“El desayuno marcaba una regla de comportamiento y confianza muy eficaz, aunque de una regla poco duradera se tratase, pero tenía a su favor el carácter repentino de la misma, la importancia de su necesidad incipiente”. [Pág. 44]
Cubierta de: Los desayunos del café Borenes
Era una mañana soleada y la editorial Galaxía Gutenberg nos había citado para desayunar en una cafetería, que no era el Borenes, pero que seguro que se le daba un aire. Era el madrileño Café Gijón, y nuestro autor venía muy bien acompañado para la ocasión pues estaban presentes Manuel Longares, Jesús Marchamalo, Joan Tarriga (editor de Galaxia Gutenberg), y Javier Goñi. Un poco más atrás estaba Juan Cruz.
Tengo que decir que cuando comencé a leer el libro hubo dos cosas que me llamaron poderosamente la atención. La primera, el nombre del protagonista, Angel (sin tilde) Ganizo; no hay que rasgarse las vestiduras, sino aceptar que a veces los autores se van por las verdes praderas de Babia, muy cerca de Villablino, localidad natal del autor. Y la segunda es la rotundidad de los nombres de los contertulios de Angel (sin tilde) Ganizo. Así encontramos a Cremades, el menos locuaz; Lezama, el cabecilla; Vericio, el más lacónico; a Silvia, que apostilla lo que escucha; y a Tello Ercina.
“…aquella hora en que el café con leche suavizaba la primera percepción de la mañana…”
También me gustaría añadir la claridad expositiva basada en el ritmo implacable de la prosa de Luis Mateo Díez.
Preparando el desayuno
Los desayunos del café Borenes se compone de dos textos distintos pero coherentes (el final de uno parece darse la mano con el inicio del otro) . Por un lado el que da título al libro, que el autor califica de Un opúsculo; y por otro Un callejón de gente desconocida, Un recuerdo.
El primero, que da título al libro, es el relato de los encuentros de un novelista con los amigos que acuden a la cita del desayuno en el Café de una de sus «ciudades de sombra», y que divagan y dialogan con desatada locuacidad, sobre lo que la ficción supone en sus vidas.
En el segundo texto, Un callejón de gente desconocida, Luis Mateo Díez hace un recuento de su pensamiento literario, el aval de una identidad de escritor que podría considerarse como una poética personal, no exenta de una comprensiva pedagogía. Sin que el juego de espejos entre los dos textos quiera contraponer las ideas y elucubraciones de tantas opiniones apasionadas y discutibles, acaso sea ese mismo juego el que mejor unifique la propia idea del libro.
Un libro poco complaciente en sus intenciones con mucho de lo que ahora mismo leemos y vivimos, con la degradación que nos rodea y la sensación de que cada día, como dice uno de los desayunadores, son más frecuentes…
“A veces tenemos la impresión de que cada día abundan más las novelas que no son novelas, y que están escritas por novelistas que no son novelistas para lectores que no leen.” [Pág. 33]
Se trataría, al fin, de un juego entre la lucidez y el desánimo, el humor y la melancolía.
Luis Mateo Díez se describe a si mismo como un escritor de personajes y que la trama es únicamente el perchero, necesario por otra parte, donde ir colocando lo que les ocurre, pero que lo sustancial son ellos, sus diálogos y sus hechos.
“El lector ideal es un prototipo echado a perder como tal, abandonado, dejado de la mano de Dios y, como es lógico, refugiado en su gusto personal, en la exigencia que le llena de recelos y que cuando va a la librería, la de siempre a ser posible y en manos del librero amigo con quien comparte desazones y hallazgos, quejas y sufrimientos, mira a la defensiva las novedades, constata la inutilidad de tantos títulos, la proliferación abusiva de lo que nada le importa, la suspicacia del gato por liebre.
El librero amigo, que generalmente subsiste en la discordia y el desánimo, tiene por lo general un talante apesadumbrado”. [Pág. 30-31]
Con Luis Mateo Díez
El autor:
Luis Mateo Díez (Villablino, León 1942) es autor de una obra narrativa que lo ha situado en un lugar preeminente en el panorama de las letras contemporáneas. En su fecunda producción cabe citar novelas como La fuente de la edad (1986) –con la que obtuvo el premio de la Crítica y el premio Nacional de Narrativa–, El expediente del náufrago (1992), Camino de perdición (1995), Fantasmas del invierno (2004) y La soledad de los perdidos (2014). Con La ruina del cielo fue distinguido de nuevo en el año 2000 con el premio de la Crítica y el Nacional de Narrativa. En El reino de Celama (2003) reúne sus tres novelas ambientadas en ese territorio imaginario, y en El árbol de los cuentos (2006) recoge lo publicado hasta ese momento de un género narrativo que ha cultivado con asiduidad. El volumen Fábulas del sentimiento (2013) recoge las doce novelas cortas de ese ciclo narrativo. En el año 2000 fue elegido miembro de la Real Academia Española y le fue concedido el Premio Castilla y León de las Letras. En este mismo sello ha publicado La piedra en el corazón (2006), El animal piadoso (2009) y La cabeza en llamas (2012), que fue distinguida con el Premio Francisco Umbral al libro del año. Su obra se ha traducido a muchas otras lenguas y ha sido llevada al cine y al teatro. Es miembro de la Real Academia Española ocupando el sillón “I” mayúscula desde el año 2001.
El libro:
Los desayunos del café Borenes ha sido publicado por la Editorial Galaxia Gutenberg en su Colección Narrativa. Encuadernado en tapa dura con sobrecubierta, tiene 175 páginas.
Cómpralo a través de este enlace con Casa del Libro.
Como complemento pongo un vídeo de una entrevista realizada a Luis Mateo Díez en Radio Televisión de Castilla y León en su programa Palabras a media noche.
Para saber más:
Durante el desayuno de prensa