Cada día se cose al anterior con un hilo de banalidades; berrinches de juguete; disgustazos de quita y pon; ilusiones de bazar chino; alegrías efímeras como el burbujeo de una gaseosa; superligas; libertad o comunismo; posturitas; higos y castañitas.
Por ejemplo, una noche nos vamos a la cama entre perplejos, indignados y divertidos porque un tipo que antes cantaba a Supermán o nos declaraba su amor bandido aparece en una entrevista en la tele transfigurado en alguien cuya mirada revela que está a una pregunta de sacar lanza de astillero, agarrar adarga antigua, subirse a rocín flaco y comenzar a arrancar por la calle mascarillas a mamporrazos.
Luego se abren debates sobre si lo que se hace al darle voz a un chiflado es periodismo, oportunismo o varietés a lo fino, y pasamos a otra cosa mariposa. Y sigue nuestra cadeneta de griterío vacuo y quehaceres inanes en los que vamos consumiendo el ratito de vida que nos ha tocado (vale, cada uno hace lo que puede y habla por su boca o escribe por su pluma o teclado).
Pero de repente pasa una cosa y es como si se hubiera encendido una luz, un foco muy potente, que nos hace buscar refugio como cucarachas sorprendidas.
Porque nos enteramos de que en Burkina Faso han asesinado a David Beriain y Roberto Fraile, dos periodistas fetén, de los que dedican su vida a arriesgarla para contarnos a nosotros, los de los higos y castañitas, lo que pasa de verdad ahí fuera. Periodistas de verdad, gente decente, de una pieza. Para entendernos, el lado luminoso de un oficio lleno de suciedad, sombras, canallas y mamporreros. En su último trabajo, David y Roberto trabajaban para rodar un documental sobre la lucha de las autoridades burkinesas contra la caza furtiva.
David Beriain en 2014. Foto de Sergio Caro.Hoy, Natalia Junquera les dedica, especialmente a Beriain, este precioso recuerdo en El País, que titula: “David Beriain, el mejor periodista, mi mejor amigo”. Os invito a leerlo y a emocionaros con él. Reproduzco sus líneas finales: “Hoy le lloramos en varios continentes los que tuvimos la suerte de tropezarnos con él. Para los que no, queda su inmenso trabajo. Échenle un vistazo. Lo hizo para ustedes”.
“Lo hizo para ustedes”, lo hicieron para nosotros. Como tantos otros profesionales de verdad: las enfermeras, los médicos y el resto del personal sanitario; las cajeras de los súper; los maestros; las policías y toda la buena gente que llena el mundo de decencia y trabajo duro en beneficio de los demás, aunque cada día nos olvidemos de ellos porque el ruido del espectáculo obsceno en el que estamos inmersos lo llena todo.