Editorial Anagrama. 419 páginas. 1ª edición de 2016.
Ya comenté hace unos meses que
compré, poco después de aparecer en las librerías, este segundo volumen de los
diarios de Ricardo Piglia (Adrogué,
Argentina, 1941 – Buenos Aires, 2017), aunque tenía el primero en casa aún por
leer. Lo compré en La Central de Callao
y, a pesar de que había pasado ya más de un año desde su adquisición, cuando lo
empecé a leer, volví a La Central para ver si me lo cambiaban por otro: las
hojas finales habían salido con un error de imprenta y estaban un tanto
dobladas. No hubo problemas. Aunque no conservaba el ticket de compra, el libro
seguía teniendo marcado el precio con una etiqueta de La Central, y al ser
socio estaba registrado el día de la compra.
No he leído los dos volúmenes de los
diarios seguidos. Preferí acercarme a la lectura de dos novelas entre medias.
(Si alguien quiere leer mi comentario de Años
de formación que pinche AQUÍ). A veces el tono de un diario puede acabar siendo repetitivo y cuando me he
acercado a ellos, si eran bastante largos, introducía otras lecturas entre un
año y otro (por ejemplo, esto lo hice con los Diarios de Victor Klemperer).
Años de formación empezaba
con un prólogo y acababa con un epílogo, escritos en la época de la publicación
del Diario y no en la de su escritura, que ayudaban al lector a contextualizar
lo leído. En Los años felices sólo
hay un prólogo que, como el de libro anterior, tiene que ver con Emilio Renzi
bebiendo en un bar. Sin embargo, en esta ocasión ha desaparecido la figura del
narrador dentro de la historia (que podríamos identificar con el propio Piglia)
y nos acerca a Renzi una voz más neutra, fuera del contexto pasado, y apegada
al discurso de Renzi. En este prólogo se le explican al lector algunos
acontecimientos vitales que tienen lugar en las páginas que va a leer y que le
servirán para aclarar la relevancia de las anotaciones. Uno de estos hechos
importantes será el cambio de domicilio cuando los militares entran en su
portal para buscar a una pareja, que puede ser la que forman él y su novia o
no. Otro de los acontecimientos adelantados en este prólogo es que Julia, su
pareja, le dejará, porque tras leer su diario descubre que Emilio ha iniciado
una relación con Tristana, una de sus amigas.
Efectivamente en el Diario se narra
la separación con Julia y el comienzo de nuevas relaciones amorosas para
Emilio, pero lo cierto es que no me ha parecido que se hablara previamente de
ese acercamiento a Tristana, que descubrirá Julia al leer el Diario. Esto me
hace pensar que Los diarios de Emilio
Renzi, que el lector tiene en sus manos al acercarse a los ejemplares de
Anagrama, están editados por el propio Piglia.
En algún momento, estaba pensando
que se centra mucho en describir su relación con la literatura y con otros
escritores, y ahora, que me he sentado a escribir sobre el libro, especulo con
la posibilidad de que los Diarios estén expurgados, y que Piglia haya querido
mostrar al lector principalmente la parte que le parecía relevante, la
relacionada con sus reflexiones de escritor o interacciones con el mundillo
literario argentino. El otro día (respecto a la escritura de esta reseña no a
su publicación) lo comentaba en su muro de Facebook el escritor argentino Tomás Sánchez Bellocchio que andaba
leyendo el primer volumen, que le parecía que la prosa era demasiado homogénea
como para no pensar en un proceso de reescritura posterior.
Años de
formación abarcaba el periodo 1957-1967 y Los
años felices nos acerca al Emilio Renzi de 1968-1975. Menos años y más
páginas para contarlos.
Si al finalizar Años de formación, el joven Renzi hacía la audaz afirmación de que
en diez años iba a ser el mejor escritor de Argentina, en Los años felices nos encontramos a un Renzi enfrascado en la
escritura de una novela, cuya idea ya se anunciaba en el volumen anterior,
sobre unos delincuentes que, tras atracar un banco, huyen a Uruguay. Después de
años de trabajo, en más de un caso, Renzi siente la tentación de abandonar el
proyecto porque no se siente satisfecho de las páginas que escribe. Imagino que
esta novela será al final, cuando se publique, años después, Plata
quemada. También parece que se ha embarcado en la escritura de Respiración
artificial. Si de la primera novela se habla del argumento y de las
dificultades técnicas, pero no se da el título, de la segunda se da el título
pero se habla mucho menos de ella. En los años finales de este libro, Piglia
volverá a escribir relatos. Un volumen de relatos será lo que conseguirá ver
publicado (quitando los ensayos y reseñas de libros) durante este periodo feliz
de su vida.
Pese a algunas privaciones, la
situación económica de Renzi parece más estable que durante la etapa anterior.
El peor momento económico lo vivirá cuando Jorge Álvarez, editor para el que
trabaja, después de una época de despilfarros, se ve forzado a cerrar su
negocio. Pero esto no dudará mucho. Durante estos años se ganará la vida
trabajando como articulista, editor (principalmente de una colección de libros
policiales), dando charlas (a un grupo de médicos les hablará de filosofía),
clases o conferencias en la universidad. En más de un caso, estas ocupaciones,
pese a ser cercanas a su quehacer literario, las vive como un incordio que le
impide dedicar todos sus esfuerzos a la creación.
Aunque Piglia ha decidido subtitular
este volumen del diario con la apostilla de Los
años felices, en más de un caso no parecen tales. Sobre todo al principio,
Piglia describe algunas sensaciones (mareos, visión distorsionada, movimientos
extraños en los límites de la visión…) que parecen estar acercándole a alguna
crisis de locura angustiosa.
Si bien una de las anotaciones de Años de formación decía: «Vivir sin
pensar, actuar con el estilo sencillo y directo de los hombres de acción»,
ahora, con la madurez, el enfoque sobre lo que quiere escribir en sus diarios
parece cambiar: «Estos cuadernos pararán a ser un archivo o un registro de mi
educación sentimental, por lo tanto estarán hechos básicamente con la reflexión
sobre lo sentimientos y estarán apenas cruzados por actos o hechos o palabras
sobre mí mismo.» (pág. 44)
Aunque ya he apuntado que las
entradas escritas en Años de formación
son sorprendentemente maduras para alguien que empieza a escribir su diario a
los dieciséis años, aunque algo dispersas, sobre todo al principio, éstas se
vuelven más coherentes y extensas en Los
años felices. En la cita del párrafo anterior, parece que Piglia pretende
hablar en sus cuadernos de una «educación sentimental», pero a la larga, más
bien va a centrarse en una educación literaria. Se hablará de mujeres, por
ejemplo, pero durante la primera mitad del libro su relación con Julia, su
pareja, ocupa muchas menos páginas que su relación con los amigos escritores.
Después de la ruptura con Julia, se registrarán con mayor minuciosidad sus
relaciones con otras mujeres y las noches de deambular solo por la ciudad. De
su familia hablará poco, pese a que durante estos años muere su padre, con el
que nunca tuvo una buena relación. La literatura, apunta Renzi, siempre ha sido
una forma de ausentarse de la vida cotidiana.
Miguel
Briante, amigo y habitual de las páginas de Años
de formación, aparecerá menos durante estos años. La figura del amigo
escritor y confidente será tomado ahora, sobre todo, por David Viñas, catorce años mayor que Renzi. Pese al cariño que le
procesa, la figura de Viñas será cuestionada en más de una anotación aquí:
Viñas es narcisista, inseguro; vivirá siempre agobiado por el miedo al fracaso
literario y la necesidad de dinero, lo que ‒según Renzi‒ le lleva a escribir
demasiado y en poco tiempo. Y esto por no hablar de su obsesión negativa hacia Julio Cortázar, a quien Viñas siente
como un rival demasiado poderoso. Renzi también se relacionará aquí con Manuel Puig, al que admira de forma más
clara. Pese a que Puig no es un gran lector, Renzi sí que le siente como un
verdadero escritor intuitivo, con gran oído para el lenguaje oral.
También poblarán estas páginas, a
veces como figurantes, escritores como Jorge
Luis Borges (que parece en decadencia tras su ceguera y libros como El
informe Brodie), Haroldo Conti
(que parece repetir las claves de sus éxitos pretéritos en obras como En
vida), o José Bianco, al que
Renzi dedica grandes elogios.
También aparecerá aquí el escritor Andrés Rivera (que murió hace poco),
que no es muy conocido en España, pero cuya novela El Farmer me parece una
gran obra.
Si bien la figura por la que parecía
sentir una gran curiosidad, como prototipo del hombre de acción, en Años de formación, y de la que hablaba
en muchas de aquellas páginas, era la de un amigo delincuente, en Los años felices el delincuente ha dado
paso a la figura del revolucionario clandestino, que ha de vivir una doble
vida. Los años de las dictaduras militares y su violencia acaban cobrando
cuerpo en estas páginas. Serán muchas las charlas con los amigos sobre el papel
de la literatura en la política. Frente a la opinión de otros escritores, según
los cuales la literatura debe ser social y política, Renzi defiende la idea de
acercar una idea más pura de la literatura hacia el mundo de los lectores
políticos. Renzi tendrá amigos cercanos a la vida clandestina de la izquierda,
pero, sobre todo después de un viaje a Cuba, el caso Padilla y la invasión rusa
de Checoslovaquia (con el apoyo de Cuba), Renzi se distanciará de un posible
entusiasmo inicial hacia la Revolución Cubana.
Me han gustado mucho las anotaciones
que Piglia hace sobre la novela policiaca (cada vez me apetece más leer todas
las novelas de Raymond Chandler) o
el elogio de Adán Buenosaires de Leopoldo
Marechal (libro que tuve en mis manos, a buen precio, cuando viajé a
Argentina en 2009 y que, erróneamente, no me decidí a comprar).
El libro está plagado de reflexiones
brillantes. Dejo aquí algunas:
«La historia literaria es siempre
una condena para el que la escribe en el presente, allí todos los libros están
terminados y funcionan como monumentos, puestos en orden como quien camina por
una plaza en la noche. Una «verdadera» historia literaria tendría que estar
hecha sobre los libros que no se han terminado, sobre las obras fracasadas,
sobre los inéditos: allí se encontraría el clima más verdadero de una época y
de una cultura.»
«Todos nosotros nacemos en Roberto
Arlt: el primero que consiga engancharlo con Borges habrá triunfado.» (¿Podemos
pensar en Roberto Bolaño?)
«Entre ganarnos la vida y sacarnos
de encima la realidad, se nos va la juventud.»
«Las novelas se leen porque son el
único modo de ver a una persona por dentro. Yo conozco mejor a Anna Karénina
que a la mujer con la que vivo hace años.»
«Necesito entrar en una librería,
verificar que los libros están ahí, que hay lectores que los compran, se los
puede hojear, son siempre los mismos títulos, revisados veinte veces en una
semana. Son objetos reales y entonces es posible pensar que tiene sentido
perder en ellos la vida.»
Me ha gustado más Los años felices que Años de formación. Este segundo volumen
es más compacto y parece mejor articulado que el anterior. Para mí, como amante
de la literatura argentina, ha sido fascinando poder adentrarme en las calles
de Buenos Aires de la mano de Piglia y ver el retrato que hace de muchos escritores
a los que yo he leído. El tercer volumen aparecerá en septiembre de 2017. Ya lo
estoy esperando.