Uno de ellos es crucial: "adding our prestige to our opinions gives the latter far greater persuasive power than they deserve on scientific grounds alone. Whether through deference, fear, or respect, others tend not to challenge them, and progress towards the truth is impaired in the presence of an expert". En resumen, decía Sackett que incorporar nuestro prestigio a nuestra opinión le añade un plus de persuasión que acaba provocando que nadie la desafíe. Y como conclusión, proponía que para conseguir el avance de la ciencia es necesario retirar a los expertos. Siguiendo la opinión de Sackett tenemos este artículo publicado en Medicina Clínica en 2016 sobre el sesgo del experto y sus problemas. Además de la falta de crítica que señala sackett, el autor en este caso apunta al exceso de hiperespecialización de los expertos como un factor de riesgo a la hora de tener visión global en el mundo sanitario. Y de repente, otra vuelta de tuerca a este efecto. Un artículo publicado en enero de 2019 en JAMA recupera este sesgo y lo vuelve a poner sobre la mesa, con un título muy directo: "Reducing the Expert Halo Effect on Pharmacy and Therapeutics Committees". En el texto, de lectura muy recomendada, el autor manifiesta el riesgo que supone para los hospitales el hecho de que un experto (bien en persona o bien mediante informes) sea el responsable de apoyar la introducción de un nuevo medicamento en un hospital a través de la comisión de farmacia. El efecto halo del experto consigue que, bien por miedo o por respeto a su supuesta infalibilidad, nadie cuestione su opinión.El artículo propone varias soluciones para reducir este efecto, que son válidas para el entorno definido por el artículo (comisiones de farmacia en hospitales de Estados Unidos) o para cualquier reunión o grupo de trabajo en un país como el nuestro. Entre dichas soluciones, destacan que las votaciones sean anónimas, que existan evaluaciones alternativas realizadas con rigor (evidencia, información y datos) y formación para conseguir analizar con claridad los estudios y conclusiones que se presenten.Esto no quiere decir que en España las comisiones de farmacia se dejen convencer por el primero que pasa por la puerta (cosa muy poco habitual, por cierto) y, de hecho, el papel de muchos profesionales y de los farmacéuticos hospitalarios es esencial para que se realice una evaluación objetiva y metodológicamente correcta. Pero es conveniente extrapolar las recomendaciones del artículo de JAMA a muchas reuniones que se realizan en organizaciones sanitarias y en las que el "experto" habla el primero para evitar que nadie llegue con esas tonterías de evidencia o datos y ponga en duda sus opiniones. menos mal que hay muchos expertos (sin comillas) que realmente aportan y son capaces de escuchar y cambiar su opinión inicial sin problema, así sí.El debate es sano, contrastar las opiniones es sano,. la crítica constructiva es sana, y sobre todo, el aprendizaje basado en las opiniones y aportaciones de los demás es esencial. Como decían hace años, si quieres matar la creatividad en tu equipo, deja que el jefe hable primero.