Revista Cultura y Ocio
"Hace muchos años que vivo en la que en otro tiempo fuera habitación de Schlaggenberg. Es una buhardilla; sin embargo, no cabe imaginársela como un cuartucho miserable. Los últimos años que pasó en Viena y en la ciudad jardín de su extrarradio, tenía la extraña costumbre de alojarse siempre en ateliers de pintores y demostraba una gran habilidad para encontrar sugestivos apartamentos de este tipo—la primera vez fue justo antes de que su maestro Kyrill Scolander regresara del sur de Francia, al tener que buscar una habitación apropiada para él: fruto de ello fue el primero y tal vez el más hermoso de los «ateliers de Schlaggenberg» (como los llamamos más tarde)—, unos apartamentos que, por lo demás, representaban su único vínculo con la pintura, pues, a mi parecer, o nunca había entendido demasiado este arte en concreto, o le había preocupado tan poco como el teatro, por poner un ejemplo".
Hay títulos que me atraen de forma irremediable. Ya sea por la temática que insinúan o porque haya otro libro con el mismo título que me ha impactado, se vuelven irresistibles. Hoy traigo a mi estantería virtual, Los demonios.
La novela, centrada en la sociedad de los años veinte en Austria, se mueve entre distintas personas de diferentes estratos sociales que tienen una relación entre ellos del tipo que sea y que sirven al autor para llegar al verdadero punto candente del libro que es el incendio del Palacio de Justicia de Viena en 1927 en el que murieron un centenar de personas y que se consideró un brutal golpe para las libertades del país. En su novela, los personajes tienen también algún tipo de relación con este suceso y además es un momento determinante para todos ellos.
Nominado hasta en cinco ocasiones al Nobel de Literatura tengo que reconocer que desconocía totalmente la existencia de este novelista. Simpatizante del nazismo en los primeros años se sabe que Los demonios fue reescrita y purgada de cualquier contenido nazi por el propio autor una vez cambió su ideología. Si no he dado nombres en el caso de mi escueta sinopsis es que es parte de la novela que el lector entienda que se desdibujan los perfiles individuales para generar una atmósfera de foco movido en la que todo el mundo va a alguna parte con un motivo más general que propio en la novela. Esto es importante porque el autor busca un reflejo de la sociedad al hacerlo así ya que solo de ese modo se obtiene una panorámica y, al igual que en ellas cuando las hacemos hoy en día con un teléfono móvil, eso hace que muchos aspectos no salgan totalmente definidos pero sí que nos dejan una imagen de conjunto. Y frente a esto será el propio narrador quien deje claro con una sutil ironía en muchos momentos, que todo el mundo tiene sus secretos. Normalmente los vinculará a ideales posiblemente debido al momento en el que se concibió la novela, y dicho narrador se autoimpone, además la tarea de descubrirlos mediante la observación. Resulta particularmente interesante la comparativa que se realiza sin ser apenas consciente, de esta novela con las grandes historias de la literatura rusa y es que el autor ha sabido aprovechar una época rica en matices para hablar de la sociedad vienesa. El periodo de entreguerras, la industrialización, la sociedad convulsa frente al ascenso burgués... todo son puntos que el autor matiza con un lenguaje polvoriento en el que se siente ese toque mordaz como escondido entre los pliegues del saber estar.
Los demonios es una lectura que puede parecer inmensa pero cuya satisfacción es realmente apabullante.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.
PD. Para quien crea que exagero cuando digo inmensa: 1600 páginas y más de cien personajes son los culpables de que el lector se sienta inmerso en un mundo pasado.