Hace mucho, mucho tiempo (bueno, vale, igual no tanto), en esta misma ciudad, en este mismo país, existía un grupo de profesionales llamados maestros/maestras cuya única función e intención eran transmitir conocimientos y crear nuevas inquietudes en sus pequeños "clientes". Para que esto fuera posible, hacían algo que, por aquel entonces, no se consideraba ni sacrilegio, ni tortura, ni ganas de fastidiar, sino todo lo contrario: MANDABAN "DEBERES" A CASA. Sí, enviaban a los alumnos a casa con algunas tareas que debían resolver en el calor de su hogar para, o bien repasar lo aprendido, o bien ampliar conocimientos sobre el tema, y sobre todo y más importante, crear un hábito de estudio.
Esos niños y niñas de antaño somos hoy en día padres y madres (vamos, que no es tan antaño, ejem) que tenemos nuestros propios hijos e hijas. Actualmente somos adultos, en principio responsables, unos más formados que otros, otros más currantes que unos, adultos diferentes entre sí pero con algo en común: hicimos deberes, sobrevivimos a ellos, fuimos felices, si tenemos traumas no son por este motivo y... Somos padres y madres.
Y ahora, como padres y madres nuestra labor es apoyar a nuestros hijos en su vida escolar, lo que no quiere decir que esto implique darles la razón en todo o compadecerlos porque el colegio es muy duro, primero porque no es así, la escuela ha de tenerse cómo un lugar al que apetece ir (a ver, que todos tenemos días, yo hablo en general) y segundo porque entonces les estamos enseñando a vivir en la contradicción y mandándoles un mensaje del desamor más bruto: el colegio es lo peor, y como te quiero, te mando allí.
Dentro de nuestra labor educativa como padres y madres está el inculcar a nuestros hijos e hijas el interés por el mundo, las ganas de saber, de descubrir, de razonar y, en definitiva, de vivir la vida dotándolos de los recursos suficientes para que lo hagan de la mejor manera, y no, no hablo de recursos económicos, hablo de valores, de transmitir actitudes positivas a la vez que reales y de contagiarles la ilusión por ser mejores personas. Es en este compendio de virtudes en forma de herencia donde debemos incluir, o así lo pensamos aquí en casa, el valor del esfuerzo, de la persistencia, las ganas de luchar, tirar y seguir; porque como adultos, por suerte o por desgracia, ya hemos rodado lo suficiente como para saber que en esta vida nada es gratis ni tampoco fácil, y que eso de "nacer con estrella" como mucho sirve para un rato. Enseñar a nuestros hijos a esforzarse en su día a día no está reñido con dejarles jugar, con que sean felices ni directamente relacionado con ningún trauma infantil. Es un valor en alza, porque si les transmitimos la necesidad de esforzarse por lo que quieren entonces estamos preparándolos para plantarle cara a la vida, y los estamos ayudando a estar preparados para verlas venir.
Dentro de ese esfuerzo entraría el trabajo escolar, el querer ser mejores por ellos mismos y por su satisfacción por las cosas bien hechas, el ansiar (pero sin dramas ni exageraciones, entendámoslo bien) su propia superación porque esto los lleva directos al conocimiento del mundo que les rodea, y a verse capaces de hacer por sí solos un montón de cosas.
Pues, y sé que hay muchos que ahora irán directos a la cocina a por tomates, LOS DEBERES, tal y como yo los concibo, son parte importante de todo este proceso educativo y madurativo. Sí, soy PRO DEBERES, pero cómo no, EN SU JUSTA MEDIDA. Como maestra entiendo que las tareas que se envían a casa son una prolongación de lo trabajado en clase, o bien como pequeño repaso para afianzar lo nuevo o bien para ampliar conocimientos y fomentar el interés por el saber por saber, pero sobre todo, LOS DEBERES son los encargados de ir asentando el hábito al estudio y la capacidad de organización. Por tanto, a mi modo de ver, no deben ser más que un pequeño trabajo reflejo de lo hecho en clase o relativo a la unidad que toque en cada asignatura, y siempre en proporción a la edad de los alumnos. Al fin y al cabo, los niños son niños, ya pasan suficientes horas sentados en sus pupitres, dándole al coco, y necesitan jugar y aburrirse un rato cada día. Sin embargo, repito, LOS DEBERES, bien enfocados, medidos, acordados por el equipo docente para que los alumnos (sobre todo los recién llegados a primaria, los de 1ro y 2do) no lleven sobrecarga de asignaturas... son IMPORTANTES. Sin ellos no podemos pretender que nuestros hijos den el gran salto al instituto y sepan, por ciencia infusa, organizarse el tiempo en casa, tener una técnica de estudio depurada y no morir en el intento, que bastante complicada es la adolescencia por sí sola como para añadir nuevos obstáculos.
Es función nuestra pues, de los maestros, así lo veo yo y es tan sólo mi opinión, motivar a los alumnos de tal manera que para ellos continuar un poquito en casa sea algo, si no divertido, porque no siempre puede serlo, al menos agradable, y que conforme crezcan, que esa tarea "agradable" se convierta en "es una apuesta por mi futuro, y yo quiero que mi futuro esté en mis manos".
Y es función nuestra, o sea de los padres, acompañar a nuestros hijos en esta tarea en casa; cuando son pequeños, supervisando, que no se trata de hacerles los deberes ni darles la solución (que sería lo cómodo, obvio); y cuando son más mayores, resolviendo dudas o facilitándoles medios para que puedan resolverlas por sí solos. ¿Es obligado? Hombre, no hay un contrato de por medio, pero son nuestros hijos, es su formación y, aunque acabemos discutiendo a veces, saber que nos tienen les ayuda a continuar y a que el camino sea algo menos cansado.
Así que, como maestra y como madre, digo SÍ A LOS DEBERES, PERO EN SU JUSTA MEDIDA Y ACORDES A LA EDAD Y A LAS NECESIDADES DE LOS NIÑOS. Y ojo, que como madre tiemblo con la subida a primaria de Pichu, porque soy la primera consciente de que "la confianza da asco" y de que habrá días de batalla. Pero sé que es bueno, y necesario, que cree un hábito, y que nosotros la apoyemos, empezando por no desautorizar ni criticar jamás a sus maestros en su presencia sin antes haber tenido una conversación con quien corresponda. Al fin y al cabo, las diferencias entre adultos deben ser tratadas entre adultos, para evitar crear un clima de confusión que en nada beneficiará a nuestros hijos.
Conclusión: DEBERES SÍ. Que no los carga el diablo, en principio lo hace el sentido común.
Y ahora... Ya podéis lanzarme los tomates. 😝
Un abrazo.
Con vuestro permiso, reedito la entrada, a raíz de un pequeño debate que suscitó este texto en un grupo de amigas ayer. Como ya he dicho antes, entiendo que los deberes, tanto en dificultad, como en extensión y en fin, deberían ser acordes a la edad de los alumnos. Y esto tiene como consecuencia directa que, si empiezan por 10, a lo sumo 20, minutos diarios, en un par de años o tres a lo largo de primaria, estos pueden ocupar una hora de trabajo. Esto no es plato de buen gusto para papis y mamis que tienen la sensación de que los niños no tienen tiempo para ser niños. Está claro que opiniones hay para todos los gustos, pero sigo pensando que si LOS DEBERES se ponen con cabeza y nuestros hijos cuentan con nuestra supervisión, durarán lo justo, eso sí, por lógica, por la dificultad misma de las materias y la cantidad de contenido, el "rato" se irá estirando. Insisto: ¿no hacíais deberes vosotros? Yo sí, y también jugaba, y veía dibus, y me aburría. Igual lo que tenemos que hacer es plantearnos en qué orden queremos que ocurran estas cosas, pautar las diferentes actividades. En mi opinión, los niños siguen siendo niños, con o sin deberes, porque por suerte tienen la capacidad de dejar jugar a su mente en todo momento. Somos nosotros, los adultos, que ya hemos perdido esa inocencia creativa, quienes nos obsesionamos con no robarles la infancia. Creedme que los deberes (EN SU JUSTA MEDIDA ) no van a hacerlo. Pero, ¿sabéis una cosa? Hay algo que sí está cargándose su niñez y que somos incapaces de ver porque, en este caso, nos conviene que así sea: EL EXCESO DE ACTIVIDADES EXTRASCOLARES. (Podéis leer al respecto en ESTE POST). Así pues, revisemos de verdad nuestros conceptos, observemos a nuestros hijos y seamos sinceros con nosotros mismos. A lo mejor, estamos siendo demasiado extremos con los deberes, que les quitan tiempo de disfrute, y demasiado permisivos con las extraescolares, que son necesarias para que sean deportistamúsicopolíglotamatemáticos de primera.
Y ahora sí... Podéis lanzar los tomates 😜
CON M MAMÁ y D de DEBERES