Revista Cultura y Ocio

Los delirantes, de Matilda Södergran

Publicado el 10 abril 2023 por Carlos Huerga @carloshuerga

Los delirantes, de Matilda Södergran

Los delirantes, de Matilda Södergran. 2022, Letraversal. Traducción del sueco de David Guijosa Aeberhard.

No es muy común acceder a la poesía nórdica traducida al español, por lo que esta es una buena ocasión para acercarnos a ella, ya que se trata de una autora joven, aunque ya con una trayectoria importante. Södergran, nacida en Finlandia, pero afincada en Suecia (escribe en sueco), tiene varios libros publicados, tanto de poesía como narrativa. Este título es una antología que incluye los poemarios Ella arranca las venas (2008), Delirante (2009), Pesadillas (una forma de ser) (2012), Pies de loto (2014) y Supervivencias (2018).

Poco se puede añadir la detallada introducción del traductor, salvo glosar y reforzar las ideas que apunta con sus palabras. Comenta David Guijosa Aeberhard que la poesía de Södergran se construye desde las preguntas incómodas que deben ser confrontadas, algo que se aprecia cuando se leen sus poemas, porque sus textos basculan entre lo sugerido y la imagen que nos entra por los sentidos. Por ello, se trata de una poesía sensorial a la vez que física, que remueve por dentro al ser leída y nos invita a hacernos preguntas de esas que nos llevan a reconstruirnos o a plantearnos cuestiones que no tienen fácil respuesta. De hecho, es esa dualidad entre “el delirio y lo matérico” donde reside su mayor hallazgo. Algunos ejemplos: “¿por qué maté una mariposa / y tu cuerpo, y todo lo demás tan frágil?” o “Mi amor / es un hígado anémico entre mis piernas”. Por momentos, su expresividad recuerda a la fuerza y a la vez la fragilidad de Sylvia Plath.

Muchos poemas, sobre todo los pertenecientes a sus poemarios Ella arranca las venas y Delirante, hablan de la memoria del sujeto que oscila entre los sueños y los recuerdos, si bien se intuye una idea de reconstrucción poética a partir de experiencias traumáticas, donde se tematiza la violencia sufrida, las relaciones de poder marcadas por los roles de género. Es un recorrido por la pérdida, por el cuerpo femenino como una herida, pero también constituye un mapa que permite ser interpretado para poder avanzar en el camino: “Estoy orgullosa como un padre. El pájaro / controla su destino”.

En Pesadillas (una forma de ser) destacan los versos cortos con la aparente sencillez de los haikus: “Si me duermo al sol / llegará la libélula / y coserá mis párpados”. También abundan las frases a modo de aforismos y sentencias: “Siempre hay demasiadas formas de decir la misma cosa”. Se aprecia un intento por aprender de la experiencia traumática y a la vez hipnótica, construido con un lenguaje paradójico, sinestésico, que busca indagar y a la vez comprender(se) desde el dolor.

La sección más lúdica es Pies de loto, donde se alternan triadas de versos en cada página, que se leen de manera peculiar, pues no tienen mucho sentido de manera seguida, uno debajo de otro, sino uniendo el primer verso con el primero de la página siguiente, y así sucesivamente con el segundo y el tercero. Aquí se presentan incompletos, pues como dice el traductor, son “tres retales que empiezan y terminan de manera abrupta, pero que dialogan entre sí y se complementan”. De manera que la intención de Södergran va más allá de la búsqueda de una experimentación formal, también implica una manera de leer diferente, un ir y venir por las páginas del libro para dar continuidad. Si se quiere, se pueden leer los versos agrupados en cada página, a pesar de su incoherencia, como la poesía automática o la técnica del cut up y encontrar “chispazos” que despierten algunas conexiones. En todo caso, los versos reflejan la soledad, nacida del conflicto, que evoca escenas y emociones desgarradoras.

En Supervivencias hay una intensificación de imágenes surrealistas: “Me froto el labio con el pico de la golondrina”, que a los lectores hispánicos nos pueden evocar al Rafael Alberti de Sobre los ángeles o al Federico García Lorca de Poeta en Nueva York. También hay cabida para la reflexión poética y metalingüística, que desmitifica la escritura acercándose a la boutade: “Todo lenguaje es fingido. / Todo trabajo se malogra”. Sin embargo, esa escritura fragmentaria y a veces paradójica permite reconstruirnos: “Aprendo sobre mí misma aquello que no quisiera saber”.

A lo largo del libro, perdura una sensación de búsqueda en la realidad y en una misma, que nace en el dolor y la violencia. Por cómo la poeta habla de heridas físicas y psicológicas, la fragilidad está presente, se acepta sin remilgos. Pero también se deriva que la poesía puede mostrar un camino que nos permite adquirir conocimiento.

Los poemas de Södergran son como peces de colores que se mueven en varias direcciones, si bien se mantienen en la superficie. Ahí radica uno de los intereses del libro, en lo que se sugiere o no se dice y queda en el intersticio del lenguaje. Un lenguaje brillante, expresivo, que crea imágenes potentes y que bascula entre la alucinación y la rememoración. 

Intuyo que Södergran tendrá más traducciones por lo que aquí se presenta, y así podamos valorar un título completo como se merece. Una antología es un comienzo y esta es una buena manera para adentrarnos en la poeta nórdica.

(Reseña publicada originariamente en Vallejo & Co. el 9/02/23).


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