"Desde su punto de vista, todos estos que me han llamado detractor, tienen razón. Resulta que en el año 1945, cuando mayor era la euforia de los públicos de toros; cuando se proclamaba a voz en grito: “hoy se torea mejor que nunca” y todo el mundo lo oía y se callaba, yo publiqué en “El Español” unos artículos, convertidos luego en conferencia y, más tarde, en libro. Allí pretendí demostrar –permitidme que crea que lo demostré– que aquel toreo no era toreo, que aquel toro no era toro, y que aquel público no entendía una palabra, y se entusiasmaba con aquel toro que no era toro y con aquel toreo que no era toreo.
'Naturalmente, me llamaron detractor. Y, en efecto, yo era detractor de todo aquello que estaba matando a la fiesta. Pero es que ellos me llamaban –y siguen llamándome– detractor de la fiesta misma, y esto es falso. Y ellos saben que es falso. Yo lo que quiero es que la fiesta viva; pero, para que viva, ha de estar sana; y lo que yo hago es avisar, poner de manifiesto sus enfermedades para que las cure quien sepa y pueda. Porque, si no se hace así, la fiesta se muere; pero no ciertamente por culpa mía, sino por la de los verdaderos detractores, que son –y ahí va otra paradoja– los que se rasgan las vestiduras, los que se llaman a sí mismos defensores de la fiesta, y solo son defensores de lo que va a acabar con ella, de lo que la está matando, que es, precisamente, de lo que ellos viven."
Adolfo Bollaín "Los detractores"