Hay muchos ciudadanos, entre ellos políticos ilustres –a alguno conozco y le tengo apego— que piensan que Internet y sus herramientas son cosa de cuatro chalados que se lo pasan pipa y que no tiene incidencia en la vida “real”.
También sé que la mayoría de ellos no lo quiere reconocer. En público dirán que es un instrumento de futuro, que hay que tenerlo en cuenta, que tiene cosas positivas, pero ninguno reconoce, de hecho, la fuerza que tiene.
Suelen ser políticos de mi generación e incluso más jóvenes, incapaces de adecuarse al mundo cibernético. Gente que todavía no entiende que lo analógico va perdiendo terreno y que el mundo llamado “virtual”, el de las redes sociales, va ganando espacio a pasos agigantados.
Internet y su mundo no eran prácticamente nada hace quince años. Hoy las visitas que reciben muchos diarios on-line están por encima de la audiencia de los periódicos de mayor tirada. Y en la política hay ejemplos claros de la presión que puede ejercer. Nadie puede negar de qué forma se ha concienciado al gran público en el tema de la mal llamada “piratería” (que le digan a la ministra Sinde por qué tiene la peor imagen de este gobierno). Por no irnos fuera y recordar la influencia de las redes sociales en acontecimientos recientes capitales, como las revoluciones pacíficas de Túnez o Egipto.
Ayer, en el parlamento europeo se votaba, a petición de los grupos de Izquierda Unitaria y Los Verdes, una enmienda a los presupuestos en la que se pedía la congelación de los sueldos de los eurodiputados y cambiar los billetes de primera clase a clase turista en los vuelos de menos de cuatro horas.
Y saben qué paso. Fácil, los grupos mayoritarios como el popular y el socialista votaron en contra de esa enmienda. El resultado fue un apabullante 479 votos en contra, 176 a favor y 23 abstenciones. De los diputados españoles, sólo tres votaron a favor.
Pues bien, desde Twitter, una de las redes sociales más notables, se montó una campaña para protestar por la decisión de estos diputados desvergonzados, y fue el tema más tratado de ayer. Con el añadido #eurodiputadoscaraduras llegó al primer puesto en el Trendic Topic (los temas de mayor impacto).
La presión sobre los eurodiputados fue tan grande, que una parte --el grupo socialista español y un diputado de UPyD que votaban no a la enmienda--, cambiaron su voto por la abstención. Es curioso que, no reconociendo la razón del cambio de su voto, aleguen que se habían despistado, “los pobres”, tienen tanto trabajo que no habrían leído bien la enmienda y se les fue el santo al cielo.
Como viene siendo habitual, el grupo popular no ha reaccionado, y sigue en sus trece, votando estos privilegios de sus cargo, que para ellos son un fin y no un medio. Y demostrando que el mundo de Internet les importa un bledo.
No se ha podido aprobar la enmienda, pero han quedado claras dos cosas: una, la fuerza de las redes sociales, cada vez más, y otra, la realidad del apelativo “cara dura” hecha a los diputados. Unos los pobres, “despistados”, y los otros como siempre “empecinados” en lo suyo, y los dos grupos, como de costumbre, a sacar tajada y a jugar al “qué hay de lo mío”, mientras la crisis sigue perjudicando a sus votantes, que continúan tragando carros y carretas.
Los internautas poco a poco los iremos desenmascarando y esperemos que eso se traduzca en cambios de voto.
Salud y República