Los desasosegados viven perpetuamente conectados, dentro y fuera de su intimidad. Se comportan como insectos ante paneles de luz, atónitos, nerviosos, alterados, y entonces van perdiendo, sin darse cuenta, esa atención duradera y profunda que es menester para el recogimiento. Sólo una vitalidad rebosante, una necesidad de llenar y vaciarse, puede salvar a la civilización del desasosiego.

Pueblo abandonado de Lascort
